Los femicidios son el punto final de un viaje que inicia en la cotidianeidad, en el silencio y las dudas de las víctimas, hasta que la muerte acaba con toda la incertidumbre, la evidencia es que en Honduras, el 40 por ciento de las muertes violentas de mujeres, son femicidios.
Escrito por Wendy Funes | Noviembre 10 del 2014
Tegucigalpa, Honduras (Conexihon) .- En la segunda planta de uno de los edificios de la capital las mujeres se reúnen para hablar de las raíces heridas que les dejó la violencia.
Tegucigalpa, Honduras (Conexihon) .- En la segunda planta de uno de los edificios de la capital las mujeres se reúnen para hablar de las raíces heridas que les dejó la violencia.
Son
círculos de apoyo a los que remite el Juzgado Especial de Violencia
Doméstica, las mujeres firman un libro de asistencia, se juntan en un
grupo y los hombres en otro para hacer un viaje interno y encontrar en
las entrañas las causas y secuelas. El pacto prioritario es la
discreción porque “da pena que la gente sepa”.
“Esa
tragedia me hace recordar que las palpitaciones se aceleran, dan ganas
de vomitar y parece que los huesos se van a salir de la piel y que los
latidos del corazón también, cuando un hombre te agarra del puño, te
pregunta ¿Quién te está cogiendo?, ¿Por qué no querés nada conmigo?,
¡Sos una ramera!, pero eso viene después que te arrancaron las raíces de
un solo golpe”, expresa.
Otra
joven blanca, con los labios gruesos y rojos que hacen un lindo
contraste con su pelo castaño y sus ojos café, cuenta que la carretera
de Valle de Ángeles (municipio al norte de Tegucigalpa), le trae malos
recuerdos. Por esa calle, rodeada de liquidámbar, con olor a pinos
frescos, iba junto a su pareja cuando empezaron a gritarse y entonces él
le dio varias bofetadas hasta sacarle sangre de nariz, ahora está
tratando de recoger los pedacitos para recomponer el cristal de su vida.
Cada una va contando su historia con diferentes circunstancias y con la misma esencia de dolor.
Otra,
es una mujer morena, de rizos negros que trabaja en una floristería de
la colonia Florencia, su dilema en este círculo de apoyo es que su
esposo le quiere quitar sus hijos porque aduce que ella trabaja mucho,
todo el día. Y ella no sabe cómo hacer porque necesita el empleo para
mantener a sus pequeños.
“Las
palabras a estas alturas me dan ganas de hablar, pero estoy enrollada
como un caracol, con un conflicto interno por ser periodista, aparecer
en televisión, tener miedo a que las demás no sean discretas y cada vez
que te vean en la pantalla repitan a ella le hicieron esto y aquello, su
marido le decía que es una mala madre, ¡porque es difícil que alguien
entienda!
De
frente al círculo de mujeres me pregunto si vale la pena seguir
perdiendo el tiempo que podría utilizar buscando una noticia y, en ese
instante, una voz interna empieza a recorrer los recuerdos y repite,
cuando llegás donde la jueza y entra al despacho judicial la persona que
denunciaste, dando la mano a ella y a todas las personas con una
sonrisa afable, mientras vos estás molesta y con mal semblante y no
querés hablar; cuando la jueza creyó que la problemática quizá eras vos y
te mandó a examinar a la Fiscalía de la Mujer para que el Ministerio
Público dictaminara si era verdad que te agredían o fuiste vos; cuando
llegaste ante una fiscal y por enésima vez debiste abandonar tu trabajo
con riesgo de que te corran y debiste empezar de nuevo el viaje a los
túneles de sus recuerdos para contar que te dijeron fea, maldita, qué
color de piel y mientras tanto sudás, pensando si realmente eso era
violencia o si simplemente te lo inventaste; cuando mordías las
almohadas y te sentías en un callejón sin salida; cuando crees que
talvez no sos víctima pero estás prejuiciada porque has escrito tantos
reportajes del tema. Y abandono mis pensamientos que me ponen los ojos
llorosos y vuelvo al círculo de mujeres, pensando ahora que hay que
terminar rápido este paso, pero sólo para cumplir la orden judicial
porque talvez fue muy acelerado hacer una denuncia.
Al
final de casi ocho meses, el círculo de varios jueves por las mañanas
me permite comprender un poco más el fenómeno, disipar algunas dudas,
valorar que esta ruta pudo salvarme la vida y tratar de olvidar cuando
me tomaron del cuello, me apretaron, me tiraron en la cama y me dijeron:
para matarte a vos basura, mejor me voy.
Quizás
contarlo ante el juzgado, repetirlo en la Fiscalía, recordarlo en las
terapias de grupo, interna o externamente, sean un remedio para sacarlo y
que se lo lleve el frío del invierno porque aún al reiterarlo y
conociendo que hay una sentencia judicial favorable uno sigue pensando
si realmente ocurrió o si es exagerado.
Pero
no todas las mujeres en Honduras tienen la suerte de acudir a un
Juzgado de Violencia Doméstica, tener el tiempo de asistir a terapias,
reuniones, charlas o a soportar las burlas de la policía como una mujer a
la que me encontré en una cobertura periodística en la desaparecida
Dirección General de Investigación Criminal (DGIC) que andaba
preguntando ¿a qué hora salía de la cárcel su esposo, acusado por
violencia doméstica?
¡Jajaja
ya anda buscando la otra vergueada!, le respondió un policía, con la
sonrisa de lado y socarrona, respaldado por las risas burlonas de los
demás detectives, ¡porque es difícil que alguien entienda!
Aunque
lo escribamos, aunque lo digamos, aunque alguien lo cuente y aunque lo
vivamos, es complicado estar seguras cuando llega la violencia y poder
identificar cómo salir de ese círculo para evitar consecuencias peores.
Las cifras de violencia
Karla
Lara canta que “nos matan por ser mujeres, nos matan queriendo atarnos”
y las cifras, que no pueden detallar cómo es cuando te despedazan,
parecen darle la razón. Sólo en el primer semestre de 2014, la Fiscalía
Especial de la Mujer recibió 8, 700 denuncias por violencia doméstica.
El
Centro de Derecho de Mujeres (CDM) registró hasta Junio 2014 que los
medios de comunicación escritos reportaron 338 mujeres víctimas de
manifestaciones de violencia, de esta cantidad 187 perdieron la vida en
forma violenta y 108 fueron víctimas de violencia sexual.
De
las 187 mujeres que murieron de forma violenta, el CDM identificó
características femicidas en 83 casos. Eso implica que cuatro de cada
10 muertes violentas de mujeres, son femicidios.
El
Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de
Honduras (UNAH) reveló que desde el 2005 hasta el 2012, “la Muerte
Violenta de Mujeres mantiene una tendencia creciente; que pasó de 175
muertes a 606 muertes de mujeres para el 2012, lo que representa un
aumento de 246.3% en los últimos ocho años. Es necesario señalar que en
el año 2012, mueren asesinadas mensualmente un promedio de 51 mujeres y
una cada 14 horas con 30 segundos”.
En
2012, el Observatorio de la UNAH reportó 20 municipios, de los 298 que
tiene Honduras, sin homicidios y en 2013 la cifra aumentó porque hubo 34
municipios sin muertes violentas; sin embargo en todos se registró
violencia doméstica.
En
Lempira, que tiene varios municipios sin homicidios, existen cifras de
violencia doméstica, registradas por los Juzgados de Paz; La Libertad,
Francisco Morazán, uno de los 20 municipios sin homicidios en 2012, es
un caso particular porque no registró ni un caso de violencia doméstica.
En
fin, la violencia doméstica dejaría de ser un problema de cifras con
programas de educación, prevención integral en la vida cotidiana del
hogar para evitar tanto dolor, dudas y silencios.
El
Estado debe tener una política eficaz de intervención para evitar que
la muerte sea el remedio que acaba con toda la incertidumbre que viven
las víctimas de violencia doméstica; tampoco hay investigación criminal,
de tal forma que la norma en Honduras es la impunidad.
http://conexihon.hn/site/noticia/derechos-humanos/derechos-humanos-mujeres/cr%C3%B3nica-desde-el-laberinto-interno-de-la-violencia
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