lunes, 29 de julio de 2013

HONDURAS: SISTEMA DE IMPUNIDAD Y PSICOPATÍA SOCIAL

Imagen:  Internet
Galel Cárdenas

El capitalismo y su última forma de ejercicio del poder denominado neoliberalismo produce en cualquier país graves distorsiones  humanas, trastornos francamente bochornosos  que lindan con una locura especial que se reviste de indiferencia, mientras los intereses de la plusvalía en cualquiera de los terrenos sociales se mantenga incólume.

El neoliberalismo ha entrado en algunos países en la fase de la repulsión psicológica, porque ha convertido a la sociedad en un sincretismo de horrores que solamente la comprensión del fenómeno y la contra propuesta de organización revalorada en sus axiomas morales, puede dar por terminado ese modelo de instinto criminal.

En Honduras, se fue gestando un sistema de impunidad digamos desde que el modelo de la seguridad nacional fue  implementado por el fascismo norteamericano cuando impuso a los ejércitos latinoamericanos aquella horrenda política denominada “muerte al comunismo internacional”, que había sido creada y difundida por el departamento de Estado, el Pentágono y la industria militar del sistema capitalista imperial.


Después del golpe de Estado de 1963 cuando se justificó que era el comunismo quien se había apoderado del gobierno liberal, los militares asumieron el control del estado militarizando todas las instancias administrativas posibles de la gobernanza.

De este modo, todos los órganos de inteligencia militar norteamericana después de la Segunda Guerra Mundial, invadieron lo que ellos han denominado el patio trasero de Estados Unidos, esto es Latinoamérica.

Se impuso a América Latina el modelo de la dictadura militar que consistió en establecer por la fuerza de las armas una gobierno represivo que asumía las instituciones legislativas, judiciales, ejecutivas y jurídicas con el fin de evitar que la ideología subversiva como le denominaban al pensamiento revolucionario marxista leninista, hoy llamado socialismo democrático, llegase al poder para instituir un sistema anticapitalista.

Sus formas más torpes de gobierno fueron las imposiciones de la ley marcial, el estado de emergencia, con el fin de suspender las garantías humanas que toda constitución escribe en su texto fundamental. De este modo quedaban libres de aplicar la represión necesaria para silenciar a los movimientos de izquierda, los disidentes del sistema y los opositores políticos.

Fueron y son famosas las dictaduras de Jorge Rafael Videla, condenado  a casa por cárcel, en donde murió hace un par de meses por delitos de lesa humanidad, Augusto Pinochet que fue condenado a morir de la misma manera por los mismos delitos. Así mismo fueron  célebres Hugo Banzer en Bolivia, Alfredo Stroessner en Paraguay, Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez en Perú, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, y los dictadores de las bananeras en Centroamérica Tiburcio Carías en Honduras y Anastasio Somoza en Nicaragua. 

Estos regímenes militares formados ideológicamente por el pentágono norteamericano introdujeron la impunidad como elemento disuasivo en contra de todo asomo revolucionario por muy pequeño que fuese.

Al introducir la impunidad como valor ideológico y económico en las sociedades latinoamericanas, se produjeron nuevas oligarquías que desplazaron las burguesías nacionalistas vinculadas a la producción agrícola, ganadera, industria artesanal, etc.

Las nuevas burguesías elitistas surgieron bajo los parámetros de la protección de los organismos financieros mundiales, surgidos después de la hecatombe mundial de la primera mitad del siglo XX.

El Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se adueñaron de las economías frágiles de América Latina, y se encargaron de que las nuevas burguesías se aliaran al capital norteamericano y europeo, mediante préstamos que incentivaran la economía siempre fracasada de los países subdesarrollados como le denominaron sus propios funcionarios, a las repúblicas pobres del continente.

De esta manera introdujeron  tales préstamos por medio de las élites económicas y militares, con el fin de que dispusieran de los fondos a su gusto y placer, fueron creando  —de este modo— el cáncer de lo que ahora se denomina la deuda internacional en los países más despojados de su propia soberanía.

Durante décadas la injusticia social prevaleció y la impunidad de las élites gobernantes dependientes del imperio se convirtieron en estructuras corruptas a las cuales la justicia republicana no alcanzaba porque eran los mismos golpistas militares y las mismas élites fascistas las que gobernaban nuestros países empobrecidos hasta la médula de los huesos por culpa de los organismos financieros imperiales.

La justicia dejó de convertirse en el eje fundamental que sostuviera la moral pública y de este modo, el desarrollo económico fue creando élites enajenadas y esencialmente voraces con capacidad de entregar toda soberanía a cambio del enriquecimiento ilícito.

Pronto, el crimen organizado, el narcotráfico, los escuadrones de la muerte, se vincularon a las oligarquías cívico militares,  y desmantelaron el viejo estado del liberalismo social, para fundar el nuevo Estado impuno — sicópata, en el cual no se aplica justicia alguna, toda ella está supeditada a la plusvalía ilícita, a los favores  mercenarios, toda la institucionalidad (legislativa, judicial y ejecutiva) queda relegada a un sola expresión: la riqueza  arbitraria, la inequidad despótica, la ley  abusiva.

Así aquella vieja noción de la utopía renacentista se convierte en un sistema de donde no existe un parámetro para separar la vida de la muerte, la gracia de la existencia, la solidaridad de la impudicia, la igualdad de la desfachatez.

Por eso,  impuesto este nuevo régimen re- dimensionado con el golpe de Estado de 2009, en Honduras, toda perspectiva de equilibrio estatal para la satisfacción del soberano en sus aspiraciones fundamentales, queda aplastado por el nuevo signo de la desventura social, la inanición  moral y el descrédito humano.

En Honduras, entonces se funda una nueva sociedad constituida por tres capas, la sociedad ilícita del poder, la sociedad ilícita de la psicopatía y el soberano despojado de su  poder popular.

La diez familias constituidas como el poder fáctico mediático, combinadas con la dirección de los partidos tradicionales conservadores, es una capa que sustenta la dictadura cívico militar de una clase social dominante sin escrúpulos; el crimen organizado, el narcotráfico y los escuadrones de la muerte configuran el estado de terror de la sociedad nacional;  y por último, la sociedad del soberano que ha resistido todas los embates en la historia desde el imperialismo español, el inglés y el norteamericano: esta es una sociedad sumida en la pobreza y perseguida casi hasta el exterminio.

La psicopatía social de la impunidad  no empatiza con ningún movimiento popular, no tiene sentimientos de solidaridad, no posee  remordimientos sobre las víctimas que produce su ejercicio exterminador, se caracteriza por interactuar con las personas como si fuesen objetos o animales, seres que no poseen alma.

Utilizan al soberano sólo para obtener beneficios propios, individuales, nunca colectivos, cosifican toda bondad y la transforman en maledicencia, crean códigos cerrados (lenguaje de las maras) para comunicar sus conductas enfermizas, no usan el reglamento moral humano, ritualizan sus actos criminales con lo cual se eximen  del displacer ético, sobrevaloran sus actos y no padecen de culpabilidad alguna al momento de cometer sus fechorías, padecen de una megalomanía hiper valorada, aprovechan las debilidades del entorno, su perversión proviene de la falta de escrúpulo social y personal

Pero la sociedad que ellos suscriben está delimitada por la mentira, la manipulación, el engaño, el sadismo, la estafa, la violación,   el cinismo, la traición, etc.,  estructuran un mundo de locura moral, son responsables en la sociedad de implantar la patocracia, o sea el poder de los psicópatas que han convertido a la sociedad en un sistema aberrado, inhumano, bestializado y enfermo, donde el pudor no existe, ni la norma, ni la conmiseración, el sistema de impunidad es un sistema psicópata, deplorable para toda lucha humana con utopías trascendentales y colectivas.

En resumen, vivimos en una sociedad aberrada por el sistema de la impunidad y la psicopatía que sólo la refundación moral, económica, social, jurídica, etc., podrá restaurar el equilibrio de la razón perdida.

Sólo el socialismo democrático podrá refundar y liberar a la nación de la impunidad y la sicopatía social a que nos ha sometido la vieja clase social de la impudicia, el deshonor y la desvergüenza.  
 Fecha: 28 de julio de 2013 - 09:28



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