martes, 23 de julio de 2013

Honduras: La válida utopía

Enviado por Administrator hondudiario.com   el 22 Julio 2013 - 3:02pm   Julio Escoto.

Es un ideologizado mito eso de que cambiar el statu-quo es anticrístico, subversivo e irracional; que la nación perece sin ejército, “sitiada por enemigos”. El querido y recordado filósofo Roberto Castillo aseveraba en lúcido ensayo: "A tres se reducen los mitos que sustentan cualquier utopía: tierra prometida, ciudad ideal y paraíso de los pobres".
Por el primero se aspira a llegar al suelo de la felicidad, donde se extinguirán las injusticias; por el segundo se sueña con el mundo equitativo, orbe mítico donde ––sin recurrir a lo anárquico–– se invalida a las jerarquías y las discriminaciones, y por el tercero (mito en el tiempo, no espacial) se consigue al fin el prolongado y sufrido anhelo de la condición humana: superar definitivamente la angustia del hambre y la persistencia del dolor, pues no es que acabe la riqueza sino que parte de ella debe obligadamente alcanzar a todos. La utopía en su prístina y escalada progresión. Motivación legendaria de que la pareja adánica apareciera en la tierra, real causa de la existencia de dios. Fuera de eso el resto es ideología, engaño y superstición teológica. Como he insistido en otras ocasiones, los pueblos quizás se estancan pero nunca retroceden ni se suicidan, hacerlo va contra su inmanencia o naturaleza social, e incluso en los tres magnos casos ocurridos en la historia (Masada, Numancia e indígenas americanos matándose antes que caer esclavos de españoles) se justifica la heroica razón: desaparecen como pueblo antes que habituarse a la tiranía, consentirse en el martirologio ni transmitir a sucesivas generaciones un estado político (o de cultura) en que domina el mal. Algo como en la Honduras de hoy donde el consenso en torno al deterioro presente es tan general, indudable y común que ya ha prendido vigorosamente en la inteligencia de (casi) todos que, si no actuamos pronto, la elevada pirámide de vicio y mentira que ha sido corruptamente alzada nos aplastará. Y no es que el ciudadano crea que tras Enero próximo todo será jolgorio sino que ahora es obvia una voluntad colectiva para modificar eso errado que nos hicieron creer que era ejercicio democrático y con cuyos mitos nos domesticaron malamente. El mito de que las empresas transnacionales salvarán a la nación, cuando en Alemania poderosa la industria del acero y derivados genera solo 28% del PIB; el mayor volumen lo producen pequeñas y medianas empresas, que debemos vigorizar. El mito de que para sobrevivir dependemos de inversión capitalista externa, si va ya un siglo de tal modelo abusivo colonialista sin que la república salga de analfabetismos y miseria. El mito de que nacimos para servil patio trasero de EUA, como si los países sudamericanos que se autonomizaron pertenecieran a otras geografías y no lucraran abundantemente con su libre política comercial exterior. El entero territorio agrícola de Honduras sería insuficiente para suplir la demanda de soya que necesita China continental. El ideologizado mito de que cambiar el statu-quo es anticrístico, subversivo e irracional; el mito de que la nación perece sin ejército, "sitiada por enemigos": mentira, esa costosa fuerza armada para lo que sirve es para apuntalar otros cómplices sistemas de represión y explotación. El mito de que el gobierno es intrínsecamente ineficiente; falso: ineficiente es el vulgar e impreparado funcionario que desconoce para qué le nombran e improvisa, inventa y patina en tanto roba y atiende clientelas partidistas: el capitalista pícaro lo pone allí para que destruya y luego bajo la doctrina neoliberal le entreguen la infraestructura que el Estado creó... El mito de que son imposibles educación, vivienda y medicina socializadas, a las que deben ser complementarios, no al revés, los proyectos privados... Si quebrar tales mitos es utopía, echémonos delante por ella, rompamos lanzas y concretemos su imaginación. Pues entre el gobierno de estos miserables vendepatria que hoy gobiernan y el humilde ––quizás tímido e incluso lento–– régimen representativo que consigamos, y mientras honesto sea, con solo que inicie una revolución ética compensará cualquier sacrificio actual. - 
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