Parece que a nuestro país no lo
pudimos elegir, simplemente nos tocó nacer aquí y cargamos su historia tal y
como ha sido. Pero hay situaciones, actividades, decisiones, compromisos que sí
decidimos qué hacer; rodeados de incertidumbres y convicciones para no dañar
tanto a personas ni a la naturaleza participamos con imperceptibles pasos que puedan llevarnos a
edificar momentos de equidad y
justicia. Muchos eligen ser corruptos y
sin importar el daño provocado envuelven en su acción a familiares y amistades;
algunos hombres y mujeres elegimos caminos accidentados, riesgosos, pero con integridad
y entrega a grupos menos favorecidos; otros se asocian por ignorancia o por
convicción al poder que siempre ha mantenido al país en condiciones de
incultura y atraso material. Mientras otras personas intentan sobrevivir y van
tomando migajas, “bolsas solidarias”, “bonos tecnológicos” y lo que se pueda. Para
ir pasando los días mantienen en secreto su orgullo y la decencia apenas asoma
por miedo a tratos más brutales. Pero existen. Son personas muy dignas en
situaciones de miseria.
En diciembre de 2015 hay
sensaciones de todo tipo, muy humanas. Experiencias que marcan la vida entera.
Extrañas mezclas de lo áspero con lo
terso, sal y azúcar, miel con hiel, dudas y certezas, afectos y rechazos propios
de nuestra compleja realidad.
Apuros espirituales y materiales a granel, fuertes
punzadas que hacen sangrar y cruzan familias enteras víctimas de la demencial violencia.
Masacres que enlutan a cientos de personas retratan fielmente la ineficacia del
sistema de seguridad y justicia, en todo brota la perversa incapacidad de los
que gobiernan el país. Ciudadanos de la clase política más rancia, corrupta, pistolera, mancha brava, son requeridos por la
justicia norteamericana ya que la hondureña es incompetente para juzgarlos, no por ignorancia jurídica sino por estar al
servicio del poder. Esos personajes han sido promocionados como modelos éticos,
dignos de imitar y eso han sido dentro del corrupto grupo gobernante, ahora
están expuestos a la justicia de otros países y su arrogancia no cede terreno.
Los meses finales se muestran
plenos de estadísticas y datos graves, ofensivos, obscenos pero surgen
chispazos luminosos entre tanto crimen y esta dura realidad que dice que la
violencia extrema golpea a las mujeres; que contra ellas se levanta brutalmente
la violencia fomentada y aceptada por un sistema social basado en las relaciones
patriarcales generadora de impunidad. Esos son sus contenidos fundamentales. Lo
que medio ilumina la caverna viene del departamento de justicia norteamericano
pero también tiene raíces locales, son fuertes, profundas, muy dignas,
valientes y se muestran en las caras de las mujeres ligadas a los movimientos
feministas y en otras personas organizadas en asociaciones defensoras de los
derechos humanos.
Parece que en el país todo es
brutal, espantoso. Y ello no provoca conmoción en los poderes públicos. Más
bien se multiplica desde ese poder. La violencia patriarcal no es exclusiva de
un sistema económico, no sólo es un derivado del capitalismo pero se agudiza
con las políticas de ajuste fiscal y lo que implica el llamado neoliberalismo.
Aunque existan estructuras económicas diferentes, otras relaciones sociales,
las condiciones de subordinación y opresión de las mujeres se mantienen con
pocas alteraciones, tanto en los llamados sistemas democráticos o en los
denominados socialistas. Por eso es importante el esfuerzo por edificar nuevas relaciones
sociales en donde se generen formas culturales más humanas que superen los fundamentos
machistas, patriarcales y caudillistas de la sociedad.
La brutalidad tiene múltiples
facetas pero su expresión esencial se manifiesta contra la población joven, en
especial, contra las mujeres. Según el Observatorio de la Violencia de la Unah “La violencia contra las mujeres y su raíz, la
discriminación, es un problema grave de derechos humanos con repercusiones
negativas para las mujeres y la comunidad que las rodea, y constituye un
impedimento al reconocimiento y goce de todos sus derechos humanos, incluyendo
el que se le respete su vida y su integridad física, psíquica y moral”.
La Comisión Interamericana de
Derechos Humanos sostiene que “Desde el año 2005 hasta el 2014 en Honduras
41,195 víctimas han perdido la vida mediante el uso de armas de fuego ”. Para
el Centro de Derechos de las Mujeres “El contexto nacional está marcado por la generalización
de la violencia como mecanismo de control” en donde el Estado se desinteresa de
sus responsabilidades y el recurso a mano es la militarización de la sociedad,
la agresión a las comunidades, el saqueo y privatización de los servicios de salud y educación y mayor agudización
de las desigualdades.
Entre 2011 y 2104 más de 15 mil mujeres han denunciado algún
tipo de violencia sexual, esto implica que en Honduras se interpone una
denuncia por estos delitos cada 3 horas. Del total de denuncias, solamente existen
888 resoluciones condenatorias, dejando en la impunidad el restante 94% de las
sobrevivientes. Ese apunte estadístico es la tendencia que cruza todo el
sistema judicial y está en los genes de la política tradicional. Es el macabro
dato que deja en la impunidad la casi
totalidad de los Femicidios.
Considerando que las cifras
reales superan la estadística oficial y
que aumentan las desapariciones de mujeres y la trata de personas, igual se
multiplican los cuerpos de seguridad sin que exista un correlato en el respeto
y la seguridad de las personas; todo ello sería suficiente para que la
totalidad de los operadores de justicia estatal renunciaran a sus cargos, incluyendo
al ejecutivo porque no son capaces de garantizar los derechos de todos a vivir
libre y en pleno goce de sus derechos, tampoco han sido capaces de poner en
práctica las recomendaciones y las ilusiones que afloran en el Examen Periódico Universal.
Muy poco se puede esperar si en
la misma estructura
judicial-policial-legislativa, en todo el poder político, existen individuos que niegan esa forma extrema
de violencia contra las mujeres diciendo que mueren más hombres que mujeres.
Por supuesto que así es. Pero dejan la historia a medio camino y no reconocen
que los asesinatos, violaciones, incestos, secuestros, desapariciones,
golpizas, hostigamientos y demás delitos contra ellas son cometidos por hombres
marcados por el machismo y el patriarcalismo.
La gran mayoría de esos delitos ocurren por el hecho de ser mujeres,
niñas, niños, gay, por creer que son inferiores, intercambiables y algo peor,
cuando se atreven a exigir sus derechos. En esas mentalidades eso es imperdonable:
reclamar, denunciar, exigir. La victima sólo debe aceptar y hacer silencio.
Sobre todo si el victimario es del entorno familiar, laboral o de supuestos
amigos y otros que habitan espacios seguros como el trabajo, el aula, el hogar,
la iglesia, la fiesta y la calle del vecindario.
Si acaso alguien lee lo que
escribo y no tiene tiempo para hacerlo en unos minutos bien sabrá que casi es
10 de diciembre, día de los derechos humanos. En los tiempos cuando más se ha
profundizado la criminalidad, la corrupción, la narcoactividad, la violencia
contra las mujeres y la impunidad como norma de vida de los poderosos de la política,
de la empresa privada y de los que ejercen desde los micropoderes. Es el momento en donde se
recrudece la persecución contra los y las defensoras de los derechos humanos;
es cuando esa estructura cultural, política, social, presente en muchos
sistemas económicos y que llamamos patriarcado sigue vigente, fuerte,
fomentando más violencia, haciendo creer que el poder se ejerce con la fuerza
concentrada en hombres que hacen de todo lo existente un objeto de dominio, una
propiedad que puede ser manipulada, abusada e intercambiada por otro objeto.
Pero desde muchos sectores de la
sociedad hondureña asoma con paciencia y alegría la respuesta popular, tal vez
tímida, con poca organización, soportando dentro de sí misma formas
tradicionales de hacer política, conviviendo con propuestas novedosas
originadas en las distintas formas del feminismo. Tal vez sea la nueva
composición ciudadana nutrida de diferencias, de hombres y mujeres que quieren
enfrentar el patriarcado luchando por sus derechos y por mayores grados de
equidad y justicia en donde se pueda elegir libremente sin la influencia de las
iglesias y otros poderes y optar por
construir relaciones sociales dignas que tengan por núcleo el respeto a la
persona humana y a la naturaleza.
8 de diciembre de 2015.
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