
Desde el principio la exuberante riqueza de Honduras despertó los más bajos instintos de conquistadores arruinados sedientos de oro. Ladrones intrigantes entraron a nuestras costas y, ante tanta prueba de inteligencia y exceso de bienes se tallaron al oficio de todo asesino para robar.
EDITORIAL
LAS GRAYAS Y LA “PRÓCER BERTA”
No terminaba de descender al más allá la Guardiana de los ríos de Honduras, Berta Cáceres, —que este periódico comparte en llamar “prócer”, porque un ser ejemplarizante evoluciona los pueblos—
cuando Las Grayas de la política vernácula y de la prensa tradicional
miraban el crimen por el único ojo que usan por turnos y por eso es que
se atontan frente a la precisa verdad.
Berta
no es la victima de la coyuntura neoliberal, tampoco del gobierno de
turno, es la repetición de una primitiva trama de traición y
servidumbre, de sangre, robo y fuego, donde caen los hijos que aman esta
tierra, ayer fue Lempira, Morazán, Jeannette, Margarita, Emo, Wendy,
Isis, Vallejo, Luna, Escaleras, Soad, Cipriano, Doroteo y a ellos y a
ellas se suma en el tiempo cientos de héroes en la montaña y en el
asfalto, muchos jamás tendrán nombre, para algunos no habrá ni tumba.
Desde
el principio la exuberante riqueza de Honduras despertó los más bajos
instintos de conquistadores arruinados sedientos de oro. Ladrones
intrigantes entraron a nuestras costas y, ante tanta prueba de
inteligencia y exceso de bienes se tallaron al oficio de todo asesino
para robar.- Así ha sido la larga noche de un sistema que destruye el
avance de nuestra raza.
Y los actores y las actrices de este repugnante guión son los mismos.
Caían
las 6:00 de la tarde el 15 de septiembre de 1842 y llovía en San José,
Costa Rica, cuando el sicario, yerno del corrupto dictador
costarricense, le daba el tiro de gracia detrás de la oreja al ya
moribundo Francisco Morazán, porque tras dirigir al pelotón de
fusilamiento sobrevivió al fuego; no hubo juicio. Y no bastó el
asesinato, se prohibió que el cuerpo enlodado de nuestro valiente fuera
retirado; ahí estuvo por tres horas en el suelo de la Plaza Mayor.
A
la vez en Honduras, aquel hombre de tono taimado como voz de cura, el
padre Reyes, después de escribir poemas de alabanza a Morazán como
“benemérito de la patria”, los cambió a ofensivos; no sólo lo apodó
“Chico Ganzúa”, sino que festejó la muerte del héroe pidiendo sonar
campanarios en las iglesias de Honduras y Nicaragua. Para Berta tañeron
en la misa.
La
dirigencia del clero católico y después protestante ha mantenido un
rudo ajetreo de política militante por cinco siglos en el continente
americano, esclavizando pueblos para fines imperiales, primero de la
corona española, después de ingleses y hasta hoy de Estados Unidos.
En
el siglo XXI el monopolio de la guerra es de potencias, gradualmente
los ejércitos se vuelven muy caros para control social, basta dominar la
justicia y el poderío de los medios masivos de comunicación para quitar
o instalar gobiernos, la excepción queda en los feudos donde aún se
libera virus o se usa pólvora. Cuenta el antropólogo Darcy Ribeiro, que
“los indios” fueron el combustible del sistema productivo colonialista
español.
En
América Latina, la población era de unos 100 millones previo al asalto
de España y luego de 150 años quedaron unos tres millones. La mitad
murió por pestes traídas de Europa. El resto fue masacrado durante la
conquista o en trabajo forzado.
En
Norteamérica no varió. Cuando llegaron los inmigrantes despreciados por
la nobleza inglesa, residían más de 12 millones de indígenas el
territorio que ocupa EE.UU., 400 años después subsistían dos millones
viviendo en el dos por ciento de toda la tierra.- Berta no es final,
suma su vida al altísimo precio que los pueblos pagan en esa fuerza
social que al final impone al individuo sobre el individualismo.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/liberarte/1180-editorial-y-portada-el-libertador-impreso-abril-2016-las-grayas-y-la-procer-berta
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