El
golpismo y los Villeda
Víctor
Manuel Ramos
En 1963, Ramón Villeda
Morales, nombrado por la Asamblea Nacional Constituyente como Presidente de
Honduras, con un gran respaldo
ciudadano, permitió el cruento golpe de Estado protagonizado por Oswaldo López
Arellano con el pretexto de detener el comunismo en Honduras. López Arellano y sus
compinches, respaldados por la CIA y el FBI, a espaldas de la determinación de
John F. Kennedy de fortalecer regímenes democráticos en América Latina,
iniciaron una cacería de hondureños a
quienes criminalizó por no coincidir con sus ideas políticas y, como
consecuencia, se orquestó la persecución, el extrañamiento, el encarcelamiento
y el asesinato de muchos hondureños. Además, el ascenso de los militares al
poder, con López Arellano, inauguró una larga etapa de 20 años, durante los
cuales los militares hicieron y deshicieron en el país, principalmente se
apoderaron de gran parte de las riquezas pertenecientes al pueblo hondureño y
mantuvieron, a sangre y fuego, una horrenda represión que condujo al país a su
descalabro económico y a el establecimiento de un clima de terror, que se continuó
durante los regímenes del títere Roberto Suazo Córdoba y del español José
Azcona Hoyo, gracias al protagonismo criminal que ejerció el desequilibrado
mental General Gustavo Álvarez Martínez. Demostrado está ahora, con toda la
documentación disponible de que el golpe de Estado de 1963 fue asunto de
compadre hablado entre López Arellano y Villeda Morales, empecinado en impedir
el ascenso de Modesto Rodas Alvarado a la Presidencia. Más tarde, el mismo
Villeda Morales vuelve a hacer migas con los militares golpistas aceptando representar
en las Naciones Unidas, como embajador,
al régimen ilegal que oprimía a la nación, a los militares que lo descalabraron.
No asombra, entonces
que su hijo, Mauricio Villeda, que se postula para ser el candidato presidencial
por parte del elvincismo, en su campaña para las próximas elecciones generales,
enarbole como fundamento el trasnochado
anticomunismo de su padre. Él se propone buscar la unidad de los restos
mortecinos que quedan del descuartizado Partido Liberal, instrumento político
que, igual que el cachurequismo, es responsable del atraso y de la miseria en
que se debate la nación y que ha sido abandonado por su militancia por la participación
descarada de los dirigentes liberales trogloditas y anticomunistas a ultranza, en
el golpe de Estado en contra de Mel Zelaya y en contra de la posibilidad de que
se realicen cambios profundos en el país para reenderazar a Honduras hacia un
sistema de dignidad verdadera para todos, sin excepción.
Él ve las perspectivas
de cambio muy lejanas; está pensando en 20 años, que el pueblo debe interpretar
como que estas dos décadas venideras serán para lo mismo: para marginar al
pueblo, para enriquecer a los funcionarios públicos, para echar a la policía y
al ejército en contra de los hondureños que protestan porque seguramente serán
azuzados por los comunistas.
Villeda Bermúdez aboga
por la libertad en el más amplio concepto, sin embargo, a renglón seguido le
pone el dique a ese sentido amplio de que habla, pues dice que no aúpa el
libertinaje, ni al socialismo, ni al comunismo porque estas ideologías no van
en la misma línea de su pensamiento retardatario. Pero, cuidado, porque será él
y su grupo gobernante quienes decidirán hasta donde es dable la amplia libertad
y que es libertinaje, aún cuando la mayoría de la población apunte para
encaminar al país por una ruta diferente.
Habla de principios del
partido liberal, pero estos principios no han sido parte del quehacer básico de
los gobernantes electos por los liberales con grandes esperanzas. El partido
liberal ha gobernado a este país para seguirlo manteniendo sometido a los
intereses extranjeros, para aprovecharse de los caudales públicos para el
enriquecimiento ilícito, para perseguir a quienes disienten de esos sagrados
principios liberales, para volver al Estado al sometimiento por parte de las
sotanas, en contra del ideal de Morazán, a quien consideran –de mentiras, por
supuesto, porque no comulgan con su pensamiento- el héroe nacional, de un
Estado laico.
Haciéndose el santandereano
de Jalisco, Villeda Bermúdez se pregunta: “¿Ahora, golpistas de qué...? ¿Cuál
fue el golpismo de nuestra parte? ¿Qué actitud golpista? Antes ha dicho que su
decisión de buscar la presidencia ha sido consultada con su familia y,
justamente en su familia está uno de los más acérrimos defensores del golpe de Estado,
su hermano Ramón que salió, pluma en ristre, en favor de los atropelladores a
la constitución y de las aspiraciones populares. ¿Pero, cómo pretende hacerse
el inocente este caballero si él ha sido parte del andamiaje que patrocinó el
golpe? ¿A quién pretende engañar con tanta ingenuidad? Porque, deberá saberlo,
el pueblo hondureño ya no es el papo de antes que fue tras el trapo rojo y blanco
huérfano de verdaderas propuestas para elevar el nivel de vida de la mayoría de
los hondureños a un aceptable estado de dignidad humana. Por eso no tiene
inconvenientes en ligarse con el micheletismo golpista, porque a pesar del
crimen cometido por ellos en contra de la institucionalidad del país, suman
votos. En todo caso, lo que busca Villeda Bermúdez es la unidad en contra de Honduras,
a favor de la oligarquía atrasada que gobierna a Honduras, con bandera roja o
azul.
No, amigo Villeda
Bermúdez: los que votaron antes por el partido liberal no quieren saber nada
más de ese instituto de la traición y corresponsable de la miseria y la
indignidad de Honduras. Lo que Ud. debe saber es que lo liberales, en todo
caso, no quieren volver al pasado y aspiran a una Honduras nueva, en donde la
libertad sea, sin restricciones, entiéndalo bien, el eje que permita que el
pueblo, por fin, sea el dueño de su propio destino.
De todo esto lo que
queda claro es que Villeda Morales y Villeda Bermúdez son ambos golpistas e
intransigentes anticomunistas, incapaces de permitir el libre pensamiento y el disenso.
¿Tendrán los hondureños esperanzas con un candidato de esta laya? Por supuesto
que no.
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