Cuando el termómetro desciende a 12 grados, ellos se acurrucan unos con otros para no quedar “muertos” de frío. Se trata de centenares de familiares de pacientes del Hospital Escuela Universitario (HEU), quienes al no tener dinero para pagar un alojamiento en otro lugar, optan por dormir sobre cartones afuera del centro de atención.
LA TRIBUNA hizo un recorrido a partir de las 10:00 de la noche del jueves anterior, hasta la madrugada del viernes, a fin de constatar la situación lamentable de estos connacionales y confirmó, como lo muestran las gráficas, que sí hay personas pasando las noches frías en la vía pública, que paradójicamente lleva por nombre Calle de la Salud.
Acurrucados entre ellos mismos, en aceras, bajos los “arbolitos”, en las barreras de la alcaldía municipal, duermen jóvenes, adultos y ancianos, mientras su pariente está interno, en el Hospital Escuela Universitario.
Cuando el reloj marca las 10:30 de la noche, poco a poco las personas, fatigadas de cansancio y preocupaciones, se colocan frente a la emergencia del complejo hospitalario para acomodar sus cartones, que les sirven de camas y arroparse con sábanas. De almohadas usan las mochilas o pequeñas maletas, con las que andan durante el día, de arriba para abajo. Encima se echan un trapo; a unos les basta una cobija, a otros, una toalla para descansar un poco y taparse del sereno y arrecio del frío de las madrugadas dicembrinas.
En la medida que avanza la noche, solo se escuchan ronquidos y los aires que azotan el ambiente, y alguno que otro, libra una pelea hablando dormido, mientras descansa en los brazos de Morfeo. Alrededor de las 12:00, se concentran unas 600 personas en ese entorno. De esa hora en adelante, los vendedores atrás de los muros constantemente gritan: “hay osmil con pan y café caliente”. En tanto, una lucecitas de Navidad de esos negocios se apagan y se encienden, en medio de la tristeza de los “huéspedes” de la Calle de la Salud.
Algunos parientes cuando no soportan el sueño se acomodan en cualquier parte.
VENIDOS DEL INTERIOR
Bien dicen que cuando para dormir, hasta encima de las piedras, pero para muchas de estas personas, que en su mayoría provienen del interior del país, no es fácil tener un sueño reparador, porque hay ruidos que frecuentemente los despierta.A menudo llegan ambulancia con gente que vienen quejándose de dolor y eso los hace abrir los ojos. Uno de los tantos casos en ese “gigante hospedaje a la intemperie”, es el de don Marcos Contreras (72). El septuagenario vino de Culmí, Olancho, con su esposa Victoria Colindres (68) a quien hospitalizó, desde hace una semana, por un problema de columna.
Su estadía en ese lugar, en las noches se le convierte en una pesadilla. Era la 1:45 de la madrugada, don Marcos dormía cubriéndose la cara con un sombrero, cuando llegó una ambulancia y el ulular y las luces despertaron al humilde labrador; al ver al equipo que lo fisgoneaba, mejor se sentó para platicar.
Hay quienes bajo la carpa solo se echan una cobija encima para hacer la noche.
–¿Cómo le va?—“Aquí, sufriendo, mijo, ya no aguanto la espalda de estar durmiendo en este suelo. Y es que con un poquito de bulla me despierto y después, me cuesta volver a cerrar los ojos” ¿Qué lo trae aquí?, mi doña está mal. Solo traía mil lempiras, pero ya no tengo nada”, dijo el septuagenario.
Se las ingenia para permanecer al lado de su compañera durante las horas de visita. Al consultarle por qué no se va a dormir al alberque de Fundación Abrigo, dijo que “aquí cuesta mucho ingresar y si salgo del hospital, esos guardias ya no me vuelven a dejar pasar”. Desde el primer día, cuenta que se quedó sin dinero, porque ha tenido que comprar varios medicamentos. “Gracias a Dios hay un grupo de religiosos que nos vienen a regalar comida y eso me ha ayudado, sino ya me hubiera muerto de hambre, pero creo el fin de semana me le pueden dar de alta”, relató el olanchano.
Muchas personas se duermen unas sobre otras cuando no soportan el frío.
SIN SERVICIOS ES UNA TORTURA
Otra de las dificultas que viven los familiares de los pacientes es que pasan hasta diez horas aguantando ganas de ir al baño, porque el guardia no les permite ingresar a los sanitarios, en la noche o de madrugada. Sin embargo, cuando un médico los llama para ir hacer un trámite, los afligidos familiares aprovechan quedarse adentro del hospital.Para buscar un abrigo, la gente no se puede alejar del HEU porque el silencio nocturno muchas veces es interrumpido por una enfermera, que usando un megáfono llama a los familiares de los paciente. “Parientes de don Porfirio López, por favor presentarse”, se escucha por el altoparlante.
Esas llamadas son usualmente para encomendarle exámenes o la compra de medicamentos o aparatos médicos. Ante ese llamado de la encargada, más de una persona se levanta con los ojos adormitados, para ver de dónde consigue dinero o se resigna a dejar a su familiar en manos de Dios.
Este humilde campesino se acomoda en una grada de la emergencia para estar pendiente que le den noticias de su pariente.
UN DRAMA HUMANO
Cuando otra vez sonó el megáfono, ese llamado dejó perplejo a don Santos Archaga (70), quien desde el fin de semana pasado vino de Guinope, El Paraíso, con un hijo herido que se le cayó de una motocicleta.El campesino duerme sobre las raíces de un árbol, en la esquina del corredor del centro hospitalario. Allí es un poco solitario y unas ratas cruzan constantemente de un lado a otro y pasan cerca de su cabeza. En tanto, afuera del muro perimetral, un perro escarba entre la basura y no lo deja tener paz y se sienta, pero el sueño lo domina y vuelve a recostarse.
Cada caso que allí se vive es un drama o una historia de tragedia, como la de Nery Andino (54), procedente de Maraita, en el sur de Francisco Morzan, cuya esposa, Santos Hortensia Flores (47), hace tres días lo hizo venir de emergencia, tras caerse de una escalera, que le provocó múltiples fracturas.
Mientras las personas se aglomeran en esta acera los guardias de seguridad no duermen para no permitir ingresos de familiares a las salas.
“Tengo 17 días de estar durmiendo en este hospital ya no aguando las costillas de estar ablandando esta acera”, se sonrió.
Sin embargo, detrás de esa sonrisa, Nery esconde una gran preocupación, porque los médicos le piden un material quirúrgico que cuesta cerca 49,000 lempiras.
“No hayo que hacer, porque me dieron este papel para que compre unos tornillos para que mi esposa no pierda el pie, pero de donde voy a conseguir esa cantidad de dinero si yo apenas me vine con el pasaje”, lamentó, mientras mostraba el documento con el precio del material médico quirúrgico que le solicitan.
Contó que solo trajo dos mudadas y como no tiene un familiar donde ir a lavarlas, se las pone sucias “y más que paso durmiendo en el suelo sucio porque no queda de otras, pero primero Dios pueda resolver esta situación”, se lamentó el maraiteño.
Entre el frío y los lamentos, por la adversidad, transcurren las noches y madrugadas en los alrededores del Hospital Escuela Universitario, ahora convertidos en un gigante “hotel” de los pobres.
Santos Archeaga es una persona que tiene varios días de dormir sobre las raíces d e ese arbol
Tambien esta señora usa de almohada las raíces de este arbol
Las familias ocupan toda el area perimetral para hacer la noche en algun "ladito"
Algunas personas humldes no les dejan ingresar ni de los portooes y se acomodan en las aceras de las chicleras
El compromiso de estar cerca d esus parientes obliga a estas personas a dormir al lado d ealgunos portones de ingreso al centro hospitalario
Gracias a organizaciones religiosas ,estas personas no se acuestan sin cenar
Nery Andino mostró el documento en el que se le indica la compra del material a un valor de 49.000 lempiras
Este panorama de llena de dramas impregnados de miseria
La fundación tiene capacidad para 165 personas diarias.
Autoridades de la Fundación Abrigo, en la Calle de la Salud, informaron que esa institución está al servicio de la población principalmente para aquellas personas de escasos recursos económicos que vienen del interior del país con pacientes al Hospital Escuela Universitario (HEU).
Al respecto, la administradora de esa institución, Anixia Roque, manifestó que desde hace 15 años están atienden la población y les prestan los servicios necesarios para su estadía.
“No cobramos absolutamente nada y las personas se quedan aquí todo el tiempo que tengan a su paciente hospitalizado”, señaló para indicar que no se requiere de mucho requisito, simplemente tienen que llevar una referencia de Trabajo Social del HEU.
Así agregó que “la Fundación tiene capacidad para 165 personas diarias y también estamos en San Pedro Sula en los predios del Hospital Mario Catarino Riva, para prestar el mismo servicio”.
Roque apuntó que muchas de las personas prefieren quedarse durmiendo en las aceras del HEU, porque quieren estar cerca de su pariente enfermo y cuando los necesiten, no estar tan retirados, además dijo que ellos valoran que al ingresar al Hospital no pueden salir porque después los guardias de seguridad no los vuelven a dejar pasar.
http://www.latribuna.hn/2016/12/05/la-calle-suenan-los-familiares-pacientes-hospital-escuela-universitario-galeria/
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