Enviado por Santiago Aguilar en Miércoles, 11/09 / 2013 - 00:05
Quito, 11 sept. (Andes).- En noviembre de 1970, el
pueblo de Chile vivía uno de los procesos políticos más esperanzadores
del continente. Salvador Allende llegaba a la presidencia del país
suramericano con la certeza de transformar el Estado hacia un modelo
socialista por una vía antes no experimentada: la vía pacífica.
Los cambios profundos impulsados por Allende y celebrados sobre todo por los sectores más populares, no fueron del agrado de las políticas norteamericanas, quienes desde el primer momento emprendieron una campaña de desestabilización, sedición y sabotaje que terminó, al cabo de tres años, con el bombardeo del palacio presidencial y la muerte del hombre de la paz.
El dictador Augusto Pinochet junto al rey Juan Carlos de España
Un disparo acabó con la vida del hombre de la paz, un 11 de septiembre –como hoy- de 1973. En la madrugada de ese día, los marines chilenos –que complotaban desde Valparaíso- dieron la voz de alerta al resto de los militares traidores al régimen y poco a poco empezó la invasión de la capital Santiago. Salvador Allende, presidente democráticamente elegido, era derrocado por un golpe de Estado.
Aún después de que la fuerza aérea chilena bombardeó las instalaciones de Radio Corporación y Radio Portales, Allende dio un último discurso -en Radio Magallanes- en el que aseguró que sus palabras no tienen amargura sino decepción. “Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo (…) Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, dijo en su última aparición por radio.
Los muertos y desaparecidos, se cuentan por miles. Aún hoy hay héroes anónimos desaparecidos por el gobierno del dictador formado en la escuela de las Américas en Estados Unidos, Augusto Pinochet, que era General de brigada y Comandante General del Ejército, que debía –era la tarea que traicionó- defender el orden democrático del país.
El dictador Augusto Pinochet junto al Papa Juan Pablo II
En aquella ocasión, Salvador Allende vaticinó aquello que veía venir: la fuerza avasalladora de los militares chilenos. Los muertos se cuentan por miles en esa época y aún hoy quedan rastros de las familias destruidas, de las voces apagadas.
La historia se ha encargado de juzgar a los traidores, a los que prefirieron servir al interés de EE.UU. en lugar de jugarse –como lo hizo Allende- por su pueblo. Augusto Pinochet se hizo del poder a la fuerza y creo un régimen de terror que duró cerca de 19 años.
Allende llegó al poder mediante una amplia coalición de partidos políticos y fuerzas sociales, que elaboraron de forma conjunta lo que se denominó el programa de gobierno de la Unidad Popular. Entre estas vigorosas expresiones políticas se encontraban los partidos Comunista, Socialista, Radical y Social Demócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitaria y la Acción Independiente.
Las palabras finales del presidente, a través de Radio Magallanes, fueron proféticas ese 11 de septiembre, cuando los militares chilenos, comandados por el genocida Augusto Pinochet, iniciaron el brutal ataque aéreo y el posterior asalto al Palacio de la Moneda.
Entre los miles de asesinados y desaparecidos se cuenta al cantautor Víctor Jara, quien retrató la realidad chilena en sus canciones. Cuando estaba detenido en el estadio nacional junto a miles de activistas y jóvenes progresistas de Chile; los militares descubrieron quién era, le destrozaron las manos con la culata del fusil y lanzándole una guitarra le gritaron “Ahora sí, canta”. Ese es un fiel retrato de lo que significó la entrada de los militares en el poder, abrigados por la protección gubernamental estadounidense contra la democracia chilena, hace ya 40 años. Ese fue el 11 de septiembre que aún hoy lamenta Suramérica.
Allende profetizó que un día, más temprano que tarde, la democracia avanzaría en América Latina, y que se “abrirían las amplias alamedas”, para un ser humano nuevo, constructor de un orden distinto.
Allende y el proceso chileno constituyen un legado democrático, para América Latina. El pensamiento del presidente Allende y la experiencia chilena, deben ser leídos y analizados, en el escenario del siglo XXI. Su testimonio constituye una fuente inagotable que puede iluminar nuestra actual realidad nacional, regional y latinoamericana
sam/lp/ar
Fuente. http://www.andes.info.ec/
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Chile, las imágenes prohibidas
A 40 años del Golpe militar
http://youtu.be/arY8ciA4jWI
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