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Fuente de imagen: razonesdecuba.cubadebate.cu |
Gustavo Zelaya (Docente
universitario hondureño)
1876 fue un momento significativo
en Honduras ya que con el gobierno de la Reforma Liberal encabezado por Marco
Aurelio Soto y Ramón Rosa se puso en marcha un proceso de modernización del Estado
y de inserción en el sistema capitalista mundial. En tal circunstancia
participaron algunos cubanos y dominicanos que se instalaron en el país, la
presencia de una parte de ellos se extendió hasta 1884 en el gobierno de Luis
Bográn. Tal situación no se debió a un acto espontáneo ni totalmente bondadoso,
aunque existió ayuda solidaria de parte de los gobernantes hondureños también fue
resultado de las gestiones del gobierno español por mantener alejados a esos
patriotas de las luchas independentistas en Cuba. Se mezclaron intervenciones
diplomáticas, financieras y de inteligencia para aislarlos de su patria.
Esos personajes ejercieron
funciones importantes en los gobierno de Soto y Bográn, sobre todo, conspiraron,
se prepararon y organizaron para continuar con el proceso independentista de
Cuba al mando de José Martí. Entre ellos estaban Tomás Estrada Palma, el primer
presidente de Cuba, aquí fue el primer Director General de Correos y director
del Colegio Nacional de Segunda Enseñanza; el Lugarteniente General Antonio
Maceo, comandante de armas de Puerto Cortés, Omoa, Tegucigalpa y secretario de
defensa, con la caída del gobierno de Soto se vio obligado a emigrar a Costa
Rica y luego a Estados Unidos. También estuvieron José Joaquín Palma,
secretario particular del presidente Soto; Eusebio Hernández director del
hospital San Felipe de Tegucigalpa y profesor de la escuela de medicina de la
universidad central; Carlos Roloff director del banco de Amapala; el Mayor
General Flor Crombet, enlace de Martí con los cubanos en Honduras; Manuel
García Freyre, profesor del Colegio Nacional de Señoritas; Francisco de Paula
Flores, fundador y director de la Escuela Normal de Olancho; el dominicano
Máximo Gómez, director de aduanas, comandante de plaza en Amapala y General de División del ejército
de Honduras. A todo ese grupo de exiliados
se le conoció como el campamento Mambí, los luchadores independentistas que
hicieron de Honduras su segunda patria.
Máximo Gómez (1836-1905) y
Antonio Maceo (1845-1896) fueron los principales
jefes militares de la primera independencia cubana. En 1878 el gobierno
hondureño contribuyó con la llegada de patriotas cubanos establecidos en
Jamaica; unos se quedaron en puerto Cortés, otros en San Pedro Sula y a Máximo
Gómez se le encargó la organización de la aduana y plaza militar de Amapala y,
junto a Maceo y otros veteranos de la primera etapa de la guerra de
independencia cubana, conocida como la Guerra de los Diez Años, colaboraron en la formación del ejército de
aquél gobierno. En Amapala todavía se conserva la casa de Máximo Gómez y una
placa recordando su presencia; en aquella época ese puerto fue una importante
unidad económica por donde se realizaba la exportación de productos del mar y
del café.
Hay algo bien importante y que
expresa los sentimientos de todos los integrantes del Campamento Mambí. A pesar
de la distancia que hacían muy lentas las comunicaciones y de los esfuerzos del
imperio español por mantenerlos alejados de Cuba; y sobre todo, a pesar de las
duras condiciones económicas del momento
en donde el gobierno hondureño carecía de posibilidades de proporcionar
sueldos dignos a sus funcionarios, los
exiliados cubanos no cesaron de organizarse y planificar su retorno. En 1883
discutían sobre la situación en Cuba y las posibilidades de la independencia,
de si era factible regresar y reiniciar la lucha armada. Mantenían comunicaciones con José Martí y existen registros de las reuniones sostenidas entre
Máximo Gómez con Flor Crombet, que estaba encargado de instruir a los cubanos
en los preparativos del retorno a Cuba y traer las cartas de Martí con las
peticiones sobre la guerra de independencia.
En ese intercambio entre los
exiliados cubanos “Maceo escribió desde San Pedro Sula en Honduras, una carta a
José Dolores Poyo, director del periódico El Yara, en Cayo hueso, en la que
afirmaba: Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar (a) sus
contrarios… Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo
anegado en sangre, sino perece en la lucha" (tomado de Granma del 16 de
diciembre de 2011).
1884 fue un año fundamental para
estos cubanos. En Puerto Cortes estaba Antonio Maceo, incondicional de Gómez y
atentos a las circunstancias mantenían constantes encuentros. En San Pedro Sula
Máximo Gómez redactó las líneas principales de un documento conocido como “La
Independencia Número Uno”; puesto en
manos de José Martí y de los cubanos de Nueva York, se convirtió en uno de los
componentes principales del Manifiesto de Montecristi, que firmado con Martí y
otros patriotas sería el programa de la revolución de 1895. Ese documento será
el fundamento teórico desde donde se va a desarrollar la gran capacidad militar
de Antonio Maceo y Máximo Gómez que, con alrededor de 40 mil hombres mal
equipados, va enfrentar con gran éxito a 250 mil soldados españoles dotados con
los mejores equipos de la época.
Respecto a su estadía en
Honduras, el agradecimiento de Máximo Gómez a nuestro país puede verse en una
carta dirigida a su amigo José Dolores Pérez en donde sostuvo: “diles que el
día que Honduras se viera amenazada por una nación extranjera entonces sí, al
frente de una falange de cubanos y dominicanos, volaría a ponerme al lado de
los defensores de la bandera nacional que me cobijó en ese país y me dio pan y
asilo”. Y aquí, al igual que Maceo dejaron su huella, dejaron su experiencia
política-militar y alguna descendencia
familiar tanto en Omoa, Amapala, Tegucigalpa como en San Pedro Sula. Además, de
convertir el suelo hondureño en base de discusión y organización de una parte
de la guerra independentista cubana.
Los cubanos de hoy pueden hablar
mejor del aporte de Antonio Maceo a su historia y en cualquier momento que se
mencione a Maceo siempre va a resaltar su rechazo al sistema colonial y a la
dependencia de cualquier potencia extranjera; esa actitud valiente, firme y
honesta del Titán de Bronce puede verse en una carta enviada al coronel
Federico Pérez Carbó, a la letra decía: “De España jamás esperé nada; siempre
nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se
conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de
cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo
debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que
contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso"(tomado de Granma, ídem).
Las circunstancias políticas y
militares que rodean la muerte en combate de Antonio Maceo han sido descritas
por los investigadores de la historia de Cuba y no podría agregar algo novedoso
a tales explicaciones, sin embargo hay dos figuras excepcionales en la historia
cubana y latinoamericana que con sus palabras supieron expresar la grandeza de
Maceo de la siguiente forma ; Máximo Gómez le dijo a Mariana Grajales, la leal
compañera de Maceo: “Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde
usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de
mis amigos y pierde en fin el ejército libertador a la figura más excelsa de la
Revolución” (Granma, ibídem). Las otras
palabras provienen de José Martí: “No deja frase rota, ni usa voz impura, ni
vacila cuando lo parece, sino que tantea su tema o su hombre. Ni hincha la
palabra nunca, ni la deja de la rienda. Pero se pone un día el sol y amanece el
otro, y el primer fulgor da por la ventana que mira al campo de Marte, sobre el
guerrero que no durmió en toda la noche buscándole caminos a la Patria. Su
columna será él, jamás puñal suyo. Con el pensamiento le servirá más aún que
con el valor” (Tomado de Bohemia digital, apareció en la edición del 6 de
octubre de 1893 en el periódico Patria).
El aporte cubano a la historia hondureña, esa contribución solidaria
tiene registros desde 1876 y hay otras etapas marcadas por desastres naturales
en donde la ayuda, a pesar de los riesgos políticos, fue inmediata,
desinteresada y permanente. En cada uno de esos momentos se ha expresado el
ejemplo solidario de Antonio Maceo, Eusebio Hernández y Máximo Gómez, de éste
hombre que puso su vida y sus ideales al servicio de la libertad; en palabras
suyas: “al ideal cubano, que lo es antillano, me he entregado entero a amarlo y
defenderlo, sacrificando todo cuanto los hombres podemos disfrutar”. Cualquier
homenaje no será suficiente a quien, según Martí: “ha sabido ser grande en la
guerra y digno en la paz”. Esa es la expresión completa que sintetiza la
importancia no sólo militar o política de esos patriotas: grandes en la guerra
y dignos en la paz.
6 de diciembre de 2014.
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