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Domingo 04 de Agosto de 2013 -12:10
Rodolfo Pastor Fasquelle
En
círculos de seudo intelectuales, viejas chismosas y aquelarres de
políticos de oficio o sin él proliferan en las últimas horas insultos
contra Xiomara porque ha sido antes de candidata, ama de casa. Repiten
esa línea sin variantes todos los loros del corral.
A mí me
consta (estuve ahí) que Xiomara Castro supo, cuando coordinó la Red
Solidaria, liderar honestamente a un equipo de profesionales de altos
quilates, a los que atendía y escuchaba y conducía con inteligencia y
simpatía, con liderazgo, rigor y don de gente, aunque en aquel entonces
le debía obediencia al Presidente, que a veces le estorbó. Doy fe.
Por
supuesto, antes fue ama de casa y después. Había criado a un haz de
hijos que ya en 2009 eran adolescentes, y ahora anda de abuela colgada
de güirros y cipotillas que la adoran. Le había provisto por años a su
marido el apoyo doméstico, sin el cual ninguno puede trascender, la paz y
la tranquilidad de dos tiempos de comida caliente en los extremos del
día, la confianza de que se administran bien los recursos que llevamos
cada uno al hogar que, para cada quien, es el centro del mundo. Como
fueron amas de casa mi abuela, gran señora y mi bisabuela, que fue
también panadera, mi madre y, a pesar suyo, mis hermanas, como lo ha
sido en distintas etapas de su vida mi mujer y tendrán que serlo mis
hijas…Y me cuesta trabajo pensar que alguien pueda desestimar esas
labores que creo que le ayudarán a Xiomara a ser buena administradora de
la Casa de Gobierno. Burlarse de ella porque fue ama de casa es como
burlarse de Mel porque hubiese administrado una finca. Porque estos
cínicos y bufones ociosos lo único que respetan es la sinvergüenzada de
la conspiración, la impostura de ser sabios solones y abogados del
diablo, artistas frustrados y cortesanas de palacio o de casa de té.
Y creen
que lo que lo capacita a uno para ser buen administrador es el
perfeccionamiento del arte del fraude y de la mandracada, la odiosa
chismografía de la política vernácula y la práctica irredenta de la
zancadilla y de la campaña de rumor y mentiras como instrumento de
lucha, según la vieja máxima de Salvador, Indiano y J.J. Rendón.
Afín al femicidio, el machismo
es viejo prejuicio de la cultura local y no solo de los hombres; es
bien sabido que lo reproducen las madres en hijos e hijas y es un
atavismo que supone que a cada género se corresponde una determinada
función social, que las más complejas funciones incumben a los varones y
solo las más sencillas y limitadas a las hembras, porque los machos son
supuestamente “superiores”. Así concluye el macho que las tareas que
realizan las amas de casa son inferiores, a las de la empresa, el
servicio público, las armas, la toga, las letras o la contaduría. Un
poco vulgar y otro poco corriente.
Ese
concepto primitivo supone que las mujeres son buenas para el metate o
para el petate, pero no sirven para más que parenderas y cocineras.
Deben someterse voluntariamente al maltrato del patán y a la
subordinación, deben “saber cuál es su lugar y guardarlo”. No escapo
totalmente de las limitaciones de mi cultura. Pero en mi familia y entre
mis amistades, muchos hombres y mujeres también han logrado liberarse
de esos estereotipos. Y han asumido las damas posiciones de liderazgo y
dirección de empresas y organizaciones complejas y cualquiera de ellas
me mandaría al carajo en el momento que pretendiera yo desestimar las
funciones que, de todas formas, desempeñan como amas de casa, para sus
familias.
Que se
sigan burlando, Señora, los bufones y se muerdan la lengua, estos
malnacidos. A ver a qué hora se dan cuenta que las mujeres han sido son o
serán amas de casa. Más diestras, más que la mayoría de los varoncitos,
en el arte de llevar un orden y una relación. Y que cuando las
insultan, lo hacen con más de la mitad del electorado. Déjelos estar.
Honduras va a tener pronto a una presidente, que será su propia mujer,
libre y consciente de que se debe a la totalidad de la nación y ¡su
gestión no tendrá desperdicio! Podremos estar orgullosos de Xiomara los
más nobles y beso su mano en agradecimiento anticipado.
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