
El Gobierno de Honduras está advertido de la “ruleta rusa” y no puede oponerse a los designios de Washington, aun cuando la orden del día reclama a la elite política nuevos cuadros y la crucifixión de viejos amigos que fueron más allá del exceso regulado por el neoliberalismo.
Publicado 12 de Diciembre 2015 / EDITORIAL EL LIBERTADOR
Luego
de los escombros de democracia que en Honduras y América Latina dejó el
“anticomunismo” de la Guerra Fría, Estados Unidos se fue 30 años a
liquidar y saquear otros pueblos del mundo, hasta olvidarse de esta
región; en tanto de entre las ruinas, el vasallaje imperial floreció en
monstruosa corrupción política y exterminio social.
Durante
esos años EE.UU. se concentró en incendiar a los árabes, “terroristas”
en Afganistán, izó horcas para viejos amigos en Iraq y en Libia los
lanzó a turbas fanáticas; y mientras enloquecía con drones de muerte
selectiva y de civiles que jamás tuvieron enemigos, Rusia y China frente
al nuevo orden económico global fueron creando socios claves en el
antiguo “patio trasero” de Washington, sobre todo, en América del Sur y,
en Centroamérica, Costa Rica y Nicaragua.
De
pronto un imperio con crisis en la dirección suprema del planeta miró
de nuevo al sur y está resuelto a recuperar el terreno, ejecutando un
plan agresivo que pasa por oxigenar el fallido sistema neoliberal de
países como Honduras donde la corrupción absorbió al Estado y los
corruptos adquirieron autonomía de vuelo, tanta, que ya no inspiran
confianza en sus viejos instructores norteños.
El
Gobierno de Honduras está advertido de la “ruleta rusa” y no puede
oponerse a los designios del gran capital, aun cuando la orden del día
reclama nuevos cuadros y la crucifixión de viejos amigos, financistas de
campaña y piezas vitales del rompecabezas que dieron forma a la
excesiva riqueza mal habida e impunidad en las últimas tres décadas.
Robert
Klitgaard, antiguo académico de las universidades de Harvard y Yale,
con notables publicaciones sobre el tema de corrupción y forma de
combatirla, explicó al final del decenio de 1990 que no sólo se trata de
problema de individuos sin ética, sino fundamentalmente de errores
profundos en los sistemas económico y político.
Las
tácticas básicas para combatirla implican, ante todo, atacar la
sensación perniciosa de que hay impunidad, ya que la cultura de la
corrupción se alimenta del sentimiento que la gente de alto nivel es
intocable, que suele ocurrir bajo el amparo de instituciones judiciales
cómplices. Según el erudito para que un gobierno logre credibilidad y
eficiencia en la lucha contra la corrupción, es esencial: “freír al pez
gordo”; empezar por castigar a los grandes corruptos, y afirma: “lo
importante es que el primer pez gordo provenga del partido en el poder”.
Aquí entra la petición de extradición del expresidente Rafael Callejas,
el único líder simbólico del Partido Nacional desde 1985 que, salvo
conveniencia de EE.UU., marcará de una vez el final o fortaleza del
proyecto continuista del presidente Juan Hernández.
Hay
un antecedente muy cerca, el presidente Otto Pérez abogó en abril de
2014 por permitir la reelección de las máximas autoridades en Guatemala,
pues consideraba que su país tiene “el peor sistema” y que cuatro años
son pocos para gobernar. Hace poco olvidó ese sueño cuando fue enviado a
la cárcel por corrupto.
A
esta hora se arrepienten quienes brindaron por aquella bestialidad
contra el pueblo en el amanecer del domingo 28 de junio de 2009, origen
inmediato de la fritanga de peces gordos; ya es tarde, la brújula del
imperio en el país orienta su marcha inapelable ante el riesgo
estratégico que le provoca una regordeta elite política y económica
sociópata, que ratifica su hambrienta compulsión por llenarse las bolsas
de donde sea y explota con burla la pobreza. El norte quiere
subalternos leales en las sierras de Lempira y los actuales no lo son.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/831-peces-gordos-editorial-y-portada-el-liberador-impreso-diciembre-2015
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