Tiempo.hn / Jueves, 21 Agosto 2014 - 08:30 San Pedro Sula, Honduras.
En las impactantes historias de los cada vez más numerosos menores
centroamericanos que intentan entrar sin documentos a Estados Unidos hay
un grupo que se destaca, pero por su ausencia: los nicaragüenses.
Efectivamente, entre octubre de 2013 y junio de este año la Patrulla de
Frontera de EE.UU. capturó a 16.546 menores no acompañados provenientes
de Honduras, 14.086 de Guatemala y 13.301 de El Salvador, pero
solamente a 178 de Nicaragua.
Lo que no significa que los habitantes del país más pobre de
Centroamérica –incluyendo numerosos menores de edad– no estén migrando.
Solo que lo hacen fundamentalmente hacia el sur, a la vecina Costa
Rica, y a veces incluso a países como El Salvador y Guatemala en donde
pueden ocupar, precisamente, los puestos de trabajo abandonados por esos
otros inmigrantes.
Y su motivación es además fundamentalmente económica, pues Nicaragua
registra niveles de violencia muy inferiores a los del denominado
"triángulo del norte centroamericano", la principal razón detrás del
aumento de menores indocumentados a EE.UU.
Una diferencia que, curiosamente, en cierta forma también está
relacionada con diferencias en los patrones históricos de migración.
Asilo vs. deportaciones
Efectivamente, según el excomisionado de la policía nicaragüense Francisco Bautista, para entender por qué Nicaragua no tiene el mismo problema de "maras" que su vecinos del norte primero hay que fijarse en el trato diferenciado que EE.UU. le dio a sus migrantes en la década de 1980.
Efectivamente, según el excomisionado de la policía nicaragüense Francisco Bautista, para entender por qué Nicaragua no tiene el mismo problema de "maras" que su vecinos del norte primero hay que fijarse en el trato diferenciado que EE.UU. le dio a sus migrantes en la década de 1980.
Era una época de conflictos armados en Centroamérica y numerosos
salvadoreños y nicaragüenses intentaron viajar hacia Estados Unidos para
escapar de sus respectivas guerras.
"Pero la mayoría de los nicaragüenses salió para Miami, donde fueron
acogidos como exiliados políticos, no fueron rechazados, porque el
gobierno de EE.UU. estaba enfrentado con el gobierno sandinista",
recuerda Bautista.
"Mientras que la población salvadoreña buscó refugió en Los Ángeles y
desafortunadamente la mayoría no fue acogida como asilada política. Y
ese fue el germen del problema de las pandillas", le dice a BBC Mundo.
La desintegración familiar y los problemas de integración llevaría a
numerosos jóvenes salvadoreños a crear sus propias maras para hacer
frente a las pandillas latinas que controlaban los barrios bravos.
Y las masivas deportaciones de sus miembros llevarían el problema a El
Salvador, desde donde las maras se expandirían a Honduras y Guatemala,
donde todavía hoy son actores importantes de una violencia extrema
estrechamente vinculada al narcotráfico y el crimen organizado.
En contraste, con familia y amigos establecidos legalmente en Estados
Unidos, la migración hacia el norte se volvió comparativamente más
sencilla para muchos nicaragüenses.
Mientras que la presencia de las maras en el país todavía hoy sigue
siendo marginal. Algo que Bautista vincula a la tardía entrada al país
del crimen organizado –como consecuencia del control ejercido por las
instituciones de seguridad sandinistas en la década de los 80s– y a su
herencia de políticas de seguridad ciudadana mucho más efectivas,
basadas en la prevención.
"En la segunda mitad de los años 90, cuando en algunos barrios
empezaron a haber brotes de violencia de pandillas, el gobierno
reaccionó creando comités interinstitucionales que incluían a la policía
pero también a la alcaldía, a salud, a educación. No con mera mano
dura, como en Honduras o El Salvador", cuenta el excomisionado, quien se
ha desempeñado como asesor regional de Naciones Unidas para temas de
seguridad ciudadana.
Y todavía hoy la diferencia en indicadores como el número de homicidios
por cada 100.000 habitantes es notable: 90,4 en Honduras, 41,2 en El
Salvador y sólo 11,3 en Nicaragua, según datos recogidos por la Oficina
de Naciones Unidas contra la droga y el delito en 2013.
La opción Costa Rica
Todo esto obviamente ayuda a que los jóvenes nicaragüenses no se vean empujados a emprender el peligroso trayecto que los indocumentados tienen que seguir para llegar a Estados Unidos.
Todo esto obviamente ayuda a que los jóvenes nicaragüenses no se vean empujados a emprender el peligroso trayecto que los indocumentados tienen que seguir para llegar a Estados Unidos.
Máxime cuando aquellos que no encuentran oportunidades en Nicaragua, y
no pueden seguir la vía legal para emigrar a EE.UU., tienen una opción
mucho más amistosa, y también mucho más barata, en la frontera sur.
"Con Costa Rica ya existe una tradición de migración y un tendido de
relaciones obviamente favorecido por la proximidad geográfica", explica
José Luis Rocha, un experto nicaragüense en migraciones vinculado al
Servicio Jesuita para los Inmigrantes.
"Ahí no hay muro, ni cerco, ni patrulla fronteriza. Atravesás un
naranjal y ya estás en Costa Rica. No hay ningún peligro, no hay ningún
tiro. Nadie se muere ahí", le dice a BBC Mundo.
Y, crucialmente, para muchos migrantes económicos nicaragüenses, las
oportunidades ofrecidas por Costa Rica todavía son lo suficientemente
atractivas, algo que no sucede por ejemplo con los países del norte del
región.
"Para ellos no supone una ventaja económica migrar hacia Costa Rica. No
van a tener muchos mejores salarios que los que tienen en El Salvador,
por ejemplo. Si quieren una mejora sustancial de sus niveles de vida
tienen que migrar a a EE.UU. o España u otros sitios donde los ingresos
sean más altos", explica Rocha.
"La prueba es que ahora también tenés muchos nicas migrando a El
Salvador y Nicaragua – se habla de entre 30.000 y 50.000 nicas en El
Salvador y otros tantos en Guatemala – buena parte migración de relevo",
apunta.
Entre todos ellos, explica Rocha, tampoco faltan menores, aunque por lo
general la mayoría ya tienen experiencia de trabajo y a menudo incluso
responsabilidades familiares.
"Cantidad de menores como los que se van a EE.UU. también se van a
Costa Rica, muchísimos. Pero en su mayoría son menores que se valen por
sí mismos y que ya pueden ir a trabajar en un cultivo de fresa, o
cortando café", le dice a BBC Mundo.
Y, en eso, según el experto, no hay mucha diferencia con los que
intentan migrar a EE.UU. desde otras partes de la región, pues la gran
mayoría tienen entre 16 y 17 años de edad.
La diferencia, por lo tanto, estriba en sus motivaciones: huir de la violencia o buscar mayores oportunidades económicas.
http://www.tiempo.hn/portada/noticias/%C2%BFpor-que-los-ninos-nicaraguenses-no-migran-a-eeuu
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