Por: Héctor Flores
Reelegir
a Juan Orlando Hernández es asumir la mentira como normal y la farsa
estatal como democracia. Promover el proceso y hacer campaña para que
sea posible tal aberración y, por otro lado, participar del proceso
sabiéndolo ilegal, es legitimar y ponerse de lado de esta dictadura.
Me
sorprendió un anuncio de televisión en el que se habla de los logros
del gobierno en materia de infraestructura, especialmente de nuevas
carreteras y puentes, entre los que destacan el puente La Democracia.
Cuál puente de la Democracia.
En
El Progreso seguimos sin puente y tal anuncio, además de poner como
mentiroso al presidente, pone en evidencia el respaldo que tienen las
empresas privatizadoras de las carreteras que actúan en el país por
parte del Estado pero que, en esta emblemática ciudad, recibe una
bofetada del pueblo dificultando la instalación de las casetas de peaje.
Tal medio de comunicación debería de saber que es cómplice de la mentira y
que pautar tal publicidad – para elevar el perfil del presidente en su
carrera por la reelección – lo pone como un medio enemigo del pueblo y
falto a la ética profesional.
Otra
mentira de este gobierno está reflejada en las caminatas azules. Tales
actividades no representan una consulta real, al contrario, son la
compra/venta de conciencia más corrupta, indigna y humillante en la
historia de Honduras. En los videos en las redes sociales se puede ver a
personas humildes exhibiendo los cincuenta lempiras, la bolsa miserable
y la camiseta de la desgracia. Juan Orlando lo sabe, él sabe que sus
serviles seguidores compran la dignidad de esa gente, y quiere con los
medios de comunicación a su favor, hacernos creer que consulta, que
pregunta y que toma en cuenta al pueblo.
El
pueblo ha llegado – me parece a mí – al extremo máximo de su
humillación y Juan Orlando debe saber, al igual que sus seguidores, que
esos extremos de humillación fueron las detonantes de las grandes luchas
revolucionarias que se libraron en Centroamérica en años recién
pasados.
Otra
mentira es la seguridad en todas sus dimensiones. La violencia, el
crimen organizado, criminalización de la protesta, persecución de
periodistas y defensores de derechos humanos no ha disminuido, al
contrario, estamos en los niveles de otros países en guerra – con una
media de 37,440 personas muertas entre 2010 y 2015 de forma violenta –
pero con la salvedad que nosotros no estamos viviendo un conflicto
bélico armado . El gobierno y Juan Orlando como su referente, ha
fracasado.
La
seguridad está por los suelos y el principal violador de derechos
humanos es el Estado y sus órganos de seguridad. Juan Orlando fue a
mendingar en nombre de la seguridad por los dineritos que la posible ley
Berta puede frenar en Estados Unidos, pero lo hace con estadísticas
falsas, con datos adulterados y el grito de justicia que, desde la
tumba, Berta, Edickson, Margarita Murillo y muchos otros asesinados
lanzan en su contra.
Finalmente
la mentira oficial de la reelección y los que caen en el juego por
ambiciones de poder o por ignorancia. Cualquiera que diga que es
oposición, pero está de acuerdo en reelegirse, debe saber que promueve
la mentira oficial, pues no hay, en ninguno de los ámbitos electorales
actuales, posibilidad de romper el fraude que se viene montando para
asegurar a Juan Orlando en el poder. Si realmente quisieran derrotarlo,
saldrían a las calles, pedirían su destitución y le abrirían un juicio
político por traición a la patria. Pero claro eso es posible si
realmente piensan en la patria y no en su pequeña cuota de poder.
De
la misma manera que El Progreso no tiene La Democracia (puente)
Honduras tampoco tiene Democracia. Pero la democracia real es posible
hacerla si todos y todas nos asumimos en la tarea de refundar la patria
desde una convicción más allá de la que generan nuestras ambiciones
personales. Estoy seguro que esto que digo, en Honduras puede ser
considerado delito y me puede enviar a la cárcel, asumo el riesgo por el
amor a mi patria. ¿y usted?
http://criterio.hn/cuando-la-mentira-gobierna-la-verdad-delito/
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