Emir
Sader
ALAI
AMLATINA, 12/05/2016.- La
larga crisis
brasileña, que algunos dicen que ha empezado con las
manifestaciones callejeras
de junio del 2013, otros que recién concluidas las elecciones
del 2014, gana
contornos definidos, conforme desemboca en un golpe blanco. No
se puede decir
que todo ha sido meticulosa y fríamente calculado, pero es
cierto que han
terminado siendo piedras de la arquitectura de una estrategia
golpista con el
objetivo, a como sea y con quien sea, sacar el PT del gobierno.
Ese
es el objetivo de la derecha brasileña, así como es la de los
otros países con
gobiernos progresistas de la región: cerrar el ciclo de
gobiernos populares,
sacar a esas fuerzas del gobierno, de la forma que sea posible,
restablecer el
modelo neoliberal. Es lo que ha pasado y está pasando en Brasil
ahora.
Hubo
quienes creyeron que las manifestaciones del 2013 eran
democráticas, que
criticaban al gobierno y al PT desde un punto de vista de
izquierda. Tremendo engaño:
era el comienzo de la onda de descalificación de la política,
primer paso para
la ofensiva de la derecha.
Hubo
quienes, desde la ultra izquierda, saludaban el final de los
gobiernos del PT,
su fracaso, el final del ciclo de gobiernos progresistas en
América Latina,
como si hubiera llegado la hora a la ultra izquierda. Enorme
engaño: la
alternativa al PT y a los gobiernos progresistas está en la
derecha. La misma
crisis demostró que el único gran liderazgo popular en Brasil es
el de Lula.
Que las grandes manifestaciones populares tienen en la CUT
–Central Única de
Trabajadores, cercana al PT– su más grande puntal.
Hubo
quienes se han dejado llevar por los medios brasileños y
creyeron que el tema
central de la crisis era un tema de corrupción del PT. Cuando la
crisis se ha
profundizado y los medios internacionales mandaron sus
corresponsales, todos,
unánimemente, se dieron cuenta que los corruptos están del otro
lado, son
exactamente los golpistas. Que no hay ninguna prueba concreta en
contra de
Dilma o de Lula, mientras los dirigentes del golpe y más de 200
parlamentarios
que lo han votado, son reos de procesos de corrupción en el
Supremo Tribunal
Federal.
Total,
la larga y profunda crisis brasileña es la estrategia de la
derecha para
recuperar el gobierno y, desde ahí atacar los avances de los
últimos casi 13
años en Brasil. Atacar la destinación constitucional de recursos
para la
educación y la salud, atacar los derechos de los trabajadores,
atacar los
patrimonios públicos, imponer un durísimo ajuste fiscal, desatar
la represión
en contra de los movimientos populares, establecer una política
internacional
de subordinación a los intereses de los Estados Unidos. Esos son
los objetivos
del golpe blanco, que se fue gestando a lo largo de los últimos
años en Brasil.
Pretenden
sacar al PT y restablecer el modelo neoliberal, el Estado mínimo
y la política
externa subordinada a los EEUU, y terminar con los gobiernos del
PT que dieron
prioridad a la lucha en contra de la desigualdad, al rescate del
rol activo del
Estado y a la política externa soberana. Esos son los objetivos
de la larga
crisis de desestabilización en Brasil.
La
izquierda en su conjunto y todos los movimientos sociales lo han
comprendido
muy bien, se han unido en defensa de la democracia, en contra
del golpe, a
sabiendas que lo que viene, como en Argentina, es una venganza
en contra del
pueblo y de sus derechos.
Pero
a diferencia de un golpe militar o de una victoria electoral, la
derecha
brasileña tiene que enfrentarse al más grande movimiento de
masas que el país
haya conocido, con su falta absoluta de propuestas que pudieran
darle
legitimidad y apoyo popular, con el liderazgo de Lula, el único
con enorme
respaldo popular.
Son
tiempos de lucha, de disputa, de inestabilidad, de crisis
hegemónica profunda.
El juego no ha terminado, al contrario, se ha profundizado, los
enfrentamientos
de clase han quedado mucho más visibles. Brasil ya no será el
mismo después de
esta crisis. La derecha ya no se disfrazará de civilizada, de
democrática, de
reformista, para aparecer como es: neoliberal, corrupta,
golpista (El gobierno
de Temer, por primera vez, desde la dictadura, tendrá apenas a
hombres,
blancos, desde luego, adultos, reaccionarios, corruptos).
Mientras
que la izquierda está comprometida con volver al gobierno para
desatar los
nudos que han bloqueado sus gobiernos y han llevado al golpe,
principalmente la
democratización de los medios, el quiebre de la hegemonía del
capital
especulativo, la reforma del sistema electoral, entre tantas
otras reformas.
Esa disputa es la que caracteriza al nuevo período político
abierto hoy en
Brasil.
- Emir Sader,
sociólogo y científico
político brasileño, es coordinador del Laboratorio de
Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de
Janeiro (UERJ).
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