26 de enero de 2013.
Gustavo Zelaya.
Bien sabemos que la historia hondureña
se trastornó radicalmente a partir del golpe de Estado contra Manuel Zelaya
Rosales. Desde ese momento la histórica represión contra el pueblo hondureño se
agudizó y se manifestó con claridad la condición criminal del sector
oligárquico que decidió efectuar la ruptura constitucional.
Y entre tanta
dureza fue creciendo la respuesta popular nucleada en el Frente Nacional de
Resistencia Popular, del mismo modo, entre golpizas y violaciones a los
derechos humanos, fueron brotando
distintas formas artísticas y conceptuales que intentan forjar nuevos
contenidos que han enriquecido la
identidad nacional, criterios diferentes, muy críticos, contestatarios y opuestos
a la tradición. Muestra de todo ello son las opiniones políticas de muchos
hondureños y las creaciones artísticas elaboradas al calor de la oposición
popular frente al golpismo.
Hay varios consecuencias de ese esfuerzo
creativo, por ejemplo, el gradual desarrollo de la conciencia popular, nuevas
fases de participación de la mujer y de otros grupos sociales tradicionalmente
excluidos de la práctica política, pero, sobre todo, la organización de la más
importante fuerza política en los últimos cuarenta años como es el partido
Libertad y Refundación, surgido de la Resistencia Popular y permeado de
diversos matices ideológicos, a veces opuestos, sintetizando lo que ocurre a
nivel general: progreso, caudillismo, gremialismo, lucha por acceder al poder,
lucha por transformar el poder, reformismo, revolución, juventud, madurez,
alegría, indignación. Todos esos momentos están conviviendo en una extraña
mixtura que inició rechazando el golpe de Estado y que ahora pugna por
construir otra sociedad.
Otro resultado fundamental de esta
historia inmediata, de la brutalidad del golpe y de la perversa desigualdad
existente, es que entre muchos grupos políticos opuestos al bipartidismo se ha
desarrollado la idea de que existe la
urgente necesidad de buscar una alternativa al capitalismo neoliberal y que esa
búsqueda tiene como base natural a la resistencia civil pacífica, como la
categoría humana de las personas y de su
conciencia. Ese proceso, que no nace el 28 de junio de 2009 sino que tiene raíces en la historia
nacional y que podrían rastrearse un poco antes de 1940, con la oposición
antiimperialista ejemplificada en Froylan Turcios y Visitación Padilla y con la
movilización y organización popular que se estaba gestando a finales de la
dictadura de Tiburcio Carías, se expresa
en la huelga bananera de 1954, en la
formación de entidades políticas de inspiración marxista, cristianas, democráticas
y en sindicatos que han contribuido a elevar las condiciones económicas y de seguridad
en los centros de trabajo.
Todas esas fases que se entrelazan con
la formación de la Resistencia Popular en el 2009 y en su consecuencia política, el partido
Libre y el Espacio Refundacional, pueden
conducir a la construcción de un sistema social justo, equitativo y al servicio
del pueblo hondureño. Esa posibilidad de una sociedad diferente tendrá que
entenderse como un proceso complejo en donde participan grupos sociales y
políticos diversos que se mantendrán en ese proyecto hasta donde lo permitan
sus intereses.
En esa dinámica del movimiento social
hay que considerar que lo que ocurre en nuestro país no es un fenómeno estrictamente local sino que
se vincula con las tendencias mundiales de resistencia frente al sistema
neoliberal y se puede ver en muchos países de Latino América y de otros
continentes. Es decir, la aproximación a formas de vida más democráticas y
equitativas estará influida por algunos factores externos como la agresividad
de la ultraderecha internacional, del imperialismo norteamericano, de las
agencias financieras mundiales y de la solidaridad de otros países que
construyen sociedades al margen de las medidas neoliberales, pero lo
determinante estará en la capacidad organizativa del Frente Nacional de
Resistencia Popular, del partido Libertad y Refundación y de otros grupos
políticos, para construir ámbitos unitarios y de lucha en donde se acrisole la
lucha popular.
Cualquier intento de forjar la unidad de
las distintas fuerzas antioligarquicas debe concebirse no sólo como algo que se
logra entre algunos movimientos políticos, ello sólo provocaría debilitamiento
y fraccionamiento de los grupos opuestos al desorden social existente. Y por
ello el trabajo unitario no tiene que quedarse en un ejercicio discursivo,
retórico, sino que debe dar paso a la elaboración de argumentos sólidos,
generados en el debate, que puedan mostrar las razones convincentes, necesarias
y suficientes, de porqué hay que edificar un proyecto y un programa político
que sirva de soporte real, racional, perenne, para la sociedad a la que
aspiramos muchos hondureños.
La resistencia popular como expresión
del nuevo nivel de lucha del pueblo hondureño, en sus fundamentos tiene al
menos tres momentos decisorios: aparece como una fase novedosa en la conciencia popular que se opone al golpe
de Estado del 28 de junio; es un intento efectivo de pasar de esa lucha a la
organización política y social en donde se identifique y concentre buena parte
del pueblo; es en donde se expresa un movimiento masivo que busca generar su
propia teoría política que pueda orientar, tanto tareas presentes como futuras,
que permita ir consolidando el desarrollo nacional.
Todas las distintas fases por las que ha
pasado el proceso de la resistencia revelan algo inédito, no existente en procesos
reivindicativos similares, no nace como reacción a conflictos externos, sino
que surge y se desarrolla motivado por una necesidad interna y gravitando desde
la experiencia del pueblo que ha visto rechazados sus derechos políticos y
económicos a favor de los intereses oligárquicos. Esto es diferente. No ha
nacido el movimiento contestatario y transformador de la resistencia como
rechazo a la presencia de tropas extranjeras, ni protestando porque el país
esté apoyando la intervención militar en otros países como ocurrió entre 1978 y
1994 con Nicaragua y El Salvador, cuando el país se convirtió en la plataforma
contrarrevolucionaria de los Estados Unidos con la participación activa de los
gobernantes locales como Roberto Suazo Córdoba y los gobiernos sucesivos. Nace,
entonces, para superar la represión, la explotación de las personas, el saqueo
de los recursos naturales y para devolver al pueblo su soberanía
Así, todo este movimiento reivindicador,
refundador, se ha propuesto varios objetivos estratégicos, como ser: consolidar
un partido político para alcanzar el poder y transformar el país; desarrollar
nuevas formas éticas que puedan ordenar
el movimiento y la praxis política de sus militantes y simpatizantes, para ir
erigiendo poco a poco un humanismo superior, constituido desde la cultura
popular, que se fundamente también en el conocimiento y en valores que
sustituyan el abuso, la corrupción, la brutalidad, el autoritarismo y las
relaciones patriarcales que han regido durante varios siglos la vida de todos
los hondureños. Esas aspiraciones pueden conducirnos a desarrollar nuevos
ideales originados en el pensamiento y en la práctica de nuestros próceres y en
el pensamiento crítico universal que pone en sitiales más elevados eso que
llamamos ser humano.
La disposición del pueblo en resistencia y de las fuerzas
democráticas que se proponen la refundación del país la vimos de nuevo este 24
de enero en la masividad de la protesta nacional, en la urgencia de oponerse
sistemáticamente a la arbitrariedad del gobierno de Lobo Sosa, en la alegría
que muestra el pueblo y en la exigencia popular por mantener en alto la lucha
reivindicativa hasta lograr el poder.
26 de enero de 2013.
Bien sabemos que la historia hondureña
se trastornó radicalmente a partir del golpe de Estado contra Manuel Zelaya
Rosales. Desde ese momento la histórica represión contra el pueblo hondureño se
agudizó y se manifestó con claridad la condición criminal del sector
oligárquico que decidió efectuar la ruptura constitucional. Y entre tanta
dureza fue creciendo la respuesta popular nucleada en el Frente Nacional de
Resistencia Popular, del mismo modo, entre golpizas y violaciones a los
derechos humanos, fueron brotando
distintas formas artísticas y conceptuales que intentan forjar nuevos
contenidos que han enriquecido la
identidad nacional, criterios diferentes, muy críticos, contestatarios y opuestos
a la tradición. Muestra de todo ello son las opiniones políticas de muchos
hondureños y las creaciones artísticas elaboradas al calor de la oposición
popular frente al golpismo.
Hay varios consecuencias de ese esfuerzo
creativo, por ejemplo, el gradual desarrollo de la conciencia popular, nuevas
fases de participación de la mujer y de otros grupos sociales tradicionalmente
excluidos de la práctica política, pero, sobre todo, la organización de la más
importante fuerza política en los últimos cuarenta años como es el partido
Libertad y Refundación, surgido de la Resistencia Popular y permeado de
diversos matices ideológicos, a veces opuestos, sintetizando lo que ocurre a
nivel general: progreso, caudillismo, gremialismo, lucha por acceder al poder,
lucha por transformar el poder, reformismo, revolución, juventud, madurez,
alegría, indignación. Todos esos momentos están conviviendo en una extraña
mixtura que inició rechazando el golpe de Estado y que ahora pugna por
construir otra sociedad.
Otro resultado fundamental de esta
historia inmediata, de la brutalidad del golpe y de la perversa desigualdad
existente, es que entre muchos grupos políticos opuestos al bipartidismo se ha
desarrollado la idea de que existe la
urgente necesidad de buscar una alternativa al capitalismo neoliberal y que esa
búsqueda tiene como base natural a la resistencia civil pacífica, como la
categoría humana de las personas y de su
conciencia.
Ese proceso, que no nace el 28 de junio de 2009 sino que tiene raíces en la historia
nacional y que podrían rastrearse un poco antes de 1940, con la oposición
antiimperialista ejemplificada en Froylan Turcios y Visitación Padilla y con la
movilización y organización popular que se estaba gestando a finales de la
dictadura de Tiburcio Carías, se expresa
en la huelga bananera de 1954, en la
formación de entidades políticas de inspiración marxista, cristianas, democráticas
y en sindicatos que han contribuido a elevar las condiciones económicas y de seguridad
en los centros de trabajo.
Todas esas fases que se entrelazan con
la formación de la Resistencia Popular en el 2009 y en su consecuencia política, el partido
Libre y el Espacio Refundacional, pueden
conducir a la construcción de un sistema social justo, equitativo y al servicio
del pueblo hondureño. Esa posibilidad de una sociedad diferente tendrá que
entenderse como un proceso complejo en donde participan grupos sociales y
políticos diversos que se mantendrán en ese proyecto hasta donde lo permitan
sus intereses.
En esa dinámica del movimiento social
hay que considerar que lo que ocurre en nuestro país no es un fenómeno estrictamente local sino que
se vincula con las tendencias mundiales de resistencia frente al sistema
neoliberal y se puede ver en muchos países de Latino América y de otros
continentes. Es decir, la aproximación a formas de vida más democráticas y
equitativas estará influida por algunos factores externos como la agresividad
de la ultraderecha internacional, del imperialismo norteamericano, de las
agencias financieras mundiales y de la solidaridad de otros países que
construyen sociedades al margen de las medidas neoliberales, pero lo
determinante estará en la capacidad organizativa del Frente Nacional de
Resistencia Popular, del partido Libertad y Refundación y de otros grupos
políticos, para construir ámbitos unitarios y de lucha en donde se acrisole la
lucha popular.
Cualquier intento de forjar la unidad de
las distintas fuerzas antioligarquicas debe concebirse no sólo como algo que se
logra entre algunos movimientos políticos, ello sólo provocaría debilitamiento
y fraccionamiento de los grupos opuestos al desorden social existente. Y por
ello el trabajo unitario no tiene que quedarse en un ejercicio discursivo,
retórico, sino que debe dar paso a la elaboración de argumentos sólidos,
generados en el debate, que puedan mostrar las razones convincentes, necesarias
y suficientes, de porqué hay que edificar un proyecto y un programa político
que sirva de soporte real, racional, perenne, para la sociedad a la que
aspiramos muchos hondureños.
La resistencia popular como expresión
del nuevo nivel de lucha del pueblo hondureño, en sus fundamentos tiene al
menos tres momentos decisorios: aparece como una fase novedosa en la conciencia popular que se opone al golpe
de Estado del 28 de junio; es un intento efectivo de pasar de esa lucha a la
organización política y social en donde se identifique y concentre buena parte
del pueblo; es en donde se expresa un movimiento masivo que busca generar su
propia teoría política que pueda orientar, tanto tareas presentes como futuras,
que permita ir consolidando el desarrollo nacional.
Todas las distintas fases por las que ha
pasado el proceso de la resistencia revelan algo inédito, no existente en procesos
reivindicativos similares, no nace como reacción a conflictos externos, sino
que surge y se desarrolla motivado por una necesidad interna y gravitando desde
la experiencia del pueblo que ha visto rechazados sus derechos políticos y
económicos a favor de los intereses oligárquicos. Esto es diferente. No ha
nacido el movimiento contestatario y transformador de la resistencia como
rechazo a la presencia de tropas extranjeras, ni protestando porque el país
esté apoyando la intervención militar en otros países como ocurrió entre 1978 y
1994 con Nicaragua y El Salvador, cuando el país se convirtió en la plataforma
contrarrevolucionaria de los Estados Unidos con la participación activa de los
gobernantes locales como Roberto Suazo Córdoba y los gobiernos sucesivos. Nace,
entonces, para superar la represión, la explotación de las personas, el saqueo
de los recursos naturales y para devolver al pueblo su soberanía
Así, todo este movimiento reivindicador,
refundador, se ha propuesto varios objetivos estratégicos, como ser: consolidar
un partido político para alcanzar el poder y transformar el país; desarrollar
nuevas formas éticas que puedan ordenar
el movimiento y la praxis política de sus militantes y simpatizantes, para ir
erigiendo poco a poco un humanismo superior, constituido desde la cultura
popular, que se fundamente también en el conocimiento y en valores que
sustituyan el abuso, la corrupción, la brutalidad, el autoritarismo y las
relaciones patriarcales que han regido durante varios siglos la vida de todos
los hondureños. Esas aspiraciones pueden conducirnos a desarrollar nuevos
ideales originados en el pensamiento y en la práctica de nuestros próceres y en
el pensamiento crítico universal que pone en sitiales más elevados eso que
llamamos ser humano. La disposición del pueblo en resistencia y de las fuerzas
democráticas que se proponen la refundación del país la vimos de nuevo este 24
de enero en la masividad de la protesta nacional, en la urgencia de oponerse
sistemáticamente a la arbitrariedad del gobierno de Lobo Sosa, en la alegría
que muestra el pueblo y en la exigencia popular por mantener en alto la lucha
reivindicativa hasta lograr el poder.
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