Mientras
comienzan las condenas mundiales contra el abuso, el crimen, el
latrocinio público y contra el irrespeto de las libertades básicas de
los ciudadanos –justo ahora– todos van recibir a domicilio la impagable
factura de un régimen oprobioso que va a terminar por devorar a todos
sus cómplices.
César Indiano
EL LIBERTADOR / Marzo 4,2018
Cuando
el usurpador que ahora gobierna nuestro país comenzó a remendar la
constitución para postularse y posteriormente auto elegirse presidente a
través de un fraude electoral sin precedentes en la historia, ningún
jurista de renombre dijo ni pío.
Cuando
este sujeto que hoy se hace nombrar “Presidente de Honduras” (aunque el
mundo entero sepa de qué modo tan ruin se quedó con un cargo que no le
pertenece) soltó su vómito de engaños y ardides sobre el sacro juramento
electoral de una pobre nación sin futuro, ningún sacerdote dijo “esta
boca es mía”.
Cuando
el impostor que hoy gobierna Honduras tras haberse robado las urnas
electorales donde claramente se reflejaba el desprecio que la mayoría de
la gente siente por él, alteró los resultados y secuestró los conteos
para posteriormente auto
No
he oído la voz preclara de ningún dirigente público, la voz valiente de
ningún militar formado, la voz audible de algún catedrático insigne, la
voz enérgica de algún empresario influyente, la voz gloriosa de ningún
líder social… Decir algo al respecto…De pronto todos se quedaron mudos,
calculando la hora exacta para salir de sus cuevas con sus pellejos
intactos. Así que toda esta burla política que debería avergonzar a
cierta gente que uno supone respetable, se ha orquestado sobre un
silencio cruel, encubridor y catastrófico.
Cuando
el falso presidente de los hondureños dio inicio a sus artimañas
patibularias para frenar las protestas sociales anti fraude y para matar
con métodos siniestros a casi todos los líderes de la oposición, nadie
movió la boca. El recuento real de los muertos y de los presos políticos
nadie lo sabe con exactitud, excepto “los encargados del tema” que
operan a la media noche, cobijados por la cobardía maligna de un país
capturado.
En
toda esta escalada de maldad, despotismo, muerte, dolor y arbitrariedad
sólo hemos escuchado el ruido espeluznante de las mentiras mediáticas y
las voces gélidas de los mensajeros del mal. Los perros que antes
únicamente ladraban, ahora muerden.
Toda
la gente que uno considera “buena”, se reculó en silencio ante las
amenazas de un diablo desenfrenado que hoy gobierna el país “porque él
así lo decidió”… Hasta los militares que ocho años atrás sacaron las
tanquetas para poner en su sitio a otro aprendiz de tirano, se han
metido en sus cuevas a temblar como unas margaritas.
Todos
se hacen los locos, todos quieren navegar con bandera de “yo no fui,
fue teté” cuando hasta el más tonto sabe que este país acaba de ser
tomado por asalto por una manada de cachurecos bandidos que merecen la
horca. Ahora –cuando ya se va volviendo tarde– se escuchan ciertos
murmullos de gente preocupada entre bambalinas.
Ahora
mismo los empresarios, los pastores, los sacerdotes, los industriales,
los comerciantes y todos aquellos integrantes de cámaras, consejos,
juntas, organismos e instituciones que necesitan paz y legitimidad para
continuar con sus vidas, han comenzado a sentir la afilada manopla del
régimen: impuestos criminales, amenazas confiscatorias y coerciones
burocráticas…
Todo
irá empeorando hasta que se mueran los terneros y el granizo arruine
los cafetales, porque Dios detesta los fraudes y pone gusano en los
graneros de los tramposos…Poco a poco “los incondicionales del tirano”
van a ir recobrando la memoria y saliendo del letargo y poco a poco van a
ir entendiendo que una dictadura jamás va a ser un buen negocio para
nadie.
Escuchen
esto: todas las ganancias obtenidas en regímenes violentos y corruptos
son malditas, y por eso, se van a desvanecer. Poco a poco los
empresarios y los comerciantes entenderán que la legitimidad
constitucional de un Estado de Derecho es lo único que garantiza su
supervivencia y que lo que está en juego no son los turbios y fatuos
“contratos comerciales” sino los irrevocables “contratos sociales”.
Ahora,
mientras las finanzas de las empresas se desmoronan porque deben
compartir sus rentas con un gobierno ilegal y criminal, ahora, mientras
se deprime el comercio, aumentan los precios y se desploman los salarios
–ahora– mientras los países democráticos se niegan a sostener acuerdos
con un gobierno delictivo, ahora, mientras comienzan las condenas
mundiales contra el abuso, el crimen, el latrocinio público y contra el
irrespeto de las libertades básicas de los ciudadanos –justo ahora–
todos van recibir a domicilio la impagable factura de un régimen
oprobioso que va a terminar por devorar a todos sus cómplices.
Rosa
de Lobo… es la primera en desfilar hacia el cadalso. Hace falta ser un
lacayo para creer que apoyar a un opresor es una buena salida. Todas las
dictaduras (de derechas o de izquierdas) se quedan solas y se pudren en
su propia voracidad. Se asfixian en sus propios disparates. Todas las
dictaduras destruyen la familia, arruinan las empresas, eliminan la
esperanza, anulan a la gente buena y bestializan el gobierno.
Por
esa razón a la hora de defender la democracia y restaurarla, los
estúpidos egoísmos de la gente –que encima son ciegos e insaciables–
deberían pasar a un segundo plano. Las personas, independientemente de
su estatus académico y económico, deberían aprender a protestar por
algo, deberían aprender a oponerse a alguien sin temer. Nadie tiene
derecho a la paz si no está preparado para ir a una guerra por justicia.
En
definitiva, jamás ningún dictador ha tenido razón y en todos los casos
el déspota siempre acaba o asesinado o encarcelado o apaleado por el
pueblo en la vía pública. Alguien dijo una vez que entre más conocía a
los humanos, más amaba a su perro. Yo por mi parte digo que “entre más
estudio a los dictadores, más asco me producen sus seguidores”.
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