Existe una Honduras que se reúne en terrazas de súper hoteles para sus Celebrity Party. Es la Honduras que se moviliza en transporte aéreo privado, la Honduras que parte de su cotidianidad está en hacer compras semanales en Miami, la Honduras de la exclusividad y la abundancia. La Honduras que se presenta en los principales hoteles, restaurantes y playas del mundo. Esa Honduras encarnada en un reducido grupo de familias.
Es la Honduras que se forma en las principales universidades de Estados Unidos y hace alianza de sangre para blindar sus apellidos. Es la Honduras que da la espalda a la tortilla y los frijoles, que desprecia el baile de los negros y apuesta por el Country y la música electrónica de celebridades mundiales como DJ Gianluca Vacchi. Es la Honduras que explota y niega a la otra Honduras.
Y está la otra Honduras. La empobrecida, mal educada, enferma y violenta. La Honduras que no cuenta, la que nunca se escucha, pero hablan en nombre de ella. Esa Honduras que sale de casa a las 4 de mañana para ganarse la tortilla y los frijoles, la Honduras donde su juventud es perseguida o tiene que migrar a Estados Unidos para ganarse la vida.
Estas dos Honduras son las que están de fondo en actual proceso electoral. La primera acostumbrada a tenerlo todo, que entiende el Estado como fuente riqueza, que necesita de muchos militares en la calle porque tiene miedo de perder sus riquezas. Esa Honduras pone todos sus contactos internacionales y su poder mediático para imponer un candidato vinculado con el latrocinio de recursos del Estado y con redes de criminalidad, un candidato que se sostiene en la ilegalidad, que tiene las manos manchadas de sangre y quiere seguir en el poder a cualquier precio.
La otra Honduras, es la gran sorpresa en la presente coyuntura. Se sometió a las reglas de la democracia y salió masivamente a votar contra Juan Orlando Hernández. Su voto encarna el hartazgo con la corrupción y el autoritarismo. El hartazgo con el abuso de imponer proyectos mineros, hidroeléctricos y peajes. Su hartazgo a los abusos de los militares y policías en los barrios y comunidades. Su voto expresa el hartazgo con la casta política que ha gobernado el país y se ha enriquecido con el sudor y la sangre de la gente.
La Honduras de las mayorías es la que hoy está en las calles exigiendo que se respete su voluntad expresada en el voto. Es la Honduras que está pintando con sangre las principales ciudades del país, es la misma que perdió el miedo y convirtió el estado de sitio en fiesta popular con las cacerolas, cohetes y caminatas callejeras.
Esas dos Honduras en el telón de fondo en la presente coyuntura, y el único camino para acercarlas es contar todas las actas electorales, nombrando una Comisión de expertos internacionales y nacionales en procesos electorales, es la única manera de respetar la voluntad de las grandes mayorías. Respetar la voluntad popular es condición de posibilidad para salir de la crisis política actual y será un primer paso para enfrentar la verdadera polarización del país. Aún estamos a tiempo, el pueblo hondureño se lo merece.
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