sábado, 12 de mayo de 2012

Honduras: LA ESPERANZA FLORECERÁ‏ // SALVACIÓN NACIONAL


Oscar Amaya Armijo

Aquí no hay tregua. Este es el país de la muerte eterna, no hay preámbulos como aquel ¡defiéndete!. Aquí te llegan las balas desde cualquier matorral, te acostumbras a esperarlas, a contabilizarlas en las esquinas. 

Sientes el cosquilleo en la espalda, el halo de la muerte detràs de tus pasos. No hay respiro, no hay sosiego en la incertidumbre. Aquí no se vive, aquí se muere, sin aspavientos y retóricas; simplemente andas por allí muerto, en las calles del matadero, y nos vemos todos como cadáveres insepultos caminando hacia a la nada; desde largo se nos notan las caronas, los dobles y los repiques. Aquí no hay tregua. Vivir es peligroso allí donde la muerte entierra la guadaña; cada uno carga su ave de rapiña, pues sabe que en cualquier momento helado, el zarpazo llegará desde allí donde los heraldos del pavor, planifican impunemente, el momento exacto, la calle, el lugar preciso, desde donde las balas partirán a calar hondo en tu cuerpo indefenso. A lo lejos se oye la risa infernal de las hienas, los cascos de las bestias desbocadas, el grito de las aves agoreras, el circo tarifado de los sicarios, la mano tenebrosa de quién emite la orden, el golpe fulminante. Ahora en mi país el silencio es de cementerio, campea un peso de lápida en el ambiente; aumentan las tumbas y los sepultureros; la vida se escapa como una voluta cualquiera, y la risa se troca en llanto, en alarido. La muerte, en realidad, asoma con su carruaje de dolor cuando la esperanza comienza a cultivarse entre nosotros. Duele y duele el martillo que golpea traicionero…pero la esperanza florecerá, florecerá……

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 SALVACIÓN NACIONAL

                                                                            Oscar Amaya Armijo

Comenzó el circo.

La mentira es la base del discurso que hoy esgrimen unos chuscos metidos a políticos.

Son los candidatos oligarcas que destruyeron el país y que paradójicamente ahora quieren salvarlo.

Los destructores de ayer ahora quieren salvar el país; son los sacrosantos caballeros del humanismo cristiano.

Son una recua de perversos disfrazados de bondad. Sí, eso es lo que son, no cabe duda.

Son los demonios  hablando de bondad desde las propias calendas  del infierno.

Sus palabras son vacías porque vaciada tienen el alma los espurios hijos del  bipartidismo.

Si embargo, hay muchos incautos que aún hoy caen en el aleve canto de sus sirenas, en las mentiras de su aparato mediático.

¿Habrase visto que el victimario quiera salvar a su propia víctima? Esto, sencillamente, es un contrasentido, una falacia.

Salvemos el país, grita  desde el púlpito de la hipocresía el burdo político, hijo malparido del golpe de Estado.

Nada pueden salvar quienes forman parte del desastre nacional.

Ya nadie cree  en los bastardos hijos de la falsa democracia representativa que nos llevó al atolladero.

En realidad, ellos no buscan salvar el país de la tragedia, ellos aspiran, desesperadamente, salvar la ganancia que les genera su propiedad privada y mal habida.

Ellos quieren salvarse de la constituyente y de la refundación nacional, porque le temen a la transformación, le huyen al cambio.

Quieren salvarse del ímpetu enfurecido del pueblo, pero ya es demasiado tarde.

De todas formas,  ya sabemos que la salvación nacional está en manos de la resistencia con sus organizaciones políticas y sociales.

La hora de enterrar el bipartidismo llegó, y no hay forma de salvar ese viejo paradigma de la vergüenza y el desgobierno.  

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