Por: Claudia Mendoza

Con
tono altivo, uno de apellido Najera insistía en decirles a los
periodistas, “no voy a renunciar a lo que yo me gano con el sudor de la
frente, porque a mí quien me paga no es el gobierno, sino el pueblo”.
Semejante cabrón, masculló don Genaro, quien también escuchaba la radio.
¡Ya quisiera verte con este cachimbo de papas que debo jalar todos los
días para ganarme 4 pinches pesos!
El
trayecto hacia el hospital se volvió interminable para Rosa. Recordó los
días alegres junto a su hijos, pero también los golpes y maltratos que
en silenció le aguantó a José durante años. Con malatión, José dispuso
poner fin a su propia angustia y tal vez, a sus cargos de consciencia.
Es lo menos que podía hacer ese desgraciado, dijo furiosa doña Tencha,
mientras agregaba: pobrecitas las criaturas; quedaron solas.
Berta
apareció por una esquina y se sumó a la tertulia, en la que también
estaban Jorge y Ana, una pareja que había logrado romper los cánones del
barrio. Jorge le gritó un par de veces y en una ocasión intentó
golpearla. Ella, con una fuerza inusual, tomo su brazo y le dijo: mira
hijueputa, si me volvés a poner un dedo encima me matás o te mato. Jorge
entendió muy bien y desde entonces se convirtió en el hazmerreír del
barrio.
La
radio seguía la discusión de los diputados. Ana exclamó, ¿y qué podemos
esperar de estos picaros? Imagínense que aquella flaquita, aquella que
es esposa de un doctor que te quita la panza y te endereza la nariz
propuso que se vacunara a los diputados contra la gripe. Y a nosotros
que nos lleve putas. Aunque la verdad, agregó, no sé si me enoja más
aquella otra pendeja cachureca que dijo que nosotros los pobres estamos
con hambre porque somos haraganes y no queremos trabajar. ¿Y es
estudiada vos?, preguntó Berta. Ve a saber vos, contestó Ana, como allí
llega cualquiera, nunca se sabe, como dijo Chelato.
En
la esquina del barrio, la conmoción por el crimen de Rosa atrajo una
interesante discusión. ¿Y vieron el caso de aquella mujer que hallaron
la semana pasada, tirada en una calle, sin papeles y a la que le dejaron
una nota amenazando a los vecinos de que si denunciaban los iban a
joder?, preguntó doña Tencha. ¡Cállese doña, que ya hasta da miedo
salir! Estamos jodidas porque o nos matan en la casa o en la calle,
repuso Berta.
Don
Genaro, ausente de la tertulia de las mujeres, seguía atento a la
discusión de los periodistas que en la radio criticaban a los diputados,
mientras otros justificaban el aumento con su silencio. ¡Vendidos
periodistas!, seguro les pagan para que se cierren la jeta, dijo. Así
son para todos; buena marmaja les han de dar para que no hablen nada
malo contra de este gobierno. Bonito está, acotó, ahora es que a ese tal
Najera no le ajusta ese el pisto para pagar el alquiler de su casa ni
para mandar a lavar los calzones. Solo falta que nos orine un perro,
musitó.
Repentinamente,
entre las caras angustiadas que observaban la sangre que Rosa había
dejado en el camino, apareció Lester, el estudiado del barrio. Vení para
acá vos cipote, insistió don Genaro. Vos que lees y estudias,
explícame, que diablos es pírrico. Ese tal Nájera dijo que el aumento es
pírrico y no entiendo nada.
Mientras
Lester sacaba un diccionario y varios libros de las clases de derecho
que cursaba, Berta había entrado en un ataque de pánico. Vino a su mente
la noticia que había leído sobre otra mujer que fue asesinada en San
Pedro Sula, en su propia casa y a punta de disparos.
Su marido
iba llegando en ese instante. Miró fijamente su andar mientras se
acercaba lentamente hacia ella. Se dijo en su interior: ¿y si este un
día quiere matarme? ¡Ave María purísima, sin pecado concebida!, repetía
susurrando, en tanto su dedo pulgar e índice la persignaban
incontrolablemente.
Andate
despacito que soy lento en entender, insistía Don Genaro a Lester.
Mire, la palabra pírrico viene del rey Pirro, quien vivió entre el año
307 y 302 antes de Cristo y gobernó el Estado de Epiro. Pirro comandaba
ejércitos, don Genaro, y a sus soldados se les comenzó a llamar ejército
pírrico. Ganó muchas batallas pero tuvo que pagar altos precios por el
gane. Por eso, a esas ganancias o victorias que se obtienen con costos
elevados se les llama ganancias pírricas, puntualizó.
Nota relacionada Aumento a diputados es pírrico: diputado nacionalista Oscar Nájera
¡Puta,
pero entonces a nosotros nos ha salido guaya la cosa! Mirá, les pagamos
un pencazo de pisto a esos diputados para que hagan leyes que hacen
ricos a los ricos y joden los pobres, gritó don Genaro.
Ana,
Berta y doña Tencha no paraban de discutir acaloradamente sobre tanta
mujer asesinada en su país. La muerte de mujeres era algo parecido a la
H1N1. Algo así como una epidemia, decían, y para rematar no se mete al
mamo a ningún asesino. Estamos jodidas, coincidieron.
Las
pláticas no tenían fin, pero cuenta la historia que desde entonces a
los congresistas hondureños se les dejó de decir padres y madres de la
patria y ahora, en su lugar, se les llama DIPUTADOS PÍRRICOS.
https://criterio.hn/2018/05/20/las-mujeres-invisibles-de-los-pirricos-diputados-hondurenos/
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