jueves, 19 de marzo de 2015

“Padres y amigos unidos por la basura”: Día del Padre Hondureño

En el Día del Padre, hoy 19 de marzo en Honduras, EL LIBERTADOR rinde este homenaje a dos pepenadores de basura, José y Adán (fotos); ambos tienen hijos, pero la indigencia que desde siempre han arrastrado cerró cualquier opción de construir siquiera hogares que, con mediana escolaridad y mínimo bienestar, comparten millones de hondureños.
Estos hondureños buscan entre la basura el sustento diario, lidian con sus hijos perdidos en la adicción a las drogas y la prostitución, el desconsuelo de vivir en una sociedad que los ve con indiferencia y sin posibilidad alguna de transitar a la dignidad humana.- Este día sólo José podrá celebrarlo con nietos que cuida y manda a la escuela porque los progenitores los abandonaron, exigencia que lo lleva a cargar bultos de desperdicios para ganar dinero.
Tegucigalpa. José y Adán distan en edad, pero los une la desgracia y el deseo de conseguir alimento buscando entre la basura botes plásticos, papel, cobre, hierro… Ambos son padres y han sido golpeados por las circunstancias de la vida; ninguno celebrará el día del padre con sus hijos. A José, “se le arruinaron”, “una se prostituyó y los otros dos se volvieron drogadictos” y le dejaron dos nietos bajo su cargo. Adán no puede ver a sus hijos biológicos porque, afirma, “me quieren cachimbear” (golpear).
EXPERIENCIA Y JUVENTUD
La juventud de Adán le permite cagar sendos bultos de plástico; a José, los 70 años lo hacen sacar fuerzas y apenas se echa una bolsa de papel por la que recibirá 20 lempiras. La levanta y se rompe. El compañero de trabajo le ofrece otra más resistente y, de inmediato, mueve cuadernos con palabras ignotas, cheques de banco ya cobrados, revistas de corazón. Mientras mueve el pequeño cerro de papel, queda viendo por largo rato un cheque por 10 mil lempiras cobrado en 2007 y lo coloca en el “material” que venderá en pocos minutos. No responde. No dice nada.
HUIR DE LA MISERIA
El sol arde, y el “socio” de José prefiere descansar en una vieja acera, se nota muy agotado aunque la mañana apenas comienza y hay mucho por hacer.-Está apocado, trata de no cruzar palabras con quien escribe esta historia. En cambio, el viejo recuerda los días que cargaba cemento, arena, grava, varillas de hierro a cambio de pocos lempiras y decidió –una mañana de 1992– aventurarse al oficio de recolectar desperdicios. Ya no quería seguir ganando “una miseria”. “Me llevaba hasta 800 lempiras diarios para mi casa y me iba temprano porque le dedicaba tiempo a su esposa”.
SE FUE EL CONSUELO
La compañía de 36 años se fue para no volver. Eso ocurrió hace seis años.-Se le aguan los ojos, se le quiebra la voz; no quiere recordar el día que la esposa murió de un ataque al corazón y a través de la mustia mirada da a entender que si las calles de la misérrima colonia Los Pinos estuvieran pavimentadas, la hubiera llevado de inmediato al hospital y si contara con un par de lempiras para haberle comprado los medicamentos para controlar las dolencias, fuera su fuente de consuelo en estos instantes que las necesidades agobian y los dos nietos –de 15 y 12 años– comienzan a pedir útiles escolares.
ESPACIO AL LLANTO
Adán sólo se limita a escuchar.-Tiene perdida la mirada, como recordando a los vástagos que lo quieren agredir, la exmujer lo odia sin motivos. “Sólo sé que esos dos cipotes me quieren macanear, la mujer tampoco me quiere ver, a saber qué les pasa”, dice con el ceño fruncido. El saco de botellas se calienta con el sol, pero eso no es impedimento para que siga escuchando al compañero de andanzas que narra la trágica pérdida. “Si ella estuviera hoy, tendría en quien desahogar mis penas”, se le quiebra la voz, pero trata de no llorar, de no desvanecerse porque sabe que el hambre no da espacio para sacar las tristezas.
POR LOS NIETOS
Se saca de la bolsa 40 lempiras y cambia el tema: “con este ‘pistillo’ voy a comprar una libra de espaguetis, pasta de tomate, cubitos (condimentos) para almorzar y cenar con los cipotes, todo lo que quiero es que estén bien, que se esfuercen y no fracasen en esta vida como mucha gente lo ha hecho”. El compañero sigue atento a la conversación… “Trato de hacer cualquier mandadito para conseguir un par de pesitos, barro, trapeo, hago lo que sea para que me den algo”, prosigue y cuenta que hace unos días, no tenía 500 lempiras para comprar uniformes y cuadernos, “cuando una señora me dijo que me los daría y sin perder tiempo, me fui al mercado y les compré todo”.
QUITAR CARGAS
Un par de cuadernos y lápices, unas “cubayeras” y pantalones en remate compró el abuelo, los llevó a casa, uniformó a los dos nietos y se ha quitado otra carga, con la ventaja que durará 365 días. Los ojos tristes se vuelven a enrojecer y una gota cristalina cae sobre la tupida barba y dice que “tengo eterna gratitud a esa señora que ha resuelto mi necesidad, si ella me pide cualquier mandado, lo hago con todo gusto”.-Mientras habla, unos 200 metros al fondo, otros “colegas” salen corriendo, cuan ladrones después de cometer un atraco; iban a recoger a una casa varias cajas con viejos retratos que el dueño decidió botar y unas valijas, quien sabe qué contenían como para que los pepenadores aceleraran el paso.
20 LEMPIRAS MÁS
Adán sigue impávido, con la mirada perdida.
– ¿Qué piensa de la situación del país?, le pregunta el reportero, para integrarlo a la charla.
– Está dura la cosa, hay gente que muere atropellada, otros que los matan, uno que no consigue comida y ¡hasta los del tren de limpieza que lo quieren zarandear a uno!, responde.
No tiene más que decir. Ambos se preparan para caminar varios kilómetros hasta llegar donde “Bessy”, quien les comprará lo que llevan en el saco. José recibirá, al menos, 20 lempiras, que le servirán para ajustar las tortillas del almuerzo y cena. El “salvado” es Adán; se llevará a casa unos 150 lempiras.
COMPETIR PARA COMER
Antes podían jactarse que sí tenían ganancias. Hoy, deben competir con 20 pepenadores más que buscan cualquier objeto valioso en bolsas, cajas y contenedores de basura en el bulevar Morazán y alrededores. “La competencia está dura, pero nos metimos a este trabajo y debemos seguir aquí porque no tenemos para dónde agarrar”, es la respuesta que los dos hacen. Ya es marzo, el calor agobia y, al menos, José podrá sentir el calor de los nietos que le dirán “te quiero, papá”. El otro, deberá conformarse con saber que los vástagos andan por ahí sin saber qué hacen, o si lo recuerdan. “No me quieren ver porque pretenden ‘cachimbearme’”. 

 http://www.ellibertador.hn/?q=article/%E2%80%9Cpadres-y-amigos-unidos-por-la-basura%E2%80%9D-d%C3%ADa-del-padre-hondure%C3%B1o 

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