SALVACIÓN NACIONAL
Oscar Amaya Armijo
Comenzó el
circo.
La mentira
es la base del discurso que hoy esgrimen unos chuscos metidos a políticos.
Son los
candidatos oligarcas que destruyeron el país y que paradójicamente ahora quieren
salvarlo.
Los
destructores de ayer ahora quieren salvar el país; son los sacrosantos
caballeros del humanismo cristiano.
Son una
recua de perversos disfrazados de bondad. Sí, eso es lo que son, no cabe duda.
Son los
demonios hablando de bondad desde las propias
calendas del infierno.
Sus palabras
son vacías porque vaciada tienen el alma los espurios hijos del bipartidismo.
Si embargo,
hay muchos incautos que aún hoy caen en el aleve canto de sus sirenas, en las
mentiras de su aparato mediático.
¿Habrase
visto que el victimario quiera salvar a su propia víctima? Esto, sencillamente,
es un contrasentido, una falacia.
Salvemos el
país, grita desde el púlpito de la hipocresía
el burdo político, hijo malparido del golpe de Estado.
Nada pueden
salvar quienes forman parte del desastre nacional.
Ya nadie
cree en los bastardos hijos de la falsa
democracia representativa que nos llevó al atolladero.
En realidad,
ellos no buscan salvar el país de la tragedia, ellos aspiran, desesperadamente,
salvar la ganancia que les genera su propiedad privada y mal habida.
Ellos
quieren salvarse de la constituyente y de la refundación nacional, porque le temen
a la transformación, le huyen al cambio.
Quieren salvarse
del ímpetu enfurecido del pueblo, pero ya es demasiado tarde.
De todas formas,
ya sabemos que la salvación nacional está en manos de la resistencia con
sus organizaciones políticas y sociales.
La hora de
enterrar el bipartidismo llegó, y no hay forma de salvar ese viejo paradigma de
la vergüenza y el desgobierno.
SALVACIÓN NACIONAL
Oscar Amaya Armijo
Comenzó el
circo.
La mentira
es la base del discurso que hoy esgrimen unos chuscos metidos a políticos.
Son los
candidatos oligarcas que destruyeron el país y que paradójicamente ahora quieren
salvarlo.
Los
destructores de ayer ahora quieren salvar el país; son los sacrosantos
caballeros del humanismo cristiano.
Son una
recua de perversos disfrazados de bondad. Sí, eso es lo que son, no cabe duda.
Son los
demonios hablando de bondad desde las propias
calendas del infierno.
Sus palabras
son vacías porque vaciada tienen el alma los espurios hijos del bipartidismo.
Si embargo,
hay muchos incautos que aún hoy caen en el aleve canto de sus sirenas, en las
mentiras de su aparato mediático.
¿Habrase
visto que el victimario quiera salvar a su propia víctima? Esto, sencillamente,
es un contrasentido, una falacia.
Salvemos el
país, grita desde el púlpito de la hipocresía
el burdo político, hijo malparido del golpe de Estado.
Nada pueden
salvar quienes forman parte del desastre nacional.
Ya nadie
cree en los bastardos hijos de la falsa
democracia representativa que nos llevó al atolladero.
En realidad,
ellos no buscan salvar el país de la tragedia, ellos aspiran, desesperadamente,
salvar la ganancia que les genera su propiedad privada y mal habida.
Ellos
quieren salvarse de la constituyente y de la refundación nacional, porque le temen
a la transformación, le huyen al cambio.
Quieren salvarse
del ímpetu enfurecido del pueblo, pero ya es demasiado tarde.
De todas formas,
ya sabemos que la salvación nacional está en manos de la resistencia con
sus organizaciones políticas y sociales.
La hora de
enterrar el bipartidismo llegó, y no hay forma de salvar ese viejo paradigma de
la vergüenza y el desgobierno.
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