Tegucigalpa,9 Noviembre ,2019.-

Reflexión
EL LIBERTADOR
Tegucigalpa.
René Ponce firmó el acta de defunción y el muerto son las Fuerzas
Armadas. Que Dios las tenga en su gloria. No llevar flores, depositar en
efectivo en las cuentas quebradas de la tesorería nacional. Como si
fuera una trilogía de las películas más malas y sin razón de existir,
nos han dejado “no vamos a dar golpes de Estado”, “No somos políticos” y
ahora “Las Fuerzas Armadas agrícolas”. Cuánta tontería se puede hacer
para apoyar a un civilón.
Y
pues, volvimos a caer en la idiotez de que sí se puede o no, pronto se
olvidó el juicio de “Tony” y comenzamos la discusión insípida de que si
las Fuerzas Armadas tienen facultades para suplantar las instituciones
que ya tienen el personal técnico y un presupuesto para eso,
¡Noooooooooo! No se puede y punto. Terminada la discusión entremos en lo
que importa de verdad.
Honduras
esta ingrávida. El juicio del hermano del gobernante, fue para la
imagen del país como el golpe de Estado de 2009, las empresas en el sur
braman, en el norte gritan, solo el siempre bien cuidadito Sikaffi, ve
todo maravilloso “Déjennos trabajar”, dice, al son de las masacres, el
blindaje de los diputados y el desvío de los fondos públicos a lo que
sea. Más de dos millones de personas en el desempleo, los suicidios y
las masacres volvieron a la cartelera principal.
Lo
único que la oposición ha logrado en tres semanas es reunirse para
hacer una “selfie” y terminan en las discusiones más pendejas como de
que yo soy izquierda o el otro es derecha; mientras Juan sonríe entre
los fusiles de los militares que lo protegen y piensa que puede entrarle
cuatro años más. El café que se sirvieron hace casi un mes ya se enfrió
y el paro nacional no se asoma. El pueblo sufre.
Y
entre el humo que agrega al ambiente el disparo de un sicario en una
nueva masacre en el norte, las peleítas picarescas de la oposición (unos
sonríen con Oliva desde el Congreso y susurran 2021, 2021, 2021…), el
cierre de empresas, simplemente porque Honduras no ofrece ni seguridad
jurídica, la mara legal (SAR) y la ilegal acosan hasta matar.
Mientras
los desempleados lloran por las empresas que se van todos los días, una
tras otra cierra operaciones sin que altere a Sikaffy, suman los
asesinatos a todos los testigos que en futuro pueden ser claves, las
miradas prohibitivas de los analistas que ya no saben cómo interpretar
esto, nos aparece la ya desgastada imagen del militar con el fusil en la
mano.
Un
fruto malo nacerá de la pólvora, hoy Hernández desde Lempira volvió a
mentir, cosa que ya a nadie sorprende y eso preocupa “Las Fuerzas
Armadas no van a manejar recursos; ellos están trabajando con un grupo
de campesinos…” y blah, blah, blah, muy contrario a lo que dice el
Decreto ejecutivo PCM-052-2019 ¿el grupo de campesinos es el mismo con
el que trabajaba Tony? Porque los campesinos dicen que no conocen ese
grupo.
También
dice que los militares van ayudar a los agrarios de quienes les han
robado las tierras, ¿Ó sea, que les van a quitar las tierra a los
Facussé? Digo, por el comentario que hace CC-4; por tonterías como estas
es que aún los medios tradicionales les parece importante la opinión
del melancólico general golpista Romeo Vásquez, que nos ilustra diciendo
“Se debe volver al servicio militar obligatorio, pero para los pobres”.
No, ¡Wow! Brillante. Igualito que Nájera, el loco de Colón, que
recomienda hacer más ricos a los ricos para derrotar la pobreza.
Hernández
ya no gobierna y le ha dado el control a los castrenses, claro con el
aval de los gringos, no es casualidad ese préstamo del Banco Mundial, el
arrastre exagerado e innecesario del señor del Banco Interamericano de
Desarrollo (Bcie) Eduardo Almeida, que jura, pero jura que el Trans-450
existe, solo que nosotros somos tan pobres que no lo vemos transitando
el bulevar Suyapa.
Hoy
la imagen de Honduras es un niño desahuciado sobre una rotonda, ese
niño que no está en este mundo, que fue puesto ahí por la indiferencia
de gobernantes y el desinterés de la población, esa infancia que muere
en el asfalto y a nadie le importa, que apenas vive si la bolsa de
pegamento le regala un suspiro. Ese niño somos nosotros y no le
importamos a nadie y apenas estamos conscientes de que existimos…
Que
entierren los fusiles los militares y verán que no nacen bananos, que
los cuarteles se conviertan en enormes silos y vendan los tanques para
tener más espacio, que el gas lacrimógeno se convierta en insecticidas
contra las plagas, que agarren un azadón y ahí, cuando el sol les cale
la espalda, cuando el sudor baje por la frente, entenderán lo que es ser
campesinos y entonces quizá y solo quizá, entiendan la lucha del
pueblo, mientras tanto, no hablen brutadas.
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