martes, 30 de agosto de 2011

Liliany Obando, socióloga, presa politica.

Hablemos  de  INTERCAMBIO  Humanitario, no  de  unilateralidad, porque los miles  de  presos políticos son humanos también 
Sorprende la ausencia del concepto  Intercambio  Humanitario en la última misiva enviada a la insurgencia.    Un país que busca la paz verdadera no puede seguir ignorando a miles  de  presos políticos que son la expresión palpable del pensamiento encarcelado.

Tuvimos conocimiento, por los medios,  de  la carta enviada por Piedad Córdoba a la insurgencia colombiana (FARC); y nos ha sorprendido en el más alto grado esa carta. Nos ha sorprendido el tenor  de  la propuesta, y la ausencia del concepto  de  INTERCAMBIO  humanitario: ese concepto por el cual gran parte del pueblo colombiano ha apoyado las gestiones  de  Piedad Córdoba.
No es un secreto que los intercambios epistolares entre Piedad Córdoba y la insurgencia son intercambios públicos, que son tomados como trampolín para abrir un debate necesario para la sociedad colombiana, que viene siendo ahogada desde hace años por la censura implantada por el exterminio practicado por el Terror  de  Estado contra todo aquel o aquella que ose alzar su voz en reivindicación social, política.
Es por ello que hacemos pública esta reflexión, no siendo parte ni del grupo  de  Colombianos y Colombianas por la Paz      del cual forma parte Piedad Córdoba, ni siendo tampoco parte  de  ninguna  de  las insurgencias que hay en Colombia; alzamos sin embargo nuestras voces por un tema que es  de  todos y no puede quedar circunscrito a unas élites, sino que debe ser debate del pueblo entero.
Nos parece bien que Piedad Córdoba y su grupo instauren el diálogo como mecanismo fundamental para la resolución  de  conflictos, nos parece esencial la labor  de  Piedad, que ha sabido tomar el mandato que sus electores le han dado como senadora (aunque ahora no lo sea por una decisión arbitraria del procurador Ordóñez) para elevar ante el país y el mundo la importancia  de  que la salida al conflicto social y armado  de  Colombia pase por una salida negociada, debatida, dialogada que toque los puntos raizales del conflicto, como lo son la tenencia  de  tierras y las profundas desigualdades sociales que han generado el conflicto social (que devino en conflicto armado ante la intolerancia genocida del estado).
Lo que no se entiende  de  la última carta  de  Piedad Córdoba, y que    sorprende en alto grado, es por qué no presionan para la liberaciones  de  los miles  de  presos políticos que tiene el estado.      Sorprende que pidan otra liberación unilateral, cómo si los presos políticos que sufren hacinamiento, torturas y arbitrariedades contínuas no debieran ser objeto  de  preocupación humanitaria.  Es demasiado desigual el petitorio cómo para para no sorprender a una sociedad que cuenta con miles  de  presos y presas políticas.
Nos resulta chocante en la última carta  de  Piedad Córdoba la ausencia del concepto  de  intercambio  humanitario, un concepto medular del DIH; y una necesidad urgente para un país que tiene a miles  de  familias con un preso o una presa política en las peores condiciones. Es un imperativo que estos presos políticos sean reclamados por quiénes buscan darle un carácter más humanitario al drama colombiano.
La vida y la libertad  de  sindicalistas, maestros, estudiantes, abogados, campesinos, ambientalistas, sociólogos, artistas, campesinos, académicos (etc) presos bajo montajes judiciales TAMBIÉN tiene valor, y parece muy triste que nadie los reclame.      Son más  de  7.500 presos políticos del estado colombiano: ¿por qué no los incluyen en esa carta, por qué no se habla  de  INTERCAMBIO  Humanitario? 
Esta es una pregunta que podría ser para Piedad Córdoba y para    Colombianos y Colombianas por la Paz, pero sobretodo es una pregunta abierta, una pregunta que busca sentar bases  de  igualdad. 
Colombia se caracteriza por ser un país profundamente clasista, en el que la clase oligárquica ha incluso instaurado (mediante sus medios)   la terminología  de      "los desechables"  para designar a la población más empobrecida. Tal vez el hecho que sean reclamados unos presos y no otros, obedece a ese secular clasismo, y no debemos normalizarlo, sino alzar nuestras voces: los miles  de  presos políticos no son seres humanos  de  segunda categoría.      Un país que busca la paz verdadera no puede seguir ignorando a miles  de  presos políticos que son la expresión palpable del pensamiento encarcelado.
Los medios  de  comunicación masiva colombianos invisibilizan sistemáticamente a los miles  de  presos políticos: son unos medios que difunden lo que está acorde con los intereses  de  sus propietarios. Pero la sociedad debe reclamar a los presos políticos así estos sean invisibilizados por el poder, por los mass-media, por los ‘tanques  de  pensamiento’ funcionales al régimen, o incluso por personas de buena voluntad que los invisibilizan siguiendo acríticamente la cruel inercia general: a la sociedad le corresponde reclamar a sus presos, a aquellos seres humanos encarcelados por preocuparse por el bien social, por el bien  de  la colectividad.
Y  de  la constatación y conciencia colectiva  de  la existencia  de  los y las presos políticos, surgen las preguntas esenciales para la verdadera Paz que ansía el pueblo colombiano, una paz con justicia social:
¿Qué Paz se puede lograr si se acepta que se encarcele el pensamiento crítico? 
¿Por qué han sido encarcelados miles  de  hombres y mujeres; acaso la sociedad acepta que se criminalice al que justamente busca alimentar procesos  de  construcción social y  de  reivindicación política?
¿Qué nivel  de  tolerancia política demuestra un estado que encarcela al opositor o lo asesina mediante la fuerza pública o la herramienta paramilitar?
¿Cuáles son las reivindicaciones sociales, políticas, económicas, medioambientales que han sido castigadas con encarcelamiento  de  quién las enarbola?
¿Si estas reivindicaciones son raíz  de  tejido social y  de  paz, es justo tolerar en silencio que la raíz  de  la paz esté enjaulada? 
La Paz necesita pensamiento crítico y espacio para la reivindicación social y política sin que el que ejerza la reivindicación sea expuesto al exterminio o la cárcel.
Un país en el que son asesinados el 60%  de  los sindicalistas asesinados en el mundo por las herramientas  de  exterminio  de  las multinacionales y el estado colombiano, es un país con unos niveles  de  represión que deben ser cuestionados como eje central para la consecución  de  la Paz.
La represión es en efecto uno  de  los pilares  de  la guerra: para el gran capital esta represión y violencia desatada contra el opositor civil es garantía  de  eliminación  de  sus contradictores. Un país en el que el 40% del territorio está entregado en concesiones a multinacionales mineras, es un país cuya población está en inminente riesgo  de  desplazamiento: las masacres  de  la herramienta paramilitar se encargan  de  vaciar extensas zonas  de  población con el fin  de  que estas zonas codiciadas por las multinacionales estén libres  de  habitantes y reivindicaciones.
La concatenación entre: 1. saqueo  de  los recursos, 2. empobrecimiento y devastación medioambiental; 3. reivindicación social; 4.. violencia militar, paramilitar y judicial contra la reivindicación social (masacres, encarcelamientos arbitrarios); 5. desplazamientos masivos  de  poblaciones operados mediante terroríficas masacres dirigidas contra la población civil por la herramienta paramilitar, es una evidencia que no podemos seguir ignorando.  La guerra económica que asesina a 20.000 niños anualmente por física hambre, mientras unas pocas familias y multinacionales se hacen con las tierras para saquear el oro, o sembrar palma africana para alimentar con agro combustibles a los automóviles es una realidad  de  injusticia social llevada a un grado demencial: debemos salir  de  esa demencia para frenar la guerra, que nace justamente  de  la locura que consiste en aceptar que los niños mueran  de  hambre mientras otros se enriquecen con las tierras despojadas. Hay una demencia que acepta la desigualdad social abrumadora que desangra a Colombia (el país más desigual  de  Latinoamérica, según el coeficiente GINI  de  2010); la misma demencia social, cultivada por la alienación mediática, acepta que se ejerza una brutal represión contra los que cuestionan la injusticia social.
Un pueblo que quiere construir la Paz, no puede dejar  de  lado la reivindicación  de  libertad para sus presos políticos, porque ellos representan la historia truncada, el proceso social enjaulado, el tejido humano engrilletado. Los presos políticos son banderas vivas  de  la historia  de  emancipación social  de  los pueblos, y ningún pueblo obtiene paz si su historia social es amordazada e impedida. 
-- De: martires Aztra <vocesobreras.ec@gmail.com>
Asunto: Por Liliany Obando socióloga presa política

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