EDITORIAL
¡Y lo perderán todo!
Que se callen todos los que ahora han callado. Pocos pueblos en este mundo han sido tan despreciados como el hondureño y quienes pudieron asumir siquiera posiciones reformistas para evitar la descomposición social por el extremo abuso de la clase gobernante, se hicieron los locos por conveniencia, facilismo pusilánime o eran los enriquecidos por la miseria de la población, sometida por tanto tiempo a la más cruel infamia por depravadas lacras políticas y económicas, alcurnia con genética de esclavo, confabulada con el control carroñero de EEUU.
La voluntad del pueblo hondureño jamás ha sido escuchada en la mesa del poder, ni se habla. Y ese es uno de los peores errores de los “poderosos” criollos en reflexión del exembajador estadounidense Crescencio Arcos, recordado por aquella máxima que aquí la justicia sólo muerde a los descalzos. Ha sido tan bestial el ultraje contra la dignidad del hondureño que de cuando en cuando hasta los lugartenientes imperiales han pensado asombrados en voz alta.
Siempre sufrieron así las sociedades que terminaron quemando a los opresores. Abundan finales horrendos de dictadores, pero, por supuesto, fin insignificante con relación a la limpieza social masiva que impusieron con marca de sangre y pánico cuando movían a su antojo la estructura militar, ideológica, política y económica de sus Estados.
Aun se ven oscilando los cadáveres del dictador Mussolini, su amante Clara Petacci y otros jefes fascistas, colgados por los pies en público en una gasolinera de Milán, la tarde del 27 de abril de 1945.- Inicialmente fueron tirados sobre el asfalto, donde la turba se ensañó con los cuerpos, indignada porque quisieron escapar a Suiza con ayuda de militares alemanes.
Tan limitados y tan poco inteligente han sido los grupos fácticos en el país que como proyecto económico crearon la pobreza y como modelo político la dictadura, hasta ahí les ha dado la cabeza a quienes creen que su riqueza está segura con gente hambrienta y militarizada.
El esquema de producción nacional concebido por empresarios y Gobierno piensa como indigente, se limita al consumo y a la importación y no a la generación y la venta que es la fórmula del crecimiento del capital con desarrollo económico.
Es más fácil y rentable para el poder, exportar a la ciudadanía que huye en éxodos de la violencia y carencia de oportunidades y, en retorno, envía cada año cinco mil millones de dólares a sus familias, una cifra que sostiene la economía hondureña, supera a todo el aparato productivo exportable del país, aun cuando goza de exoneraciones fiscales y todo el apoyo estatal para que haga dinero en Honduras.
Un modelo miope que llena la bolsa de viejos banqueros analfabetas y usureros, incapaces de ganar más financiando producción de empresas a toda escala, o a mezquinos industriales que venden micro productos en pulperías para consumidores con ingresos de 20 lempiras diarios, en vez de presionar el enriquecimiento de la ciudadanía y fabricar líneas de automóviles y variedad de tecnologías de punta a costo de medianos y bajos ingresos.
Pero no, son vacíos y vulgares, no hay escuelas de empresariado moderno, el nuevo gran empresario suele acompañar al político mañoso, y juntos roban la propiedad de la Nación, toda riqueza natural mal puesta y, ni lo dude, cada año esperan repartirse el presupuesto de la República.
Ese es el motor de la economía y esa la clase política. Cualquier tonto son ambos.
Hasta ahora, ahí está atado el salto de Honduras, y debemos romperlo o morimos todos, hasta nuestra descendencia. Tiremos a la basura los lamentos, buscando dar lástima, dejando todo a Dios, porque como sociedad también hemos aceptado la destrucción impuesta.
Quienes mandan no quieren ni reformas sociales, no están dispuestos a ceder nada. El golpe de Estado es la prueba inmediata, para el hondureño sólo bala y gas, entiéndalo ya. En 2009, un hombre, hijo de Martí, fogueado en triunfos contra tiranías advirtió desde el Caribe, “en ese país se forma una revolución”. ¿Qué les costaba compartir con este pueblo? Lo perderán todo.
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