sábado, 6 de diciembre de 2014

Antonio Maceo en Honduras. A 118 años de su muerte

Fuente de imagen: razonesdecuba.cubadebate.cu
Gustavo Zelaya (Docente universitario hondureño)

1876 fue un momento significativo en Honduras ya que con el gobierno de la Reforma Liberal encabezado por Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa se puso en marcha un proceso de modernización del Estado y de inserción en el sistema capitalista mundial. En tal circunstancia participaron algunos cubanos y dominicanos que se instalaron en el país, la presencia de una parte de ellos se extendió hasta 1884 en el gobierno de Luis Bográn. Tal situación no se debió a un acto espontáneo ni totalmente bondadoso, aunque existió ayuda solidaria de parte de los gobernantes hondureños también fue resultado de las gestiones del gobierno español por mantener alejados a esos patriotas de las luchas independentistas en Cuba. Se mezclaron intervenciones diplomáticas, financieras y de inteligencia para aislarlos de su patria.


Esos personajes ejercieron funciones importantes en los gobierno de Soto y Bográn, sobre todo, conspiraron, se prepararon y organizaron para continuar con el proceso independentista de Cuba al mando de José Martí. Entre ellos estaban Tomás Estrada Palma, el primer presidente de Cuba, aquí fue el primer Director General de Correos y director del Colegio Nacional de Segunda Enseñanza; el Lugarteniente General Antonio Maceo, comandante de armas de Puerto Cortés, Omoa, Tegucigalpa y secretario de defensa, con la caída del gobierno de Soto se vio obligado a emigrar a Costa Rica y luego a Estados Unidos. También estuvieron José Joaquín Palma, secretario particular del presidente Soto; Eusebio Hernández director del hospital San Felipe de Tegucigalpa y profesor de la escuela de medicina de la universidad central; Carlos Roloff director del banco de Amapala; el Mayor General Flor Crombet, enlace de Martí con los cubanos en Honduras; Manuel García Freyre, profesor del Colegio Nacional de Señoritas; Francisco de Paula Flores, fundador y director de la Escuela Normal de Olancho; el dominicano Máximo Gómez, director de aduanas, comandante de plaza  en Amapala y General de División del ejército de Honduras.  A todo ese grupo de exiliados se le conoció como el campamento Mambí, los luchadores independentistas que hicieron de Honduras su segunda patria.

Máximo Gómez (1836-1905) y Antonio Maceo (1845-1896)  fueron los principales jefes militares de la primera independencia cubana. En 1878 el gobierno hondureño contribuyó con la llegada de patriotas cubanos establecidos en Jamaica; unos se quedaron en puerto Cortés, otros en San Pedro Sula y a Máximo Gómez se le encargó la organización de la aduana y plaza militar de Amapala y, junto a Maceo y otros veteranos de la primera etapa de la guerra de independencia cubana, conocida como la Guerra de los Diez Años,  colaboraron en la formación del ejército de aquél gobierno. En Amapala todavía se conserva la casa de Máximo Gómez y una placa recordando su presencia; en aquella época ese puerto fue una importante unidad económica por donde se realizaba la exportación de productos del mar y del café.

Hay algo bien importante y que expresa los sentimientos de todos los integrantes del Campamento Mambí. A pesar de la distancia que hacían muy lentas las comunicaciones y de los esfuerzos del imperio español por mantenerlos alejados de Cuba; y sobre todo, a pesar de las duras condiciones económicas del momento  en donde el gobierno hondureño carecía de posibilidades de proporcionar sueldos  dignos a sus funcionarios, los exiliados cubanos no cesaron de organizarse y planificar su retorno. En 1883 discutían sobre la situación en Cuba y las posibilidades de la independencia, de si era factible regresar y reiniciar la lucha armada. Mantenían  comunicaciones con José Martí y existen  registros de las reuniones sostenidas entre Máximo Gómez con Flor Crombet, que estaba encargado de instruir a los cubanos en los preparativos del retorno a Cuba y traer las cartas de Martí con las peticiones sobre la guerra de independencia.

En ese intercambio entre los exiliados cubanos “Maceo escribió desde San Pedro Sula en Honduras, una carta a José Dolores Poyo, director del periódico El Yara, en Cayo hueso, en la que afirmaba: Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar (a) sus contrarios… Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, sino perece en la lucha" (tomado de Granma del 16 de diciembre de 2011).

1884 fue un año fundamental para estos cubanos. En Puerto Cortes estaba Antonio Maceo, incondicional de Gómez y atentos a las circunstancias mantenían constantes encuentros. En San Pedro Sula Máximo Gómez redactó las líneas principales de un documento conocido como “La Independencia Número Uno”;  puesto en manos de José Martí y de los cubanos de Nueva York, se convirtió en uno de los componentes principales del Manifiesto de Montecristi, que firmado con Martí y otros patriotas sería el programa de la revolución de 1895. Ese documento será el fundamento teórico desde donde se va a desarrollar la gran capacidad militar de Antonio Maceo y Máximo Gómez que, con alrededor de 40 mil hombres mal equipados, va enfrentar con gran éxito a 250 mil soldados españoles dotados con los mejores equipos de la época.

Respecto a su estadía en Honduras, el agradecimiento de Máximo Gómez a nuestro país puede verse en una carta dirigida a su amigo José Dolores Pérez en donde sostuvo: “diles que el día que Honduras se viera amenazada por una nación extranjera entonces sí, al frente de una falange de cubanos y dominicanos, volaría a ponerme al lado de los defensores de la bandera nacional que me cobijó en ese país y me dio pan y asilo”. Y aquí, al igual que Maceo dejaron su huella, dejaron su experiencia política-militar y alguna  descendencia familiar tanto en Omoa, Amapala, Tegucigalpa como en San Pedro Sula. Además, de convertir el suelo hondureño en base de discusión y organización de una parte de la guerra independentista cubana.

Los cubanos de hoy pueden hablar mejor del aporte de Antonio Maceo a su historia y en cualquier momento que se mencione a Maceo siempre va a resaltar su rechazo al sistema colonial y a la dependencia de cualquier potencia extranjera; esa actitud valiente, firme y honesta del Titán de Bronce puede verse en una carta enviada al coronel Federico Pérez Carbó, a la letra decía: “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso"(tomado de Granma, ídem).

Las circunstancias políticas y militares que rodean la muerte en combate de Antonio Maceo han sido descritas por los investigadores de la historia de Cuba y no podría agregar algo novedoso a tales explicaciones, sin embargo hay dos figuras excepcionales en la historia cubana y latinoamericana que con sus palabras supieron expresar la grandeza de Maceo de la siguiente forma ; Máximo Gómez le dijo a Mariana Grajales, la leal compañera de Maceo: “Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el ejército libertador a la figura más excelsa de la Revolución” (Granma, ibídem).  Las otras palabras provienen de José Martí: “No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece, sino que tantea su tema o su hombre. Ni hincha la palabra nunca, ni la deja de la rienda. Pero se pone un día el sol y amanece el otro, y el primer fulgor da por la ventana que mira al campo de Marte, sobre el guerrero que no durmió en toda la noche buscándole caminos a la Patria. Su columna será él, jamás puñal suyo. Con el pensamiento le servirá más aún que con el valor” (Tomado de Bohemia digital, apareció en la edición del 6 de octubre de 1893 en el periódico Patria).

El aporte cubano a la  historia hondureña, esa contribución solidaria tiene registros desde 1876 y hay otras etapas marcadas por desastres naturales en donde la ayuda, a pesar de los riesgos políticos, fue inmediata, desinteresada y permanente. En cada uno de esos momentos se ha expresado el ejemplo solidario de Antonio Maceo, Eusebio Hernández y Máximo Gómez, de éste hombre que puso su vida y sus ideales al servicio de la libertad; en palabras suyas: “al ideal cubano, que lo es antillano, me he entregado entero a amarlo y defenderlo, sacrificando todo cuanto los hombres podemos disfrutar”. Cualquier homenaje no será suficiente a quien, según Martí: “ha sabido ser grande en la guerra y digno en la paz”. Esa es la expresión completa que sintetiza la importancia no sólo militar o política de esos patriotas: grandes en la guerra y dignos en la paz.

6 de diciembre de 2014.

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