Autor del articulo: Especial Proceso Digital / 7 de Febrero 2013
Tegucigalpa - Considerada como una forma de convivencia ordenada política y socialmente, la democracia engloba un estilo de vida cuyas bases se encuentran en el respeto a la dignidad humana, la libertad y los derechos humanos. Dentro de esas libertades y derechos destaca la libertad de expresión, apaleada en Honduras desde hace una década y con síntomas preocupantes de mayor deterioro.
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Más de una veintena de periodistas y comunicadores sociales han sido asesinados
en Honduras en los últimos tres años, cuyos casos se encuentran casi
todos en impunidad. Pero ese círculo de muerte ha tenido otros
escenarios previos: querellas, censuras directas e indirectas, juicios,
amenazas, intimidaciones, cierres de medios de comunicación y ahora se
habla de “control de contenidos”.
Así
lo expresó recientemente el vicepresidente del congreso nacional,
Marvin Ponce, diputado por el izquierdista partido de Unificación
Democrática (UD) al anunciar que al amparo de una revisión a la Ley de
Telecomunicaciones, no descarta la “expropiación” de medios de
comunicación social como ha ocurrido en otros países sudamericanos,
entre los que destacan Ecuador, Venezuela y Bolivia, que junto a
Argentina han impuesto nuevas leyes de control a la libertad de
expresión bajo el concepto de “democratización de la información”.
Que no les tiemblen los pies: Marvin Ponce
Ponce
habla con propiedad sobre los planes de “democratizar” los medios que
impulsan los poderes ejecutivo y legislativo, en vista que los nuevos
integrantes de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), del
oficialista Partido Nacional y el izquierdista UD, en una especie de
co-gobierno, llevan “instrucciones precisas” para “regular” la libertad
de expresión.
“Las
telecomunicaciones y exoneraciones van a ser temas y fuertes porque el
Gobierno ocupa más recursos, hay que revisar y si es posible, suspender
esas regalías que el Estado hondureño da”, dijo el parlamentario,
considerado uno de los hombres de confianza del poder Legislativo.
De
acuerdo al legislador Ponce, se trata de “democratizar” el espectro
radioeléctrico tanto en televisión, radio y prensa escrita. “Se
incorporarán en el tema de las comunicaciones la prensa escrita como
revistas, periódicos impresos y periódicos digitales. Estos pasarán a
ser competencia de Conatel… como medio de comunicación queda bajo
Conatel, pero como medio de información se aplicará la Ley de Emisión
del Pensamiento”, señaló.
Sin
tener claro los conceptos que utilizarán para “regular” a los medios de
comunicación, Marvin Ponce repite lo que le ha sido informado.
El presidente Lobo Sosa, también se pone en la misma sintonía.
El
pasado fin de semana, Lobo dijo que “el tema de la posesión de medios,
no debe ser monopolio de ningún grupo, debe estar el acceso a la
población, de tal manera que lo que se pretende con las reformas que se
van a presentar, es que haya un porcentaje que esté disponible para los
diferentes grupos sociales, sean grupos indígenas o afro hondureños o
diferentes poblaciones igual que el gobierno tiene el derecho a promover
la cultura y las artes que es una obligación de todos y dejar un
espacio también para que puedan ser subastados para que de acuerdo a lo
que es normal en el mercado, puedan tener opción a
tener acceso”, argumentó.
¿Monopolios o control de contenidos?
La
pregunta es ¿Existe un monopolio de medios de comunicación en Honduras?
Si la palabra “monopolio” se entiende como la situación de un sector
del mercado económico en la que un único vendedor o productor oferta el
bien o servicio que la demanda requiere para cubrir sus necesidades en
dicho sector. ¿Quién es el único ofertante de medios de comunicación en
el país?
De
acuerdo a datos de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL)
de 2008, en Honduras las cuatro emisoras radiales informativas que
alcanzan en la actualidad la difusión nacional compiten su audiencia con
casi 700 emisoras de radio, en su mayoría de cobertura local, en tanto
que los noticieros de los seis canales nacionales compiten con los
programas informativos de casi dos centenares de canales locales.
La
Comisión Nacional de Telecomunicaciones, CONATEL, concedió hasta el
2008, frecuencias a 691 estaciones de radio, con cincuenta a cien wat de
potencia. Hace un decenio había menos de diez canales de televisión en
todo el país, pero al cierre de 2008, se registraban 169 canales de
televisión y 142 servidores de televisión por cable, no obstante, se
estima que la cifra real es mayor, pues varios carecen de registro
legal.
Las
cifras de Conatel de los últimos cuatro años quizá arrojen otros datos
más interesantes, pues desde el Estado se cuenta con un canal oficial,
el Canal 8, el Canal 20 del Congreso Nacional, el canal de la
Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UTV) y la Radio Nacional de
Honduras. El Estado entra así también a jugar en el plano de las
comunicaciones informativas de “democratización” de los medios.
A
esta estructura estatal informativa se suman cientos de programas
noticiosos, radiales y televisivos, que toman la agenda oficial que
impone el otorgamiento de publicidad oficial como política de “premio y
castigo”.
Cabe entonces la pregunta,
¿es la iniciativa estatal desde los poderes legislativo y ejecutivo de
revisar la ley de telecomunicaciones, un problema de monopolio de medios
o de control de contenidos?
En
el interior del país, por ejemplo, el mayor control de los medios de
comunicación lo tienen los políticos, diputados y otros que dominan en
sus zonas. En esa revisión que hará CONATEL, quizá informen acerca de
quién o quiénes controlan el espectro radial y televisivo en las
diversas zonas del país.
Otra
interrogante más, ¿Es el tema de la revisión del control de los medios
de comunicación un problema de frecuencias o de inversión en audiencias?
Los comisionados de CONATEL sin duda darán sus explicaciones, al no
estar muy claros los conceptos desde los poderes ejecutivos entre
Comunicación, Derecho de y a la Información y Libertad de Expresión.
Dimensiones de la libertad de expresión
En
el caso de la libertad de expresión, ésta se entiende desde dos
dimensiones: una individual y otra social. La individual es el derecho
que tiene toda persona a
expresar sus ideas y opiniones, así como a
buscar y recibir información por cualquier medio. Desde la dimensión
colectiva, la libertad de expresión es el derecho que tiene una sociedad
a estar debidamente informada por cualquier medio o forma, el derecho a
conocer opiniones, relatos y noticias vertidas por terceros.
La
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana
son del criterio que tanta importancia tiene para el ciudadano el
conocimiento de la opinión ajena o de la información de que disponen
otros como el derecho a difundir su propia opinión.
En
Honduras, el tema de libertad de expresión cobra fuerza desde hace más
de una década y ha quedado instalado que este derecho asiste a todos los
hondureños y particular que residen en el país en general; no obstante,
han sido los medios de comunicación y los periodistas los que más hacen
uso de ello al considerar la sociedad que la prensa es el intermediario
entre el Estado y la sociedad.
Los
debates sobre la libertad de expresión son amplios y complejos. Del
lado del Estado y sus gobiernos siempre han querido controlar a la
prensa y los medios de comunicación para imponer sus agendas oficiales,
en tanto del lado de los medios de comunicación éstos deben tener claro
que su rol es de fiscalizador de la gestión pública, de ser un
contrapoder al poder, pero no de convertirse en jueces o lo que es peor,
entrar en acciones de maridaje con el gobierno, coinciden los expertos.
De
ahí que el sistema interamericano de derechos humanos y la misma
Naciones Unidas ante la tentación de los gobiernos por controlar a la
prensa y sus contenidos, es decir qué quiere que se informe, qué le
gusta y qué no les gusta, han establecido normas y principios
universales para evitar que se lesione el ejercicio de la libertad de
expresión, de opinión y el derecho a informar y estar informado.
Principios universales a respetar por el Estado
“El
Estado debe abstenerse de utilizar su poder y los recursos de la
hacienda pública con el objetivo de castigar, premiar o privilegiar a
los comunicadores sociales y a los medios de comunicación en función de
sus líneas informativas. Su rol principal es el de facilitar el más
amplio, plural y libre debate de ideas. Cualquier interferencia que
implique restringir la libre circulación de ideas debe estar
expresamente prohibida por la ley. Presiones directas o indirectas
dirigidas a silenciar la labor informativa de los comunicadores sociales
son incompatibles con la libertad de
expresión”.
Otro
principio señala que: “la utilización del poder del Estado y los
recursos de la hacienda pública; la concesión de prebendas arancelarias;
la asignación arbitraria y discriminatoria de publicidad oficial y
créditos oficiales; el otorgamiento de frecuencias de radio y
televisión, entre otros, con el objetivo de presionar y castigar o
premiar y privilegiar a los comunicadores sociales y a los medios de
comunicación en función de sus líneas informativas, atenta contra la
libertad de expresión y deben estar expresamente prohibidos por la ley.
Los medios de comunicación social tienen derecho a realizar su
labor en forma independiente.
Presiones
directas o indirectas dirigidas a silenciar la labor informativa de los
comunicadores sociales son incompatibles con la libertad de expresión”.
Ante
las dudas que la revisión de la ley de telecomunicaciones sirva, más
que para “democratizar” los medios de comunicación, algunos analistas
recomiendan al gobierno conformar una comisión de expertos en el tema de
comunicación en donde se permita hacer una caracterización real de los
medios, analizar las nuevas tendencias de la comunicación para
fortalecer la libertad de expresión, pero no para debilitarla.
El
tema de las radios comunitarias, por ejemplo, es un caso que debe ser
abordado pues más allá de dar una frecuencia de radio a una comunidad,
una ONG, una fundación o un político, entre otros, es preciso acompañar
el diagnóstico de un estudio de factibilidad y sostenibilidad en el
tiempo para que el esfuerzo no caiga en el fracaso y se vuelve, a lo
largo, en una medida populista que lejos de favorecer la libertad de
expresión la terminará debilitando.
Los
analistas consideran que cualquier gobierno que pretenda “amordazar” a
la prensa y los medios de comunicación incurre en una actitud suicida,
porque un gobierno que solo oye lo que le gusta que le digan, se muestra
al final de la historia como un régimen sordo.
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