Pablo, que creció en una familia humilde, soñaba en grande; quería
ver la liberación de su pueblo. De niño siempre fue inquieto y demostró
su interés por conocer y por aprender, según expresa su padre don
Natividad Hernández.
Con Alejandro Hernández, su hermano mayor, tenía planes de apoyarse mutuamente, para salir adelante, él quería seguir aprendiendo, seguirse preparando para continuar con la labor de ser la voz del pueblo; Pablo quería ser profesional.
“Habíamos hablado de que él iba a estudiar más, como él no tenía una profesión, solo llegó a sexto grado, pero sentía el apoyo para continuar, por eso entonces hablábamos siempre de apoyarnos, de eso hablábamos justamente unos días antes de que lo asesinaran”.
“En lo personal planeábamos ayudarnos entre nosotros mismos, mientras él lograba sus objetivos. Siempre pensábamos seguir aquí con la lucha que él mantenía, en el trabajo en la iglesia que le dedicó bastante, lo hacía de manera decidida, gracias a Dios sin miedo”, expresó.
Pablo era respetado y querido en la zona, porque era coordinador de las comunidades eclesiales de base que se mueven en la parroquia San Matías, también predicaba y daba formación a la gente que asistía a la parroquia.
Alejandro señaló que “Pablo era tantas cosas que nos deja un vacío grande. Como familia me siento orgulloso de lo que él hizo, pero duele bastante”.
Además, dijo que en algunas conversaciones con su hermano él le expresó que por su lucha le podía pasar algo; “me dijo estoy preparado y sé que mi lucha vale la pena”.
Su madre, doña Octavia Rivera, no puede ni siquiera recordar, porque el solo hecho de saber que le asesinaron a uno de sus hijos, le provoca un gran dolor, y en conversación con defensoresenlinea.com expresó que a pesar de que su hijo vivía aparte, siempre estuvieron pendientes uno del otro, “cuando él no estaba yo preguntaba por él y ya cuando regresaba venía a verme”.
“Mi hijo ya se había preparado porque Dios le había dado ese don; él había llegado hasta sexto grado, pero Dios le había dado el don de aprender de diferente manera”, expresó entre lágrimas.
Agregó que Pablo reclamaba que no los habían puesto a estudiar, por la situación económica, pero todo lo que sabía lo puso en práctica, “ya lo que traía era porque Dios lo había elegido, y uno como los niños chiquitos los tiene, los crece y de allí toman su camino”.
“El que hizo eso tiene que pagar, tiene que haber justicia por la vida de mi hijo, que no murió por otra cosa, si no por hablar con la verdad, él eso decía, él era un hombre de valor y pido a Dios que nos ayude para que el que hizo eso pague”, finalizó diciendo.
Pablo era una persona humilde y soñadora, logró prepararse para
ayudar al pueblo, logró ser el director de una radio comunitaria en San
Marcos de Caiquin, llamada radio Tenan con su eslogan La Voz Indígena
Lenca, desde donde mantenía al pueblo informado de todo lo que pasaba en
el país, cuando viajaba desde su comunidad a otros departamentos se
informaba y regresaba para transmitir esa información y conocimiento a
su pueblo, acción que no le pareció a algunas persona que se aprovechan e
la ignorancia de los pueblos.
“El espíritu que tenía era un espíritu intachable, incansable, infinito, el cual para nosotros hoy en medio de nuestra tristeza, de nuestra angustia, es deber impulsar lo que él llevaba a través de la vida que Dios le regaló, y a través de las oportunidades que Dios le había puesto y que él las mantuvo y las realizó hasta el día que Dios le llama”.
Luis fue la primera persona que encontró a Pablo, luego de que fuera asesinado y con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos expresó todo lo que sintió al ver a su hermano tirado sobre la tierra fría.
“Yo sentí que no era mi persona a quien tenía en mi interior, porque yo lo reconocía a él desde una distancia de tres a cuatro metros, el primer impacto que sentí pues dije yo no debe ser mi hermano o es una broma que está haciendo”.
“Luego cuando yo lo veo sentí que no era yo en mi cuerpo, que no tenía mi cuerpo al ver que era mi hermano que tenía allí en esa posición. Lo único que pensé Dios mío es mi hermano, porque está así, luego cuando yo me acerco y veo que es el cuerpo físico ya sin signo vitales, no sé ni que sentí, el mundo me caía encima, añadió.
“Yo sabía de lo que él hablaba y en los argumentos que se basaba para
hacerlo, porque no era una persona que hablaba solo por hablar, tenía
conocimientos, se había formado en diferentes instituciones fuera de
aquí, en otros departamentos, incluso fuera del país”, agregó.
“Con él trabajábamos bastante, tanto de campo como en construcción, nunca hasta el día de su partida y Dios lo sabe, que nunca tuvimos un disgusto con él, nunca discutimos por nada, era un hombre que nunca discutía porque no le gustaba y las cosas las arreglarlas de la manera tranquila y él con nosotros se llevó a todo dar y por eso nos pesa lo que paso”.
“Él decía que le podía pasar algo y uno en momentos como que trata de resignarse, pero no pensamos que él iba a terminar de la manera en que terminó; nos duele, como decimos que parece que es una broma, como un sueño que uno cae a la realidad cuando se acuerda de los momentos de cómo lo encontramos y todo, pero hay momentos en la vida que es como un sueño, pero la vida es así”, expresó.
¿Quién era Pablo Hernández y cuál era su accionar en la zona de Lempira?
Pablo Hernández, un reconocido defensor de derechos humanos, cuya formación también fue adquirida en la Red de Defensores de Lempira acompañada y empoderada por el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH).
También soñaba con que el pueblo lenca de Lempira aprendiera en la universidad de la vida, es por eso que impulsó la universidad indígena y dedicó su vida en la lucha por la reivindicación de todo un pueblo.
Con Pablo compartimos muchos años de intentar reivindicar un pueblo, la idea de la universidad indígena era como una gran alternativa para que la población que no tuvo la oportunidad de ir a la universidad, aprendiera en la escuela de la vida, donde uno aprende del compañeros, de la gente que sabe, porque en las comunidades hay mucha gente que sabe, y Pablo era esa pieza fundamental donde él tenía un gran conocimiento y lo compartía”, expresó Martina López, secretaria de la universidad indígena que desarrolla sus actividades en la región occidental del país.
Señaló que el mayor objetivo de Pablo con la universidad era que toda
esa gente de las comunidades, de los pueblos, también formara parte de
ese proyecto y reivindique y se conozca sus derechos.
“Él era el técnico de campo, se encargaba de desarrollo y todo lo que tiene que ver con el contacto con la gente, yo la administradora y compartimos tantas experiencias. Pablo era un ser humano comprometido, un hombre servicial, un gran ser humano, respetaba la dignidad del ser humano, de la creación, de las plantas; él vivía enamorado de las aves, de todo lo que tenga que ver con la casa común, él era un defensor en todo el sentido de la palabra”, señaló.
Misael Cárcamo, coordinador del proyecto de la universidad indígena, añadió que Pablo era parte de un movimiento social regional vinculado con los derechos de los pueblos indígenas, los derechos territoriales, los derechos a los medios de vida.
“En ese contexto la universidad y la radio eran unos elementos indispensables para darle continuidad a este proyecto, entonces el desarrollo de la radio implica mejorar su capacidad logística en cuanto a equipo y capacidades técnicas de los muchachos que trabajan en él, y en la universidad indígena por supuesto consolidar un proyecto que se pueda convertir en el futuro en una política de estado para pueblos indígenas en el área educativa”.
“Con Pablo estábamos desarrollando la escuela de derecho indígena, donde se forma procuradores en defensoría de las tierras y el territorio, y además la escuela de agroecología con la cual hemos organizado una red de agroecologías dentro del área de la economía para mitigar los efectos del cambio climático y la destrucción sistemática, que está ocurriendo de los recursos naturales por el uso abusivo de los agroquímicos y el sistema”, puntualizó.
Cárcamo finalizó diciendo que Pablo era parte de un movimiento social regional vinculado con los derechos de los pueblos indígenas, los derechos territoriales, los derechos a los medios de vida, y en ese contacto la universidad y la radio eran y son elementos indispensables.
“Con Pablo éramos un equipo de trabajo, ambos trabajábamos por la construcción del Reino la denuncia de la palabra de Dios que también es la denuncia de justicia”, señaló José René García, coordinador del Ministerio profético a nivel de las comunidades eclesiales de base en la parroquia San Matías Apóstol.
Señaló que conjuntamente llevaban el trabajo pastoral en la zona cuatro de Santos Marcos de Caiquin, ambos trabajaban por la construcción del Reino la denuncia de la palabra de Dios que también es la denuncia de justicia.
“Pablo en las actividades era un hombre muy entregado, comprometido con la verdad, siempre motivaba a la gente, nunca andaba irritado, siempre andaba positivo y tratando de que la gente adquiriera conciencia, siempre daba lo mejor de lo mejor”.
Pablo también era el alcalde mayor de la auxiliaría de la vara alta en San Marcos de Caiquin, pueblo que hoy llora la partida de un líder, padre, esposo, hijo, hermano amoroso, que no hizo más que ver por el bien”.
El defensor indígena era padre de cuatro niños de edades de diez años, seis, dos y un bebe de apenas cuatro meses, a estos niños les quitaron la oportunidad de crecer al lado de una familia, de caminar al lado de su padre y disfrutar de sus consejos y su amor.
Su familia entera exige justicia y que se castiguen tanto a los autores materiales como intelectuales.
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