miércoles, 29 de abril de 2020

HONDURAS / PORTADA Y EDITORIAL EL LIBERTADOR ¡PENA CAPITAL A LA CORRUPCIÓN!

Publicado: 27 Abril 2020 
En este periódico pensamos que llegará el día cuando la ciencia clasifique la corrupción como trastorno mental, peor que el asesinato serial; el corrupto en su demencial sed de dinero, sin remordimiento, anula y destruye pueblos, por eso, debe aislarse de la sociedad, del tesoro nacional y de toda función pública.
En el campo penal eso han hecho los países donde han sometido a los corruptos por seguridad pública, tienen prohibido de por vida acercarse al Gobierno, pero saben que esos psicópatas están ahí, torvos, acechando. Con una diferencia a la actual Honduras, si salen, los espera la cárcel, el desprecio, la pobreza o la pena de muerte.
 EDITORIAL

¡Pena capital a la corrupción!

La corrupción jamás da tregua, nunca.- Es enferma y criminal, va propagándose al infinito del descaro hasta contagiar todos los órganos del Estado; como un virus asfixia a quienes recetan un antídoto letal, va matando toda diferencia de dignidad y virtud profesional pública y privada; al final obstruye las vías de recuperación de la nación infectada. Sin cura, habrá muerte, postración y abuso oficial en ascenso, así es un Estado perdido, ahí anda hoy Honduras.

El corrupto es enemigo de la felicidad ajena, un antisocial cuyo cerebro torcido lo hace creer que su miserable codicia está por encima de la bonanza social; una peste, a la que basta condiciones mínimas para desarrollarse y destruir todo aliento de ciudadanía. ¿Cómo derrotar los corruptos? Desde el nacimiento de la civilización esa pregunta ha dado vueltas en la cabeza de gente con altos valores de vida y, que usted, en esta hora de encierro, también la piensa como un acertijo sin solución, con impotencia y justa indignación.

En lo que hoy invita al debate sobre la pena de muerte, que se aplica en 55 países del planeta, pocas personas creen que las leyes de una nación moderna como Estados Unidos, siguen sostenidas en la antigua ley israelita. En los mandamientos que Dios entregó a Moisés, donde plasmó el principio de “ojo por ojo” en el pueblo hebreo, el funcionario corrupto que con sus acciones daña y mata a otros, debe extirparse de la sociedad con pena capital.

Los detractores de la pena de muerte tienen razón en que aplicarla en países como Honduras sería letra muerta y arma peligrosa contra los débiles. Hoy no es viable sin Estado fuerte, pero esta justicia y este gobierno pasarán. Aquí la corrupción evolucionó a sistema dominante que fija relaciones desde las capas más bajas de la población hasta las esferas de poder, tanto así, que los nombres de los actuales magistrados de la Corte Suprema de Justicia estaban en una lista que el régimen Hernández impuso durante 16 noches en el Congreso Nacional.

En algún instante después, frente a un mal radical, habrá una medicina radical. Esa oración falsa, cómplice y cobarde que dice “sólo en Honduras pasa”, será tratada de frente, así ocurrió en Singapur, un país más pequeño que San Pedro Sula. Pero, así de pequeño, es el segundo puerto más importante del mundo y el centro financiero donde tienen su sede los bancos e instituciones financieras más grandes del planeta.

El secreto fue incrementar con dureza las penas de cárcel para los culpables de corrupción que carcomían el presupuesto público y restregaban la sucia opulencia al trabajador honesto. Las condenas más altas –pena de muerte en caso grave comprobado— se reservaron para empresarios y funcionarios que se apropian de dinero destinado a temas sociales delicados, entre otros, salud y educación, o para atender niños pobres y ancianos desprotegidos.

Los países menos corruptos del mundo nos dejan otras lecciones para considerar una estrategia completa anti corrupción, no tienen pena de muerte, pero crearon sistemas judiciales nombrados por mérito, larga tradición de integridad y compromiso social; la educación es de altísima calidad para todos los habitantes; en Nueva Zelanda, el país más decente de la tierra, la escolaridad promedio de la población suma 20 años; en Honduras, seis años los hombres y siete años las mujeres. ¿Ve la diferencia?

En este periódico pensamos que llegará el día cuando la ciencia clasifique la corrupción como trastorno mental, peor que el asesinato serial; el corrupto en su demencial sed de dinero, sin remordimiento, anula y destruye pueblos, por eso, debe aislarse de la sociedad, del tesoro nacional y de toda función pública. En el campo penal eso han hecho los países donde han sometido a los corruptos, pero saben que están ahí, torvos, acechando. Con una diferencia a Honduras, si salen, los espera la cárcel, el desprecio, la pobreza o la pena de muerte.

http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/1964-honduras-portada-y-editorial-el-libertador-pena-capital-a-la-corrupcion 

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