lunes, 8 de abril de 2013

Honduras: Un país donde la vida no vale nada (Urgente)‏

8 de Abril 2013
*Alex Darío Rivera M.

A Lucy, dónde se encuentre.


Amar a alguien, es decirle: no morirás.

Gabriel Marcel

Era una de mis estudiantes más preciadas, si bien es cierto todos lo son, ella se había convertido en una verdadera amiga.
Creo que eran las afinidades que nos terminaron vinculando. Las bromas irónicas entre ella, su eterno grupo y yo, su profesor, fueron hilvanando una red de hilos afectivos que todos pensábamos duraría mucho tiempo. Siempre uno imagina ver crecer a sus estudiantes en todas su facetas, verlos convertidos en profesionales, en seres humanos plenos y sujetos conscientes para asumir una postura juiciosa en favor de la urgente necesidad de que esta sociedad deshumanizada cambie, ese era mi sueño con Lucy Angélica. Lastimosamente a ella, como muchos niños, niñas y jóvenes les tocó –por esos caprichos del destino- nacer en Honduras, uno de los países que si bien es cierto es enormemente rico en recursos naturales que pudiesen traducirse en un mejoramiento de la calidad de vida de sus hijos e hijas, es uno de los países gobernado por la clase política más corrupta del planeta; con una radical desigualdad de la riqueza y un mezquino monopolio del poder; un país donde se asesina más de siete mil seres humanos al año; donde el 80% de su población sobrevive en condiciones de pobreza y miseria; donde el temor, la sospecha, la amenaza y la muerte, suelen ser caminos que se nos abren cada mañana al levantarnos, un país donde la vida no vale nada, pero si puede tener precio, todo ello, ante la impunidad en la que navega el sistema judicial y la criminalidad inserta en la policía y el ejército, libre de esto, la apatía y el aletargamiento en la que como sociedad hemos caído. Hoy, viéndola en el ataúd, todavía con su hermoso rostro de niña dormido, he vuelto a leer las palabras que ella y un grupo de sus compañeras me escribió en un modesto papel que pude conservar, eran palabras cariñosas, con un profundo carácter de agradecimiento: “Gracias por darnos la oportunidad de ver las cosas diferente y darnos lindos momentos. Lo queremos mucho.” Nunca agradecí el gesto, pensé que nos iba sobrar vida, tiempo, para compartir y devolverle algún día esa cortesía. No fue así. Una bala le rompió los sueños. Regresaba de San Pedro Sula en compañía de sus padres, acababa de realizar el examen de admisión para que al finalizar este año su bachillerato poder ingresar a la universidad, pero un disparo le negó esa posibilidad anhelada. Mientras nosotros acompañamos su cuerpo y nos solidarizamos con su familia, su madre se debate entre la vida y la muerte en un respirador artificial, con pocas posibilidades de sobrevivir. ¿A quién putas le cobramos estas muertes? ¿Cómo cobrar la ruptura de un sueño, la pérdida de una hija, de una madre, de una esposa, de una hermana, de una amiga? ¿A qué político cabrón, a qué funcionario de mierda que se enriquece del erario público le sacamos en cara su desfachatez, el dolor de un padre que pierde a su hija, a su esposa? ¿A quién le pasamos la factura del dolor, el recibo de esta impotencia que nos embarga? Cuando me acerqué a su padre, sus palabras salieron atropelladas, con un dolor que aún lo siento acá, en mi pecho: “Me quitaron a Lucy profe, ella me hablaba de usted profe, ella quería estudiar en la universidad y yo hice el sacrificio de llevarla para aplicar el examen y no sabía que la iba a perder” Pensé en mis hijas, en el dolor de muchos padres y madres que la pérdida de sus hijos, es la herencia calamitosa que recibe en esta patria usurpada por una oligarquía ladrona, tan ladrona, que nos roba la vida y con ello, los sueños. Todos sus compañeros y compañeras del bachillerato están acá, frente a la casa donde se velan sus restos físicos, llorándola, vestidos de negro, con los ojos rojos y sus rostros tristes, han perdido una amiga, una hermana, ahora solo sus miradas reflejan una profunda impotencia para encontrar respuestas a un hecho que parece no tener lógica: una niña llena de vida que la pierde, en un país que asesina a sus hijos más jóvenes. Por ahora, solo disponemos de una convicción, cada sonrisa suya, cada gesto, cada mirada que nos dirigió con aquellos ojos verdes, cada palabra de cariño que ella nos ofrendó, la guardaremos en lo más sensible de nuestros espíritus y será el aliento para luchar y demandar una sociedad donde la felicidad y no el dolor, sea el pan nuestro de cada día. PD. En los momentos en que enviaba este mensaje, me informan que su padre acaba de fallecer de un infarto, no pudo soportar el dolor. Toda una desgracia!!!!!                                  

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