Julio 11 2018 / Galel Cárdenas
Los conservadores y reaccionarios de hoy se molestan que pongamos a Morazán en términos contemporáneos, porque en el decurso del tiempo lo han venido arrebatando hasta convertirlo en frías estatuas, algunas artísticas y otras deformes que abundan en parques, colegios, escuelas o alguna que otra institución estatal.
La
iglesia católica de aquella época, como la actual, conspiró contra
Francisco Morazán y los próceres guatemaltecos, salvadoreños y
hondureños, escondiendo armas para entregárselas a Rafael Carrera, el
caudillo analfabeta que gobernó Guatemala desde 1839 hasta 1865, por que
la federación comandada por Morazán había decretado la prohibición del
pago del diezmo y primicias a la iglesia, seguido de algunas expropiaciones en 1829.
La iglesia católica descansó
su protección en un desquiciado y enfermizo rival del héroe
centroamericano unionista, militar de cerro que lo único que podía
firmar era Raca Carraca (Rafael Carrera Carraca), como en el caso
patético de Honduras comparada con aquella época, la iglesia apoyó la
dictadura de Rafael Carrera que gobernó 26 años junto a la familia
Aycinena, tal como ha sucedido con el obispo Oscar Andrés Rodríguez que
ha apoyado la dictadura hondureña por estos nueve años de entronización
represiva en el mando presidencial del país.
No
quisieran que nadie hiciese un paralelismo entre Francisco Morazán
vivo, contemporáneo y combativo, con los sucesos actuales donde la
iglesia, el ejército, la oligarquía y el imperio realizan las mismas o
parecidas acciones de tiranía como las de aquella época.
Morazán
luchó contra la calumnia, la vituperación, el descrédito, la
persecución, hasta contra el asesinato premeditado de la iglesia
católica centroamericana, que se regocijó con fiestas altisonantes
tocando las campanas de las parroquias de las ciudades regionales.
Nada
de eso quieren los discípulos de la satrapía que padecemos, no quieren
que removamos esos baúles donde guardan charreteras, espadas, trajes,
botas, retratos, dibujos, libros, estampas, pero sobre todo el
pensamiento revolucionario del más grande de los hombres que ha
producido el istmo centroamericano, tal como lo expresó José Martí, el
poeta y revolucionario cubano del siglo XIX, al describir y recordar a Francisco Morazán.
Porque
Morazán se llamó así mismo revolucionario en sus Memorias, cuando
expresa: ¨No pudiendo fiar a la memoria todos los acontecimientos ocurridos en una revolución de catorce años, pedí documentos necesarios a Centroamérica.¨
Anti
imperialista fue y dice Morazán en sus memorias: ¨Se encontraban en el
otro los enemigos de esta constitución (Beltraneas, Pavones..), los
amigos de la dependencia española (los frayles, el Arzobispo y los
Aycinenas) y los que unieron la República al imperio mejicano (los
mismos Aycinenas)…¨. Morazán denuncia a los pro imperialistas españoles y mejicanos, más tarde hablará contra el imperio inglés.
De
manera que aunque se revuelquen en sus concepciones reaccionarias,
conservadoras y represivas, deseando que solo exista un Morazán de
barro, enterrado en Costa Rica, convertido en cenizas, olvidado, la
historia nos enseña que Morazán cabalga entre nosotros, que cada uno de
los hombres honestos de este país es un morazanista o como le llamaba
Ismael Deras, el autor del libro Los Coquimbos, los morazánidas.
Francisco Morazán pervive hoy aquí en el pecho, en el pensamiento y en la acción.
La
revolución morazanista viene y nadie la detiene. Y ya tenemos un
comandante o muchos comandantes que habrán de emprenderla, quieran o no,
enemigos de la patria del futuro, la patria liberada del yugo
orlandista, del poder fáctico mediático y de los periodistas mercenarios
que por unos dólares más mienten y engañan al pueblo que ellos creen
tienen dominado, sumiso y vencido.
Texto tomado de publicación en: FIAN-Honduras
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