martes, 8 de noviembre de 2011

¿HAY MANZANAS PODRIDAS EN LA POLICIA?




¿HAY MANZANAS PODRIDAS EN LA POLICIA?
Gustavo Zelaya

La muerte de dos jóvenes universitarios ha sacado a relucir la existencia de policías dedicados al asesinato de hondureños sin motivo alguno. Parece que en dos postas policiales completas, en el barrio La Granja y en el centro de Tegucigalpa: oficiales, radioperadores, conductores, agentes, conserjes, pasamanos, etc.,  estando en servicio y en su tiempo libre, asaltan y asesinan por el gusto de hacerlo o por acceder a ciertas comodidades que no pueden cubrirse con sus sueldos. Y eso apenas es una muestra de la pudrición que corroe a esa institución del Estado y el pus supurado parece salir de los investigadores, agentes de tránsito, en los  preventivos, y en cualquier nivel de la jerarquía. Hay zonas de la ciudad en donde desde la estaciones de policía se controla y dirige la venta de drogas, el robo de vehículos, el secuestro de personas, el sicariato, la extorsión cotidiana a los conductores del transporte público, la relación armónica con la supuesta competencia representada por el crimen organizado y las maras. Dentro de las instalaciones policiales hay oficinas en donde se recolecta, contabiliza y distribuye el dinero robado a los ciudadanos, los bienes decomisados son utilizados según les convenga a los que están en turno, sean vehículos, armas o propiedades.


 Se podría creer que el llamado crimen organizado, las maras, los narcotraficantes, los sicarios, los lavadores de activos, los contrabandistas,  los asaltantes, los rateros y la policía son parte orgánica de una misma estructura encargada de sostener la criminalidad y la impunidad en el país. Y para mayor inri, oficiales de la policía facilitan la fuga de los principales sospechosos de los últimos universitarios muertos. Parecía que la cosa culminaba con ese escape mal simulado, pero la sangrienta y pésima novela continúa cuando una parte de la cúpula de ese organismo de seguridad se atreve a brindar una conferencia de prensa para explicar qué ocurrió y se enredan entre ellos, no saben cómo decir las cosas, se confunden en todo, le piden ayuda al que está más cerca y casi terminan pidiendo a los periodistas que no sigan preguntando. Que no preguntan más porque pueden enviarlos a mejor vida.

La noche del último domingo de noviembre estaba para reírse de esos oficiales de policía, en una conferencia de prensa trasmitida por la televisión nacional uno de ellos se identificó como el jefe de inteligencia, otro fue presentado como abogado y rector de la universidad policial, es decir, mandaron a lo más distinguido y con mejor capacidad intelectual para informar a los distintos medios de prensa; en otro programa de televisión quisieron mejorar las cosas  y mostrarse más finos y elegantes en el decir y pusieron a otros, según ellos, mucho más inteligentes que los anteriores, y el asunto más bien empeoró. Entre ambos equipos de comunicadores del ministerio de seguridad se despacharon incoherencias tras incoherencias, excusas superficiales a granel y ningún argumento sólido que explicara el resultado de sus laboriosas investigaciones, solo salió a la luz pública su  incapacidad y su ineptitud.

Todo eso pudo ser divertido si se examinara lo dicho desde la lógica formal o pudo haber tomado la apariencia de un escándalo gramatical, pero tras esa sarta de mentiras, chistes mal contados, de falacias mal presentadas, de falsas poses de arrepentimiento y caras serias, porque así lo exigían las circunstancias, se encuentran miles de asesinatos nunca investigados, centenares de muertos de la Resistencia Popular, decenas de gay y travestis sacrificados, cientos de mujeres cruelmente martirizadas, más de sesenta universitarios muertos, muchos cuerpos de personas descuartizadas y esparcidos por todo el país, grandes cantidades de ciudadanos insultados y ofendidos por pura arbitrariedad de los que en teoría sirven y protegen vidas y bienes.

Esos mismos que quisieron mostrarse como estrictos defensores de la legalidad y de la formalidad de los procesos, los que no pudieron ejecutar una detención administrativa porque no existía el respaldo del fiscal respectivo, son los mismos que integraron y ejecutaron los mandatos de la  oficina de crisis que organizó el golpista cabeza de ajo con la ayuda del licenciado que ahora dirige Hondutel, y desde donde se asesinó, reprimió y se dieron palizas a los resistentes contra el golpe de estado; esos oficiales respetuosos de la norma legal son los mismo que con gran entusiasmo y alegría acataron cualquier orden ilegal que indicara reprimir con toda la fuerza posible a los que estaban defendiendo el orden constitucional. En ningún momento se debe olvidar  la actuación de la  policía después del 28 de junio en la represión de la Resistencia, esa macabra oficina de crisis, encabezada y dirigida por oficiales que ahora estás hablando de depurar y sanear esa institución represiva, ellos son los que mandaron toletear, reprimir, golpear: Danilo Orellana, Ivan Mejía, Chamorro, Molina, y otros que han servido y ahora quieren seguir sirviendo  de “imagen” pública, distinguidos voceros, modelos del policía correcto. Y para seguir con la misma cantaleta van a cambiar a toda la jerarquía de la policía, otras caras, otro tono de voz, nuevos odres y el contenido se mantiene invariable.

Hay algo putrefacto en el organismo policial y no es novedoso, no surge con el golpe de estado ni con el asesinato más reciente. Es una enfermedad que hunde sus raíces en todo el sistema de seguridad, que se vincula con la forma en que son reclutados los agentes de seguridad, con la manera en que son formados los oficiales, con el Curriculum que se imparte y con las asesorías recibidas: colombianas, israelitas, chilenas, taiwanesas y, sobre todo, norteamericanas. Desde ahí se pueden rastrear  algunas  de las causas de ese desprestigio.

 Es tan grave el descalabro que a nadie importó que el antiguo ministro de seguridad, Oscar Álvarez, dijera que al menos diez oficiales de policía servían de controladores aéreos del narcotráfico; que el Presidente del Consejo Nacional Contra el Narcotráfico y actual designado presidencial, Víctor Barnica, afirmara que la “Corporación Financiera Mundial sancionara económicamente a Honduras… porque no se combate el crimen organizado. Esto ha dado poder a los criminales que disfrutan de una vida ostentosa y se mueven impunemente por todo el país…hoy llegan en carros blindados y con ametralladoras a cobrar impuestos de guerra… los mismos policía se hacen acompañar de  las personas que andan cobrando esos impuestos… al transporte de buses y taxis le cobran más de dos millones de lempiras anuales” (Diario Tiempo,3 de septiembre, 2011); no tuvo ninguna importancia que el mismo jefe del estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Osorio Canales, aceptara la presencia del narcotráfico  y que “el narcosubmarino… será exhibido en la base naval de Puerto Cortés cuando sea extraído del fondo marino…para que la población lo observe”. Dándonos un poco de circo, diversión y ejemplo del heroico trabajo y que el estimado público en la gradería se calme un poco y no pidamos tanto. NI siquiera hay más pan, puro circo. Y muy malo por cierto.

 Parecido a lo que afirmó Oscar Álvarez  en uno de sus reality show al mostrar los nuevos conos y chalecos color verde limón para uso de la policía, como una de las soluciones en el combate contra la delincuencia, según el nadie más podía adquirir tales equipos y serían su  exclusivo patrimonio, ni la mafia rusa tendría capacidad de clonar esos colores. O la entrevista otorgada por Juan Carlos “el Tigre” Bonilla aparecida en diario La tribuna el 22 de octubre del presente año, mencionado como “el rudo jefe policial que se jacta de no temer a los narcos”, en donde menciona nombres de familias, alcaldes y municipalidades enteras al servicio del narcotráfico, hasta abarcar gran parte de la frontera con Guatemala, incluso, afirma que en zona por donde transita la droga en grandes cantidades en un año no capturó ni un solo gramo de cocaína. Y no pasa nada. Nadie renuncia, nadie es investigado, no hay la mínima noción de la dignidad y la honestidad en el ejercicio de la profesión, no ocurre ninguna cosa importante ni hay algo nuevo bajo este sol que sólo alumbra ese bajo mundo policial. Esa es la normalidad dentro del sistema de seguridad.

Ha existido una constante en las declaraciones de los jefes policiales y de los secretarios de seguridad y defensa cuando dicen que el abuso de poder de alguno de sus integrantes, el involucramiento con el crimen organizado, la relación con el narcotráfico, las prácticas ilegales de la tortura en los centros de detención, la mala investigación de diversos crímenes, etc., es por culpa de unas cuantas manzanas podridas que existen dentro de la policía. Las excusas de siempre que intentan tapar una gran verdad: no es que existan manzanas podridas que contaminan a otras, lo podrido es el árbol entero, desde sus raíces hasta la rama más alta. Es el sistema de seguridad en su conjunto el que se ha descompuesto y de esa asesina putrefacción también participan otras partes de esa institución mayor que es el Estado. Es el sistema entero que no sólo se compone de seguridad, defensa, educación, salud, es el régimen social en su conjunto el que está llegando a un colapso que solo podrá ser corregido cuando la nueva fuerza política llegue al poder y transforme nuestra sociedad. Semejante posibilidad existe y sigue madurando, ese mismo domingo en donde los oficiales de policía demostraron su incapacidad también  se demostró la pujanza de quienes pueden solucionar la crisis que golpea a tantas familias hondureñas.

31 de octubre de 2011

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