SANTIAGO,
Chile — Cuatro décadas después de que el cuerpo acribillado del
cantautor chileno Víctor Jara apareciera en medio de la violencia
del golpe militar que sacudió a Chile, su familia ha encontrado algo de
justicia en un tribunal de Florida.
Un
juzgado federal en Orlando concluyó que un exoficial del ejército
chileno que emigró a Estados Unidos y trabajó como cocinero es
responsable de la tortura y la ejecución extrajudicial de Jara en el
Estadio Chile, en Santiago, donde estuvo detenido tras el golpe que
llevó al poder al general Augusto Pinochet.
El tribunal también ordenó una indemnización de 28 millones de dólares para la familia Jara.
Pedro
Pablo Barrientos, de 67 años, ahora tiene la nacionalidad
estadounidense y vive en Deltona, Florida. Se le acusaba en el marco de
una demanda civil basada en una ley que apoya a víctimas de violaciones
de los derechos humanos cometidas fuera de Estados Unidos.
En
Chile, Barrientos ha sido procesado por el homicidio de Jara y la
justicia chilena ha solicitado su extradición. No está claro de qué
manera la decisión del tribunal en Florida influirá sobre la petición de
extradición.
Jara,
que tenía 40 años cuando fue asesinado, era un cantante y director de
teatro de gran éxito y popularidad. Militaba en el Partido Comunista y
apoyaba al gobierno de Salvador Allende. Sus canciones, enraizadas
en sus propios orígenes humildes en una familia campesina, hablaban de
pobreza e injusticia y aún se escuchan en todo el mundo. Se le describe
muchas veces como el “Bob Dylan de América del Sur”.
Su
viuda, la bailarina británica Joan Jara, y sus hijas Manuela y Amanda,
que tenían 13 y 8 años en aquel momento, se mudaron al Reino Unido tras
el golpe y desde entonces han tratado de llevar a los responsables al
banquillo de los acusados. Volvieron a radicarse en Chile en 1991.
Joan Jara, de 88 años, habló de cómo su vida fue “cortada en dos” tras el golpe de estado y el asesinato de su marido.
“Fue
el final de mi primera vida porque perdí mucho ese día”, dijo. “Perdí
mi trabajo y mi profesión. Mis hijas dejaron la escuela, sus amigos, su
casa y su país. Nunca pude casarme de nuevo. Estuve muy enamorada de
Víctor”.
Barrientos
compareció ante el juez el 13 de junio acusado por el Center for
Justice & Accountability, una organización de derechos humanos
de San Francisco, y por la firma de abogados de Nueva York Chadbourne
& Parke.
En
2013 habían presentado una demanda civil contra Barrientos en nombre de
la familia de Jara acogiéndose a la ley de protección de víctimas de la
tortura, aprobada para que violadores de derechos humanos que viven en
Estados Unidos rindan cuentas por sus actos.
Un
día después del golpe del 11 de septiembre de 1973, Jara fue detenido,
junto a cientos de profesores y estudiantes, durante el asalto del
ejército a la Universidad Técnica del Estado, donde trabajaba. Los
llevaron al Estadio Chile, convertido en centro de detención. En 2003 el
estadio pasó a llamarse Estadio Víctor Jara.
Tres
días después el cuerpo de Jara, con docenas de heridas de bala,
apareció en las afueras de un cementerio en Santiago junto a otras
cuatro víctimas. La autopsia de sus restos, exhumados en 2009, confirmó
dos disparos en la nuca y otras 44 heridas por todo el cuerpo.
Un
exsoldado, José Navarrete, testificó que Barrientos se jactaba de ser
quien disparó a Jara dos veces en la cabeza. “Solía sacar su pistola y
decir ‘con esta maté a Víctor Jara’”. Navarrete, que dio testimonio en
un video grabado el año pasado, dijo que no había hablado antes por
temor a represalias.
No
se conocía el paradero de Barrientos hasta mediados de 2012, cuando un
equipo de la televisión chilena lo encontró en Florida, donde se había
mudado tras el final de la dictadura chilena en 1990. En diciembre de
2012 un juez chileno, Miguel Vásquez, condenó en ausencia a Barrientos
por el asesinato y lo pidió en extradición a Estados Unidos.

El
abogado del acusado, Luis F. Calderón, describió a Barrientos como un
inmigrante trabajador que trataba de “vivir el sueño americano”.
Barrientos trabajó en el Restaurante Perkins de Deltona durante 10 años.
“Es un hombre sencillo que vive una vida sencilla”, dijo el abogado.
Barrientos
le dijo al juez que se fue a Estados Unidos para ganar dinero para la
educación de sus hijos y no para evadir la justicia. Pero cuando
solicitó la nacionalidad en 2010 no informó de su pasado militar. Dice
que nunca estuvo en el Estadio Chile y niega haber sabido quién era
Víctor Jara hasta 2009, a pesar de la enorme popularidad del cantante.
Varios
exsoldados testificaron que formaron parte de la sección del regimiento
Tejas Verdes bajo ordenes directas de Barrientos en el estadio. Uno de
ellos, Gustavo Baez, describió el ambiente en el estadio y le explicó al
jurado cómo vio a oficiales torturando prisioneros en los vestuarios.
Le pidieron que cargara una docena de cuerpos en camiones.
Dos
personas que estuvieron detenidas en el lugar relataron con detalle la
violencia, los asesinatos y los suicidios que sucedieron al interior del
estadio y cómo a Victor Jara lo separaron del resto y fue golpeado
desde el mismo momento en que entraba al lugar.
“Esa noche
exhibieron a Víctor como un trofeo ante el resto de los oficiales.
Ellos también lo golpearon”, dijo Boris Navia, quien estuvo detenido
allí. Dijo que uno de ellos le aplastó las manos a Jara y lo golpeó en
el brazo mientras le decía “no podrás volver a tocar nunca”.
A
Jara lo separaron para llevárselo a un vestuario, lo golpearon y lo
ejecutaron. Navia dijo que el 15 de septiembre, cuando lo sacaban del
estadio, vio entre 20 y 30 cuerpos apilados a la entrada y que uno de
ellos era el de Jara.
“Víctor
amaba la vida. Estoy contenta de que podamos hacer algo por él, aunque
sea en Estados Unidos. Es nuestro deber”, dijo Erica Osorio, estudiante
de ingeniería de 22 años en el momento del golpe. Ella reconoció a
Barrientos como uno de los oficiales en el estadio.
Almudena
Bernabeu, abogada española del Center for Justice & Accountability
que ha llevado el caso, dijo que ella y sus colegas están “profundamente
satisfechos” del veredicto tras un juicio que ha durado ocho días. “Por
muchos motivos, esta sentencia no es el final sino el comienzo del
esfuerzo para conseguir que sea deportado o extraditado a Chile y así se
haga justicia para la familia Jara”.
Manuela, la hija de Jara, dijo que “estos ochos días han sido emocionalmente intensos”.
Añadió
que “en ellos se ha concentrado todo el dolor, la pena y la rabia por
las que ha pasado Chile y específicamente el horror por lo que sucedió
en el Estadio Chile. La cultura de la mentira, el encubrimiento y el
matonaje ha sido pulverizada por el peso de la verdad en este tribunal”.
https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=7441141544804501065#editor/target=post;postID=6246200566366168775
No hay comentarios :
Publicar un comentario