Estamos
en un tiempo privilegiado para hacer valer nuestra voz, y alentar las
actuales movilizaciones para que sean símbolo de una indignación
esperanzada. No decir una palabra, o decirla a medias o ambiguamente,
ante el atraco tan escandaloso al Instituto Hondureño de Seguridad
Social, es dejar el pecho descubierto de contubernio con las verdaderas
mafias que habitan en la cúpula del partido Nacional.
Las
hay personas o instituciones que dicen que no dicen nada sobre la
corrupción en el seguro social porque lo mismo ha ocurrido con otros
políticos que han robado en administraciones anteriores, haciendo
alusión directa al gobierno de Mel Zelaya. Es decir, los que no
denuncian ni dicen nada en público y con claridad sobre los que
arrasaron el seguro social, es porque seguramente siguen siendo parte de
una de las partes de la polarización que se trae del año 2009.
Callarse
ante lo que ha ocurrido es una manera de decir que hay que estar en
contra de la corrupción como concepto abstracto, pero se guarda silencio
ante la lucha contra la corrupción que tiene rostros con nombres y
apellidos. En los hechos, los que callan, y tienen mucha voz para otras
cosas, son los que en su silencio estarían rechazando las caminatas de
antorchas al tiempo que en lo más profundo de su silencio se emocionan
gritando vivas a las marchas azules pagadas por el oficialismo para
contrarrestar la presión popular.
En
la Honduras de hoy, ¿no son acaso los silencios una bulla que delata a
los que han decidido callar porque en algo protegerían o en algo
tendrían que ver con los auténticos corruptos?
No
se puede aceptar la impunidad porque con ella no se construye nada que
no sea corrupción o destrucción humana e institucional. Y el silencio
ante lo que está ocurriendo en Honduras puede convertirse en una
dolorosa aceptación de la impunidad que actualmente la sostienen
reducidos grupos que se han organizado en mafia para hacer fechorías
desde el Estado.
Lo
que está ocurriendo en Honduras es la irrupción de muchas voces y
energías que durante muchos años se mantuvieron encerradas. La
indignación ante la corrupción y la impunidad rompió con el encierro.
Sin embargo, la indignación ha de estar acompañada de la esperanza,
porque sin la esperanza la indignación podría fácilmente caer en la
revancha o en la violencia irracional. La indignación con esperanza
conduce a propuestas racionales, organizadas y dignas.
Por
ello, salir de los silencios y aportar dosis de esperanza y contenido
es uno de los aportes de los diversos sectores sociales, académicos,
intelectuales, eclesiales y políticos. Evadir este aporte en este
privilegiado tiempo que vivimos, puede llevarnos a dar alguna
legitimidad a los que se esconden en la impunidad, porque a fin de
cuentas, y especialmente en estos tiempos, el que calla otorga.Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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