
Publicado: 28 Marzo 2018
Los avances y retrocesos de la nación hondureña a través del tiempo son “banda sin fin”, circulo vicioso funesto que hace concluir a pensadores del orden que países como Honduras nunca se quiebran. Que jamás rompen las cadenas de humillación y atraso.
EDITORIAL
“El silencio de los inocentes”
El
envejecimiento continúa siendo un misterio para la ciencia, a lo largo
de la vida se sacan tantas copias de las células que se transmiten hasta
los errores, los huesos de la cara se han ido modificando cada dos años
desde que nacemos, las imperfecciones se van acentuando, así cuando
somos ancianos parecemos otra persona. Necesitamos oxigeno para
sobrevivir pero se ha ido envenenando. La energía también está
contaminada, las mitocondrias y las células se ahogan, nuestro cuerpo ya
no puede reparar las células y finalmente falla, muere. Un proceso casi
imperceptible de decadencia que también padecen los países cuando los
yerros repetitivos de sus sistemas anulan al pueblo.
Eso
no pasará en Honduras afirman los tanques de pensamiento en Washington y
lo repiten aquí consejeros íntimos del poder en citas con empresarios y
en el circulo que asesora el gobierno de Juan Hernández.- La tesis de
la élite dominante no es nueva, ni tontería alcohólica, se sustenta en
la historia del pueblo hondureño, lo ven inferior, incapaz de rebelarse y
de organizarse para tomar el poder, más allá de romper vidrios y
marchas no ven cercano que amenace intereses locales de Estados Unidos y
de la clase criolla que se reserva el capital, la justicia, la política
y toda la economía.
Los
avances y retrocesos de la nación hondureña a través del tiempo son
“banda sin fin”, circulo vicioso funesto que hace concluir a pensadores
del orden que países como Honduras nunca se quiebran, parten de que no
se quebró en una revolución en el siglo XX cuando en América Latina los
pueblos de Cuba y Nicaragua tomaban el poder con guerra de guerrillas y
con armas vencían dictadores que nombraba y sostenía la “Casa Blanca”.
El
levantamiento popular era continental y al tenor que asumiera o no el
control de sus países, estremecieron estructuras, aquí cerca ocurrió en
Guatemala y en El Salvador, menos en Honduras, donde invitados a la
fiesta del 4 de julio de la embajada de EE.UU, se ufanaban de cierta
superioridad regional para calmar los conflictos sociales; en informes
clasificados el embajador decía otra cosa, que los hondureños no tenían
coraje para sacudirse el humillante trato de sus socios, para su gusto,
gobiernos corruptos e “hijos de puta”, y eso aún cree el Departamento de
Estado, por eso nombró a JOH, si dudara el presidente sería Nasrallla.
Decidió
entre el “chavismo” y el “dictador benigno”. Hernández hace años gasta
fortunas comprando imagen de incondicional a EE.UU., no ha parado de
enviar comitivas que llenan las bolsas de “lobistas” que viven de sus
relaciones en Washington, son quienes hacen citas y sientan a sus
clientes para mentir contra “opositores” y oferten su buen perfil de
servidumbre.
Quien
estudia cómo funciona EE.UU. sabe que su comunidad de inteligencia ha
perdido calidad, sus agentes están ocupados en cuidar el empleo y
pensiones en la era Trump; sus informes son crónicas de chismes y las
recomendaciones incluyen la foto de Chávez. Pensar
que Nasralla es chavista es tan ingenuo como subvalorar la conducta y
enfado del hondureño desde el golpe de Estado de 2009 hasta el fraude
electoral de 2017.
Una
combinación de generaciones se ha vuelto intolerante con este sistema
que en el aire corrompe lo que cae a la tierra; ya acabado tiene rostro
de ladrón, de golpista, de sanguinario, de fraudulento; sobre el
silencio de los inocentes y su bananera, otro pueblo va naciendo, pues,
todo viaje llega a su final, ¡pero que viaje ha empezado!, atrás irá
quedando Disney.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/2770-editorial-y-portada-el-libertador-impreso-el-silencio-de-los-inocentes
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