Debate en Brasília relaciona el impeachment de Dilma con los golpes ocurridos en América Latina
El hondureño Manuel Zelaya fue depuesto por
militares en el 2009. Fernando Lugo, presidente de Paraguay, fue
apartado tras un proceso que duró menos de 48 horas. Para militantes de
esos países, uno de los elementos del impeachment de la presidenta Dilma
Rousseff fue el aprendizaje de la derecha brasileña con esas
experiencia recientes en América Latina.
Para analizar la relación entre esos procesos, ocurrió el debate Golpe en América Latina: análisis de la coyuntura desde Honduras, Paraguay y Brasil,
el lunes pasado (15). El evento organizado por la Rede de Información y
Acción por el Derecho a Alimentarse (Fian) ocurrió en Brasília, en el
auditorio de la Central Única de los Trabajadores, y participaron de la
discusión representantes de cada país.
Honduras
Según el hondureño Marlon Ochoa, miembro del
Partido Libertad y Refundación (Libre), el golpe contra Zelaya fue el
último en la región en contar con participación militar.
“El caso hondureño fue el último golpe, en América
Latina, en el cual las fuerzas de seguridad desempeñaron un papel
fundamental”, dijo. “No hubo un proceso de juicio político. En la
disputa ideológica y cultural, los golpistas perdieron en Honduras. Fue
un golpe a la antigua, y, con proceso de resistencia, hubo una
movilización popular considerable e impresionante. La derecha
latinoamericana aprendió mucho con el proceso hondureño”.
El método de deposición de Zelaya dejó evidente la
violación del proceso democrático. “El golpe en Honduras fue mal
ejecutado, fue motivo de unidad [inmediata de la izquierda], nos
permitió abrir un diálogo con la población. Siete años después del
golpe, la consecuencia fue el surgimiento de un partido político de
izquierda con capacidad de triunfar electoralmente. En las elecciones de
2013, marcadas por denuncias de fraude, Libre consiguió el 30% de los
votos, mientras el partido en el poder obtuvo el 34%”, apuntó.
La experiencia de Honduras sirvió, por lo tanto,
como punto de partida para el perfeccionamiento de la derecha en la
desestabilización de gobiernos de izquierda y centro-izquierda en la
región.
“A partir de Honduras, los golpes en América
Latina trataron de cuidar más su forma. Pero, en el fondo, continúan
siendo una reconfiguración del poder representado en el Estado. Hay
actores económicos fundamentales por detrás de esos procesos”, afirmó
Ochoa.
Paraguay
El proceso paraguayo, aunque turbulento, sirvió
como el primer experimento, en América Latina, de deposición a través de
actuaciones parlamentares.
“Paraguay, infelizmente, tal vez haya sido el
primer laboratorio de ese tipo de golpe más sofisticado.
Aprendieron que
hacerlo muy rápido puede crear reacciones regionales. En Brasil, lo
hicieron de tal forma a dar un carácter de legalidad. Fueron
perfeccionando”, dice Jorge Giménez, educador popular paraguayo.
“Es un nuevo formato de golpe. Con excepción de
Honduras, no hay más golpe clásico como en los años 70 y 80, con la
deposición vía insurrección militar”, complementó.
Giménez ve semejanzas profundas entre el caso
brasileño y el paraguayo. “Son completamente similares.
¿Dónde esta la
semejanza? No en la temporalidad, porque en Paraguay se resolvió en dos
días. El paralelo es que no son necesarios argumentos razonables, están
primero acusando para después buscar una justificativa, y todas las
razones son absolutamente insuficientes. Es formalmente más sofisticado,
pero con el mismo contenido. El origen y el método son exactamente los
mismos. Es el mismo que quieren hacer en Venezuela, es un proceso más
amplio en América Latina”.
“La cuestión fundamental es: no hay ninguna razón
jurídica suficiente para sacar a un presidente electo por el voto
popular, pero un conjunto de elementos creados, aliado al hecho de que
él no tenia mayoría en el Congreso. Es exactamente eso que ocurre en
Brasil”, finalizó.
Semejanzas y diferencias
El grado de sofisticación alcanzado en el proceso
brasileño generó dificultades en la articulación de resistencia. “Hay
sectores de la población [brasileña] que acredita que hubo ilegalidad en
el gobierno de Dilma”, afirmó Ochoa.
A pesar de eso, todos los procesos guardaron un
semejanza en relación a los atores que impulsaron tales procesos. Además
de sectores locales de poder económico, los militantes apuntaron la
injerencia norteamericana en la región como elemento común.
“En Estados con mayor debilidad institucional,
como Honduras, es más palpable y claro, pero el imperialismo también
actúa en el proceso brasileño. Los Estados Unidos no modificaron su
postura, América Latina sigue siendo un polo antiimperialista, y él
continua impulsando procesos de desestabilización”, afirmó el hondureño,
para quien el golpe en su país no habría sido posible sin la
vinculación estadounidense.
“Existe una ofensiva norteamericana sobre la
región, lo que algunos llaman de ‘revolución colorida', un estímulo a
guerras no convencionales, donde el elemento central es la disputa de
hegemonía ideológica. Esa ropa más legalista es más apretada”, indica
Carla Bueno, militante de Consulta Popular y también participante del
debate.
Para ella, la particularidad de la cuestión
brasileña reside justamente en la tentativa de mantener la apariencia de
legalidad. “La actuación del Judicial es algo bien particular, así como
de la Rede Globo. El mayor ejemplo [de especificidad] fue el gran
empresariado, que fue el fiel de la balanza: tenia una alianza con el PT
y mudó de lado”, evaluó Bueno.
La articulación de los sectores de izquierda
ocurrida en Honduras, según ella, es algo que puede ocurrir en Brasil,
siendo un legado a ser aprovechado.
“En ese período, la izquierda, en especial la
juventud, vivencia un proceso muy fuerte de movilización, de retomada de
las calles como escenario de lucha. Es una gran conquista a pesar de
todos los percances. El tiempo va a permitirnos evaluar mejor, pero los
procesos de unidad deben ser forjados, con mucha dificultad,
especialmente dentro del Frente Brasil Popular, donde se puede
fortalecer una vanguardia para un nuevo ciclo político”, concluyó.
—
*Traducción: María Julia Giménez
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