Jesús González Pazos
ALAI AMLATINA, 13/10/2015.- “Eliminar
barreras comerciales; vulnerar derechos humanos”. Pudiera parecer
que al enunciar la frase anterior se establece una intencionada
relación engañosa entre los apartados de la misma. Aparentemente, se
podría decir que nada, o muy poco, tienen que ver las barreras
comerciales, los mercados, con los derechos humanos, ya sean éstos
individuales o colectivos.
Sin embargo, la globalización neoliberal que se sigue extendiendo e
imponiendo en el planeta une estrechamente estos elementos.
Lo hemos
visto y comprobado en nuestras propias sociedades con las crisis que
vivimos. Vemos como, en aras de la salida de las mismas, se
incentiva permanentemente el aumento constante de la producción, de
los índices de consumo, la competitividad desaforada, o se persigue
el establecimiento de cuantas más empresas posibles en el entorno
inmediato al precio que sea.
Y todo ello, mientras se anulan
derechos laborales, se recortan los sociales y políticos, o aquellos
presupuestos que deberían reforzar las políticas que abordan las
consecuencias más trágicas de la sociedad machista que vivimos, o
mientras a nuestra juventud, y no tan jóvenes, se condena a un
futuro incierto con empleos temporales y precarios que no garantizan
las mínimas condiciones para una vida digna.
Luego, si la crisis y sus consecuencias directas ya nos permite ver
que esa aparentemente artificiosa relación no es tal, la cuestión
que ahora queremos destacar reforzará esa idea de directa y estrecha
relación entre liberalización absoluta de los mercados y vulneración
de los derechos humanos de las grandes mayorías.
Hablamos de los Tratados de Libre Comercio (TLC). Algunos aprobados
hace más de dos décadas, como es el caso del que afecta a Norte
América (TLCAN) y que incluye a Canadá, Estados Unidos y México.
Otros de recientísima firma, como es el TransPacífico (TPP), que
abarcará a 12 países de la cuenca de este océano. Y otros próximos
como el TransAtlántico (TTIP) que ahora se negocia a puerta cerrada
entre Estados Unidos y la Unión Europea. Hay un cuarto tratado más
(TISA), que también se negocia secretamente entre 50 países. Como
podemos suponer, todos ellos tienen a Estados Unidos como
denominador común aparente y todos ellos se caracterizan por el
secretismo de los términos de negociación de los mismos y por lo
inconsultos que son para los distintos pueblos y países afectados.
Decimos, una vez más, aparente porque el gobierno estadounidense
figura como protagonista en todos y cada uno de los acuerdos. Sin
embargo, reiteramos, es pura apariencia. En realidad, el denominador
común en todos los Tratados de Libre Comercio firmados o por firmar,
son las grandes corporaciones transnacionales. Son ellas (sus
consejos de administración y juntas de dirección) las que imponen
sus términos y clausulas; son ellas las directamente interesadas y
son ellas, las que por consiguiente, se están erigiendo en auténtico
gobierno planetario.
Pudiera a algunos oídos sonar estas afirmaciones como de tintes
apocalípticos, pero así es como se explican las negociaciones
secretas, las imposiciones que van más allá de las cuestiones
estrictamente comerciales como la liberalización de los mercados, la
desaparición de los aranceles, etc. En realidad, las imposiciones
alcanzan ámbitos tan diferentes como la eliminación de protecciones
y seguridades que tienen que ver con derechos de la población a la
universalización de la atención sanitaria o a la educación, o
derechos a una alimentación sana y libre de transgénicos. Pero
también con los ataques y presiones para reducir las legislaciones
en materia de protección social, laboral o ambiental. En esta
relación se debe incluir igualmente la eliminación de barreras de
protección a la explotación desenfrenada del planeta y a la
contaminación de éste, incidiendo en el agravamiento de problemas
tan centrales hoy como es el cambio climático.
Por último, y quizás como uno de los puntos de imposición más
graves, está la eliminación de la soberanía de los estados. Éstos
podrán ser denunciados por las transnacionales si consideran
atacados, por cualquier ley de rango estatal o inferior, sus
opciones de obtención de un máximo de beneficios y “sus derechos”
como entidades privadas. Es decir, el interés público y social se
verá sometido al privado de las grandes empresas. Y, por si fuera
poco, contarán además para ello con tribunales también privados que
podrán asegurar el fallo a su favor en las consiguientes
reclamaciones, lo que además supondrá un paso más en la
privatización de la justicia.
Nuevamente pensamos en quienes pueden acusarnos de alarmistas, y por
eso citamos solo algunos ejemplos ilustrativos de hechos ya
ocurridos, citados recientemente en un texto de Susan George,
presidenta de honor de ATTAC-Francia y del Transnational Institute
de Amsterdam. Como son “el caso de Occidental Petroleum en Ecuador,
que ganó un contencioso de 1.800 millones de dólares ante un
tribunal de arbitraje de tres jueces privados porque el país
suramericano se negó a permitir la perforación para buscar petróleo
en una zona natural protegida. Otros casos son amenazas directas a
la salud pública o al deber de los gobiernos de proteger el
bienestar de” la ciudadanía. “Como el de Philip Morris contra
Australia y Uruguay por requerir cajetillas sin marcas y avisos
ostensibles de los graves peligros del tabaco para la salud. O el
caso de Veolia contra Egipto porque el Gobierno egipcio aumentó el
salario mínimo”.
En suma, y como se desprende de lo planteado anteriormente, los
términos de los Tratados de Libre Comercio van mucho más allá de
meros acuerdos para favorecer el comercio y el desarrollo, y son una
amplia relación de imposiciones que las grandes corporaciones
transnacionales están definiendo, sin consulta alguna a la
población, para construir un nuevo orden mundial. En éste, la
democracia y los derechos humanos, en el mejor de los casos,
estarían total y absolutamente supeditados a los intereses de los
mercados y a la búsqueda de ese máximo de beneficios. Se anularían,
por consiguiente, las capacidades de las grandes mayorías para
definir su presente y se hipotecaría el futuro de las próximas
generaciones a una vida digna donde los derechos humanos
individuales y colectivos sean algo más que una simple declaración
internacional. Se trata, en suma, de eliminar las posibilidades
hacia un mundo donde la pobreza, la desigualdad y la injusticia
social no sean entendidas como justificables o inevitables y
pudieran ser definitivamente desterradas a favor de la mayoría de la
población y no solo para una minoría enriquecida. Es cuestión de
voluntad política y social; es cuestión de trasparencia y consulta a
la población; es cuestión de democracia verdadera y participativa.
- Jesus González Pazos es miembro de Mugarik Gabe.
URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/172982
Mas informacion: http://alainet.org
RSS: http://alainet.org/rss.phtml
Twitter: http://twitter.com/ALAIinfo
Te invitamos a sostener el trabajo de ALAI.
Contribuciones: http://alainet.org/donaciones.php
______________________________________
Agencia Latinoamericana de Informacion
email: info@alainet.org
Suscripciones: http://listas.alainet.org/listas/subscribe/alai-amlatina
Desuscripciones: http://listas.alainet.org/listas/signoff/alai-amlatina
viernes, 16 de octubre de 2015
Tratados de libre comercio y más
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario