martes, 15 de octubre de 2013

HONDURAS: La necesidad del gobierno de Libre

Gustavo Zelaya
Entre 1982 y junio de 2009 existió la supuesta democracia estilo Honduras. Aunque lo prohibiera la constitución del 82, fue el momento cuando en el suelo nacional se instalaron tres ejércitos extranjeros: la contra somocista de Nicaragua, batallones salvadoreños  y tropas especiales norteamericanas, para combatir el diabólico comunismo, defender los valores cristianos occidentales y la sagrada empresa privada; por todo ello, miles de nicaragüense fueron asesinados en operaciones respaldadas por la CIA y por la narcoactividad; fue una normal operación combinada entre el departamento de Estado norteamericano y sus socios contrabandistas de armas, traficantes de drogas y terroristas gusanos de Miami. Si se revisan todas las guerras imperiales pasadas y actuales, parece que en nuestro país se libró la más teológica batalla contra el maligno. Incluso, los recursos alcanzaron para erigir iglesias en honor a los santos pasaportes, estadios romanos y bendiciones papales para un místico fundamental que todavía oficia en el departamento de La Paz.
En tal actividad a favor de la cultura occidental casi doscientos hondureños corrieron la misma suerte de sus hermanos nicaragüenses, a los nuestros se  les clasificó como desaparecidos y a otros que no se les encontraba en ningún lugar, el mandatario de turno, Roberto Suazo Córdova, dijo que seguramente se dedicaban a operaciones intergalácticas ya que estaban en las estrellas, en la Luna o en Júpiter. Alrededor de seiscientas personas entre niñas, niños, hombres y mujeres salvadoreñas fueron cruel y cobardemente ejecutados en la frontera por tropas de su país en complicidad con militares hondureños, esa fue la sangrienta masacre del Rio Sumpul; la represión interna se ensañó con sindicalistas, estudiantes universitarios y de secundaria para salvaguardar la sacrosanta constitución de Honduras de 1982.
Ajustes estructurales, privatización de algunos servicios públicos, reducción de las protecciones laborales, alzas en la canasta básica, constantes declaraciones de los gobernantes negando la crisis  económica, incesantes proclamas patrióticas de combate a la corrupción y en defensa de la moral pública un presidente levantando un inservible machete, entronización de un extranjero en la presidencia de la República, en fin, la mar y sus conchas, sirvieron para mostrar que  la oligarquía y sus sirvientes políticos con elegancia o de forma brusca no nos engañaban cuando rugían fieramente en oposición a sus mismas leyes, vomitaban aquellas frases que decían que la constitución era pura babosada y que podía ser violada las veces que fuera necesario. Todos estaban de acuerdo. Eso era la prueba de la certeza y la fuerza de su verdad. La evidencia del relativismo de sus códigos y de sus leyes: válidas cuando convienen y acomodadas según las circunstancias. A veces pétreas y en la mayoría de los casos resbaladizas como el fango de sus intereses.
Con seguridad que hay abundante información, datos, factum, que ponen en evidencia la calidad de las leyes nacionales y de sus redactores. En cada una de las etapas de la manoseada democracia hay razones suficientes y necesarias que dan cuenta de porqué debe y tiene que cambiarse el sistema sociopolítico hondureño, sin dejar por fuera ni uno solo de sus componentes.
Cuando se menciona el atraso y la desigualdad en que está inmersa nuestra sociedad hay que tener presente que tal condición no nació de forma espontánea en 1981; es uno de los resultados de más de un siglo del bipartidismo político que no ha tenido escrúpulos en ceder partes del territorio nacional al mejor postor; que han hecho de la corrupción y la impunidad su norma fundamental de conducta, su regla de oro para todos los procedimientos públicos y privados; ese bipartidismo convirtió los poderes formales en un botín particular, en algo apetecido por esa voracidad tradicional que se reparte entre sus cómplices civiles, militares, religiosos, empresariales. Sólo ese hecho es más que suficiente para saber que es urgente modificar en profundidad las relaciones políticas, económicas, sociales que cruzan el Estado, y que el mayor error histórico que han cometido, el  acto de corrupción más grande de esos grupos del poder como fue el golpe de Estado, sólo es el detonante para impulsar las transformaciones democráticas y la refundación nacional. Ese sólo es un paso en el desarrollo nacional.
El saqueo de los fondos públicos se puede ver en las políticas fiscales diseñadas para favorecer a determinados grupos económicos, son los que se lucran del presupuesto nacional con contratos y exenciones tributarias, logrando que el grueso de los tributos del mercado nacional se trasladen a sus arcas, incluyendo en la rapiña los fondos de previsión y pensión de los empleados públicos. En el asalto a los institutos de previsión están metiendo mano a más de 65 mil millones de lempiras. Por ello no es raro que en el país existan 205 grupos de millonarios, sin arriesgar un solo centavo, saqueando con el cuchillo en los dientes y en total descaro, arrasando hasta con el aire y a costa de la miseria del pueblo y de las leyes hechas a su gusto.
Esa incontenible sangría de los tributos nacionales, de todo el trabajo humano y el aumento de la deuda interna han hecho que la banca privada sea la entidad usurera por excelencia, la que puede poner freno a cualquier intento del próximo gobierno por planear e impulsar políticas de desarrollo nacional. Este es uno de los más fuertes obstáculos que tendrá que franquear el poder ejecutivo que encabece Xiomara Castro. Con ellos tiene que conversar y establecer límites, porcentajes en los pagos  pendientes, separar la deuda lícita de la deuda mala; que paguen los que robaron al Estado y que el posible sacrificio del pueblo no sea más de lo mismo. Es decir, que las medidas neoliberales que nos atan al atraso y a la dependencia no se combatan con otras medidas neoliberales.
El gobierno de Libertad y Refundación enfrentará muchos problemas vinculados a la desigual distribución de la riqueza nacional, a las mismas exigencias gremiales por recuperar sus derechos, a la baja calidad de la industria, a la ineficiente cobertura de la educación y del sistema de salud, a las múltiples ataduras que deja el gobierno saliente. Del mismo modo provoca  dificultades la influencia del crimen organizado en el sistema de justicia y seguridad, el nivel de las remesas y las alteraciones en el mercado mundial respecto al precio de las importaciones, las exportaciones y los combustibles. Esos componentes van a fomentar más inestabilidad y tendrán que enfrentarse con posiciones  inteligentes.
La necesidad de transformar el sistema económico y su esencia inhumana se ve nítidamente en las mismas cifras oficiales, de por sí muy dudosas,  que dicen que el 25% de la  población infantil colabora en mantener sus hogares, que el 12% de los recién nacidos vienen con bajo peso; el 65% de la población económicamente activa padece los estragos del subempleo y desempleo; 40% de la población nacional tiene ingresos menores a 900 lempiras mensuales, eso es alrededor de 42 dólares. Otros, miles de hondureños y hondureñas, ni siquiera son parte de las estadísticas, ganan mucho menos que esa cantidad y la mayoría son jóvenes y mujeres, representan la pobreza extrema. Y viven de algún modo, sobreviven como pueden. Ellos si son los auténticos héroes nacionales y nadie los condecora ni los celebra con desfiles en septiembre ni en octubre. Esta es la manifestación de la criminalidad económica y política que funciona desde los negocios privados y el gobierno.
Los datos de la violencia y de la otra  criminalidad, de la que también son participes algunos empresarios y los políticos tradicionales, los descendientes de los cacos y gazistas que simularon la primera independencia de Centroamérica, dejan profundo dolor y llanto en muchas familias. Desde septiembre de 2009 a la fecha se asesina un promedio de dos mujeres por día. En el primer mes del gobierno de Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández se efectuaron 310 violaciones a los derechos de los hombres y mujeres de Honduras. El poco confiable CONADEH afirma que del 26 de enero de 2010 a enero de 2011 registraron 12,838 muertes violentas, equivale a 9 víctimas diarias. Y  días atrás en un pomposo acto, solemne, muy publicitado y con el combo completo  se gritó a los cuatro vientos que ya no hay 85.5 muertes por cada cien mil habitantes sino que se redujo en un1.8%. Ahora sólo son 83.7, así que no exageren. Ese es el gran triunfo del gobierno de Lobo en materia de seguridad. Ya no somos el país más violento del mundo, estamos de segundos. Que hazaña!!!
De ese espectáculo, verdadero reality show catracho, hay algo más, igual o más  importante que la reducción estadística del crimen, que no va a provocar embrollos técnicos y jurídicos en el registro nacional de las personas ni complejas ecuaciones matemáticas para que cuadre el patrón electoral, se va a lograr que Porfirio Lobo no se cambie el nombre. Eso sí es notable para los anales de la historia universal. Que suerte la nuestra ya que nos salvamos de contemplar el  sacrificio de ese estadista por mantener la honra de la patria y de su nombre. Es el nuevo adalid de la atrasada pampa, silvestre y silbado..
Además, se sabe que la crisis golpea a la sociedad entera y que aquellos datos son apenas una pequeña muestra del descalabro nacional. Hay otros momentos macabros como el asesinato de inocentes a raíz del golpe de Estado que tendrá que resolverse como se debe. Pero también debemos entender que el proceso de erigir una sociedad más equitativa, justa, soberana, solidaria, no se logra de inmediato; que es un proceso complejo en donde la desigualdad, el atraso y la miseria existente no van a superarse en el gobierno de Xiomara Castro. Con ella inicia el proceso. Pero se requiere más tiempo, varios gobiernos realmente democráticos que tendrán como base lo bueno que se haga a partir de enero de 2014. Y en todo ese proceso de refundación nacional no sólo se trata de crear condiciones justas, jurídicamente claras, para producir la riqueza material que contribuya a modificar las condiciones de atraso, pobreza y de desempleo; no sólo es eso, también se tiene que ir poniendo las bases para forjar mujeres y hombres más responsables, informados, respetuosos, más cultos, más cálidos y afectuosos con los demás.
Por muy bien diseñadas que estén las propuestas de Libertad y Refundación en algún momento habrán obstáculos y momentos en donde el avance sea lento, es que se estará intentando construir otras relaciones sociales con una gran contenido ético en donde la persona sea el núcleo de esas relaciones, con sus diferencias y su dignidad particular. Eso es lo que está en juego en las próximas elecciones generales: la dignidad de hombres y mujeres, su libertad, el trato justo, ya no considerados como seres abstractos, como descarnadas categorías sociales, sino como seres humanos, individuales, que participan en condiciones de igualdad en las decisiones nacionales.
11 de octubre de 2013

No hay comentarios :

Publicar un comentario