martes, 20 de octubre de 2015

Honduras: Las cosas como son y como deben ser

Foto Red Fian
No soy fanático Rosenthal, no por prejuicios raciales ni de inferioridad económica, sino en globalidad, por su mente unidireccional y su gusto sombrío: visten barato y sus edificios son los más feos del circuito comercial. En lo que siempre los he admirado es en la escogencia de sus esposas, mujeres nobles y con carácter, suaves cual baluza (postre egipcio hebreo), dedicadas a la obra social y nunca consentidoras de criminales. Yani es algo simpático, pero don Jaime, adusto, y recuerdo la vez en que cierto amigo historiador nos hizo una encerrona con él cuando ambos eran candidatos liberales: invitó a churrasco y sin aviso llega el patriarca y empieza a desovillar su plan electorero. Fastidio.
Esto me facilita declarar urbi et orbe que lo que les hacen ahora es terrible canallada, y diría lo mismo sobre cualquier comerciante honesto a quien la justicia tratara en modo desigual.

No había necesidad de paralizar su banco (el relajo provocado es fenomenal) sino que darles oportunidad, bajo estricta vigilancia, de cerrar ordenadamente operaciones hasta hacerlo desaparecer. Yendo contra todo fundamento jurídico les confiscaron empresas y bienes, incluso personales, bajo el alegato de ser preventivo para que no los pasen a intermediarios pantalla o fantasmas. Pero es falso, una simple advertencia oficiosa al Registro de la Propiedad hubiera detenido tal suceso. Lo grave, empero, es que se les condenó y castigó ipso facto previo a las evidencias de culpabilidad, lo que devendrá en causal invencible cuando presenten la más terrible demanda que va a sufrir el Estado hondureño en tiempos modernos, ascendente y justificada en miles de millones de lempiras por crueldad gubernativa, daños y perjuicios que, obviamente, no saldarán los burócratas desalmados que hubieran pensado antes de actuar, sino nosotros, ciudadanos del común círculo humano.

Solo en daños psicológicos, y no digamos de capital, incluso si se comprobara que lavaban activos, su demanda tiene asegurado el éxito, tardío pero éxito al fin ya que se siguió procedimientos viciados desde inicio. Violaron inequívocamente sus derechos originales, los de primera generación. El mar, empero, tiene más fondo. Y es la comprobación de que la clase políticamente dirigente marcha gravemente errada en su pensamiento y devenir práctico. El Estado nació para proteger a los súbditos, no para atormentarlos. El gringo lo conoce bien: intenten ustedes demandar a un ciudadano de ese país, peor incluso extraditarlo para juzgarlo localmente y se llevarán el chasco inmemorial ya que los estadounidenses, por principio ético social, defienden en buenas y malas a sus compatriotas. Aquí no, aquí es la saña contra la propia sangre, el ladrido complaciente ante la voz del amo, la sumisión intelectual y espiritual al poder externo, más deleznable que la prostitución. La puta cobra y mejor en domingo, pero estos que asintieron a que el embajador les invadiera sus oficinas estando en asueto para dictarles cuánto debía hacerse son peores que aquella: tan serviles como los de cierto tribunal de elecciones que se dejaba manejar por otra embajadora norteña, gorda de tantas maldades que inventaba. La inmoralidad da rabia. Ahora pretenden remendar el desaguisado y aparece el líder que nos desgobierna anunciando que las compañías Rosenthal proseguirán operando y que todo marcha bien, calma divina, hipócrita tranquilidad de “solidez bancaria” aupada por un mediocre Cohep y por unas cámaras de comercio incapaces para defender a su colega, por colegios de periodistas y economistas a quienes, indiferentes o tarifados, no importa cuánto les maltraten al camarada. Cuando llegue su propia circunstancia llorarán y nadie acudirá a salvarlos.Conoces, lector, que ni halago ni insulto para ganar tu favor y que respeto siempre pensamientos y lenguaje. Pero no resisto soltar la boconada y decir que a ver cómo le va en tan brutal zurrada pública a estos ineptos. Que Dios los perdone, el pueblo no.


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