Miles
de personas fallecen todos los años en su intento de llegar a Europa.
Personas huyendo de la miseria a la que el saqueo perpetrado por el gran
capital transnacional somete a África. No van hacia el “sueño europeo”,
huyen de la Pesadilla en que las transnacionales han convertido a
África; siguen la ruta que previamente han seguido las inmensas riquezas
extraídas de sus países. Pero la UE quiere las riquezas de África, pero
a las personas no. La Dictadura del Capital obliga a las personas a
emprender éxodos terribles, en condiciones de peligro extremas.
En
la madrugada del 19 de abril 2015, un barco en proveniencia de Libia,
con más de 900 personas migrantes, se hundió en el estrecho de Sicilia, a unos 110 Km de la costa. La Fiscalía de Catania señaló que se estima que podrían haber fallecido unas 950 personas; los procuradores expresan que "aún es imposible determinar con precisión el número de muertes"(1).
Se han encontrado 24 cadáveres, y solamente 28 supervivientes. Los
Guardacostas italianos habían recibido una llamada de socorro en la
noche, avisándoles de que el barco se encontraba en peligro. Pero, según
informaron los guardacostas, cuando se inició la operación de rescate,
el barco naufragó porque todos los que iban a bordo se colocaron del
mismo lado en la desesperación por sobrevivir (2).
En el mismo mes de abril de 2015, más de 400 personas migrantes desaparecieron y unas 150 sobrevivieron, tras naufragar en su viaje clandestino rumbo a Italia, el día 15. Y es que el Mediterráneo se ha convertido en una inmensa tumba. En total unas 90 mil personas cruzaron a Europa entre el 1 de julio y el 30 de septiembre 2014, y al menos 2.200 perdieron la vida. En el trimestre anterior fueron 75 mil personas y 800 muertes, según ACNUR.
Estas
tragedias representan un largo sufrimiento para los familiares de las
víctimas; y por otro lado una larga sucesión de malabarismos mediáticos
para los políticos de la UE, que salen a intentar tapar el sol con un
dedo. Quieren tapar que el saqueo y las “guerras humanitarias” perpetradas
por la UE y EEUU contra África tienen como lógica consecuencia el éxodo
masivo. Salen los políticos, los representantes de las instituciones internacionales, a cual más “caritativo”, a cuál más “legalista”, a cuál más ufano a proponer soluciones. Y cada solución es
menos solución que la anterior. Concentran sus diatribas contra las
supuestas “mafias” de transporte de personas, cuando es bien sabido que
en muchas ocasiones el supuesto “mafioso” no es otra cosa que un
pescador que ya no puede sobrevivir de la pesca en un mar saqueado por
el arrastre de las grandes transnacionales, reconvertido en conductor de
embarcaciones que clandestinamente intentan pasar las fronteras de la
Europa fortaleza. Incluso, si bien puede ser cierto que muchos
transportistas de estos viajes clandestinos se aprovechan de las
personas en situación de éxodo, estos transportistas no pueden ser
tenidos por los responsables de esta tragedia, de estos crímenes de Lesa
Humanidad. A menos que se quieran ocultar a los verdaderos
responsables. Algunos salen incluso a decir que hay que bombardear las
embarcaciones en las costas de salida: el fascismo de la Unión Europea
deja completamente caer sus máscaras.
Entre
los supervivientes de la tragedia del 19 de abril, los medios han
ubicado ya a los dos hombres que les sirven de chivo expiatorio: dos
miembros de la tripulación serán el blanco de todo el odio; chivos
expiatorios perfectos para ocultar a los verdaderos responsables de
estos crímenes contra la humanidad. Se les acusa de homicidio múltiple, y
los medios del gran capital intentan responsabilizar de la continua
tragedia del Mediterráneo y del Atlántico a las supuestas “mafias de trata de personas”.
Esta
tragedia del fallecimiento atroz de cientos de personas en proveniencia
de Libia, es también una de las consecuencias de la invasión contra
Libia, perpetrada por los “aliados” y su OTAN en el 2011.
La
invasión de Libia fue una intervención al servicio del Gran Capital
Transnacional, que adelantó la OTAN con la ayuda de mercenarios
paramilitares inyectados en Libia desde los servicios secretos europeos y
estadounidenses. Esta invasión se articuló con la total complicidad del
aparato mediático del capitalismo transnacional, que a los
paramilitares mercenarios los llamaba "rebeldes" con la finalidad
de justificar la invasión y genocidio contra el pueblo libio, y su
gobierno de entonces, el de Muammar Al Gaddafi. Durante el gobierno de
Gaddafi, Libia era el país con el mayor nivel de vida de toda África;
razón por la que en Libia se establecieron muchísimos africanos de otras
regiones de África. Estos africanos hoy se suman a los que intentan
llegar a la Europa fortaleza: a esa UE que saquea las riquezas de
África, pero luego no quiere a las personas.
Libia
fue el blanco de la codicia capitalista por varias razones: tiene en su
suelo un petróleo de los más livianos del mundo y un potencial
productivo estimado en más de 3 millones de barriles diarios. Desde 2009
Gaddafi adelantaba un plan para nacionalizar el petróleo libio. El plan
de nacionalización fue impedido por opositores en el mismo seno del
gobierno. Muchos de estos opositores a la nacionalización fungieron de “jefes rebeldes” al servicio de los intereses de las transnacionales.
Además
Libia posee una inmensa reserva hídrica subterránea estimada en 35.000
kilómetros cúbicos de agua, que forma parte del Sistema Acuífero Nubio
de Arenisca (NSAS), la mayor reserva fósil de agua del mundo. En los
años ochenta Libia inició un proyecto a gran escala de aprovisionamiento
de agua: El Gran Río Artificial de Libia, considerado uno de los más
grandes proyectos de ingeniería, que proveía agua desde los acuíferos
fósiles. El sistema una vez finalizado cubriría a Libia, Egipto, Sudán y
Chad, y potenciaría así la seguridad alimentaria de una región aquejada
por la escasez de agua para cultivos. Eso evitaría que esos países
recurrieran a los fondos del FMI: algo que se oponía a la aspiración del
monopolio global de los recursos hídricos y alimentarios por parte de
Occidente.
Por
otro lado Libia poseía 200 mil millones de dólares de reservas
internacionales que fueron confiscadas por sus agresores. Estos fueron
los móviles del crimen contra Libia.
Luego
de la agresión imperialista, Libia quedó destruida, sin infraestructura
acuífera ni vial, ni escuelas, ni hospitales, ya que hasta éstos fueros
bombardeados. Antes de la invasión imperialista, en Libia las mujeres
vivían con mucha más libertad que en otros países de la región; luego de
la invasión, una de las primeras medidas del gobierno de mercenarios
aupado por la OTAN, fue decretar la ley de la Sharia, atrozmente
cruel con las mujeres, todo bajo los aplausos de la UE y EEUU. Otra de
las consecuencias de la invasión a Libia, es el surgimiento de grupos de
terrorismo paramilitar en diferentes países de la región: los
mercenarios empleados por los servicios secretos europeos y
estadounidenses se reciclan en otras operaciones del terror. De estas
operaciones surge el Estado Islámico.
Libia
fue torturada por lo que falsimedia tuvo el cinismo de llamar
"bombardeos humanitarios". Una aberrante operación de neocolonialismo
con miras a apropiarse de los inmensos recursos petroleros y acuíferos
de Libia. Las transnacionales inflaron sus fortunas en base a la tortura
del pueblo Libio.
El
capitalismo es el responsable de estas tragedias, y concretamente los
grandes capitalistas que se lucran del sudor ajeno y del saqueo del
planeta: ellos son los criminales de Lesa Humanidad. Esos que los medios
nos mostrarán como “empresarios de éxito”. 85 multimillonarios poseen
una riqueza igual a la riqueza que comparten 3.570 millones de personas,
que sobreviven explotadas en infernales socavones, teniendo que vender
sus órganos, teniendo que trabajar en fábricas que las sepultan vivas,
teniendo que prostituirse desde la infancia, o teniendo que empeñarse en
éxodos terribles, cuya culminación no será otra que la muerte por
ahogamiento, o el ahogamiento en vida, teniendo que trabajar por migajas
en la Europa fortaleza, en caso de sobrevivir al viaje.
Hoy
son miles de hombres jóvenes, mujeres y niños, que se ha tragado el
mar. Un mar cuyas olas van y vienen entre África y Europa, testigos
silenciosas del genocidio capitalista, lamiendo las playas de los países
saqueados y también aquellas playas que son las puertas del cinismo más
absoluto.
NOTAS:
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