Dolores Cacuango, líder indígena. Foto: internet
Dolores Cacuango nació el 26 de octubre de 1881 al norte de la provincia de Pichincha, en San Pablo Urco, una parcialidad de la hacienda Moyurco, donde sus padres Andrea Quilo y Juan Cacuango trabajaban como peones.
A pesar de descender de antiguos caciques de la zona y de tener un apellido que le daba un ascendente de prestigio, vivía en condiciones de extrema pobreza, al igual que los trabajadores de la hacienda agrícola en la que nació, vestigios sociales de la época colonial.
Sus palabras calaron en la conciencia y el corazón de quienes la escuchaban. Con un discurso sencillo y profundo supo exponer sus ideas y reclamar las injusticias, imponiendo un indiscutible liderazgo.
Su espíritu rebelde e inconforme la mantuvieron activa como líder social formado sindicatos en la localidad de Pesillo, además de la primera organización indígena del Ecuador, entidad que formó junto a Tránsito Amaguaña y otros defensores de los derechos humanos.
Cuando cumplió los 14 años triunfo la Revolución Liberal, hecho que pudo haber influenciado en su convicción de solidaridad con los desposeídos, la igualdad de derechos, así como una profunda convicción de unidad nacional.
Dolores tuvo que enfrentar retaliaciones políticas, sobre todo de los terratenientes que se oponían férreamente a la educación de indígenas, así como al respeto a sus derechos. Las amenazas y acciones en contra de su lucha social no la amedrentaron y al contrario se fortaleció su temple insumiso.
Fue calificada por el sistema como Dolores la revoltosa, Dolores la hereje, Dolores la Comunista, Dolores la mujer perseguida. En 1931 presenció junto a sus tres hijos el incendio de su choza (vivienda generalmente de paja) perpetrado presuntamente por sus patrones, quienes pensaron infundirle temor, pero lograron todo lo contrario.
El movimiento indígena empezó a fortalecer su organización y resistencia liderado por esta mujer de mirada profunda y palabras sencillamente rebeldes.
Dolores Cacuango murió en 1971 y a 42 años de su muerte, aún sigue siendo símbolo de lucha social, integración y respeto a los derechos humanos.
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