Gustavo Zelaya.
Buena parte de los analistas
oficiales y de los que parecen oficiar como voceros del sistema, que se
presentan como periodistas, escritores, intelectuales, sociólogos, economistas,
obispos, profetas, pastores, etc., repiten constantemente que la situación
nacional es caótica, que hay crisis económica, política y moral, que todos esos
momentos están llevando al país a fases de ingobernabilidad hasta ir generando
eso que llaman Estado degradado, incluso fallido.
Y el problema de ellos no es tanto la
cuarta urna de Pepe Lobo, ni la ineficacia del Tribunal Electoral o la acelerada debilidad
institucional; tampoco les provoca mucha roncha la sustitución de los magistrados
de la Corte Suprema de Justicia y el control de Juan Orlando Hernández sobre el
Congreso Nacional. La dificultad fundamental que quieren enfrentar se llama
Resistencia Popular-Partido Libertad y Refundación y los más de 600 mil votos
obtenidos por Xiomara Castro de Zelaya en las elecciones primarias del año
pasado. La dificultad se les vuelve más compleja cuando se dan cuenta que no
sólo se trata de una determinada cantidad de votos sino que tras de cada
papeleta electoral hay una voluntad popular en contra del desorden social
defendido por esa obscura derecha y sus medios de comunicación. Esa es su
crisis.
Es de tal magnitud todo lo que ocurre
que muchos adversarios al proyecto popular de refundación nacional y otros que
lo respaldan se esmeran en confundir las aspiraciones colectivas con el “programa”
Melista. Muchas veces se dice que son “meladas”, ocurrencias del caudillo,
caprichos personales y ambiciones del comandante vaquero. Claro que hay
componentes de las personalidades en las luchas sociales. El pueblo, la masa,
la militancia, etc., se compone de sujetos particulares y cada quien va
destacando según su capacidad, su formación y habilidad. Otros desempeñamos
papeles anónimos, poco visibles, algunos organizan, otros capacitan, dirigen,
crean, cantan, dan la cara, y así vamos poniendo pequeños detalles por aquí,
por allá, hasta ir construyendo entre todos la organización del pueblo y
accediendo al poder político. Y lo hacemos desde nuestra particular posibilidad.
En todo este caminar es importante saber que estamos en pos de un proyecto
social y político en donde estará presente el hombre y la mujer, juntos, con
sus diferencias, por un ideal que nos haga realmente humanos, cultos, dignos,
participes activos por su dignidad y en interacción con la cultura universal.
Es nuestro proyecto socialista que pondrá
como objetivos dinámicos y llenándose siempre de nuevos contenidos, a la
soberanía nacional, la soberanía alimentaria, energética, minera, educativa,
soberanía popular que no sirva de soporte al neoliberalismo que sólo provoca
muerte, hambre y degradación de las personas y de la naturaleza. Se trata,
pues, de un proceso que nos permita edificar una sociedad diferente por ser más
justa.
Se entiende pues cuál es el miedo de
la oligarquía y el pavor que les provoca su crisis. Pero no es aceptable que
los que se pronuncian a favor de la refundación del país repitan las mismas
palabras de los voceros golpistas y señalen que existe un acomodo, un plan
entre Mel Zelaya y Pepe Lobo para repartirse tajadas del pastel nacional. Ese
concepto de crisis puede servir para conocer de mejor forma las tendencias del
capitalismo nacional, sus limitaciones, las probables salidas a los conflictos
y ver todos esos momentos como parte del proceso de la realidad hondureña.
Tener en cuenta lo anterior podrá servir de base para ir proponiendo alternativas,
opciones, discusiones críticas que puedan incorporarse al socialismo democrático
que se quiere construir.
Pues bien, la crisis en la que estamos
inmersos ha generado la existencia de
mayores grados de explotación del trabajo humano y una considerable disminución
de las políticas públicas encargadas de atenuar el envilecimiento del trabajo. Esto
se nota en el ataque a los fondos de retiro y previsión social, a la escuela
pública y en el deterioro de los sistemas de salud estatal. Se provoca la
quiebra de las empresas estatales para ser entregada a inversores particulares,
siempre y cuando sean afines al mandamás de turno, y aumentan el precio de esos
servicios. Se encarece la canasta básica y disminuye la capacidad de compra de
las personas, del mismo modo hay un descuido consciente en el mantenimiento de
las carreteras, puertos, caminos secundarios, etc., cuestión que impacta en el
costo de las mercancías. Aumenta el número de la población desempleada y crece
también el ámbito de la economía informal debido a la reducción de las fuentes
de trabajo. Los niveles de corrupción se elevan tanto que no sólo se habla de
ese fenómeno en la política, también la actividad privada esta penetrada por
esa actividad hasta convertirse en algo “natural”. Seguramente que existen más
efectos de la crisis y que se manifiestan a nivel individual, subjetivo,
familiar, en cada rincón del país.
En todo este espacio social, más o
menos desde 1979 a la fecha, se ha desarrollado un fino y sostenido trabajo
desde los diferentes gobiernos y siguiendo órdenes del Banco Mundial y del
Fondo Monetario Internacional, que ha desbaratado todo el sistema de protección
de los trabajadores, que ha atentado contra sus derechos obtenidos después de
largas y sangrientas luchas. Disminuyen las conquistas sociales para aumentar
constantemente la ganancia de los grandes empresarios. La devaluación de la
moneda es la salida a todos los males fiscales y ningún economista oficial se
atreve a proponer la revaluación del dinero.
Un efecto de todo ello es la
proliferación de las zonas urbanas marginadas y de grupos de población
considerados marginales que, desde la concepción policial de la oligarquía,
pueden ser liquidados y, de hecho, son eliminados en cada esquina, en cada
calle, en cada pueblo; no importa cómo, de todos modos la supuesta autoridad
pública tiene a mano la explicación a priori: normalmente las víctimas tenían
antecedentes, son asesinadas por riña entre pandillas, son asuntos del
sicariato o del narcomenudeo etc., sin necesidad de llevar a cabo la obligada
investigación del crimen.
La incapacidad de la oligarquía de
enfrentar la crisis les ha hecho creer que estamos envueltos en una catástrofe sin
salida, y que se requieren medidas drásticas, radicales cortes quirúrgicos, los
más moderados de los grupos del poder proponen “medidas heroicas” que afectan a
la mayoría de la población mientras que ellos engordan su barriga. Y frecuentemente
se producen visitas de “buena vecindad” de los comandantes militares
norteamericanos que son recibidos por el gobernante local. Tales formas,
burdas, torpes, de salir de la crisis que provocó su ceguera política van desde
el Golpe de Estado, la entrega de los recursos naturales, la venta del país a
pedazos, la represión del pueblo, el descarado fraude electoral y algo extremo,
pero muy posible en su paranoica concepción del orden, es el asesinato de más
dirigentes populares y líderes políticos.
El 2013 debe ser el año del triunfo político
del partido Libertad y Refundación, pero también es el período de mayor terror
de la oligarquía al saber de la real posibilidad de la candidatura de Xiomara
Castro de Zelaya. Y en esta fase de la crisis también podrá mostrarse con más
claridad el carácter asesino y demencial de los grupos económicos que ven
amenazada su hegemonía política. Conociendo las actuaciones criminales que desplegaron
en junio de 2009, es probable que se hayan puesto como meta para detener el
avance de Libertad y Refundación el mes de septiembre, dos meses antes de las
elecciones generales.
Son conscientes de la fuerza de LIBRE
y de la existencia de tendencias que resquebrajan en alguna medida el “orden”
social existente; saben muy bien que aunque el partido del pueblo y de la
fuerzas democráticas no tengan todavía la capacidad suficiente de transformar
la sociedad hondureña, si pueden modificar radicalmente nuestra realidad, pueden
hacerla más humana y sentar sólidos
cimientos para el buen vivir de todos y todas la hondureñas. Ni siquiera ha
terminado el primer mes del año y esa enloquecida oligarquía está dispuesta a
detener el proceso de emancipación popular como sea, con los medios que sean y
a costa de la vida de quien sea. A la vista tenemos una de las tareas
fundamentales del pueblo organizado en la Resistencia Popular y en el partido
Libertad y Refundación: asegurar y proteger la integridad física de nuestros
candidatos, cuidar la vida de Xiomara Castro de Zelaya y de Manuel Zelaya
Rosales. Cuidarnos todos, cuidarlos a todos y a todas los que conforman las
filas del pueblo que lucha por la refundación de Honduras. Y, entre cada acción
de defensa pacífica de nuestros dirigentes, continuar el trabajo de organización,
capacitación y movilización del pueblo.
8 de enero de 2013.
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