Es
una cosa muy buena que desde Estados Unidos se vuelvan los ojos para
buscar respuestas a las causas que origina el fenómeno de la migración.
Como también es una buena oportunidad que el gobierno de los Estados
Unidos logre aprobar una suma de mil millones de dólares, solo para el
primer año, como asistencia para buscar respuestas a la situación de
deterioro que cada vez va más para peor.
Lo
que despierta dudas, sospechas y preocupaciones es que un porcentaje
alto de esa ayuda que se busca aprobar esté condicionado a la política
de seguridad, especialmente de los Estados Unidos, porque eso significa
que sigue pesando en las mentes y los corazones de los funcionarios de
los Estados Unidos que los niños y niñas y familias migrantes son ante
todo un problema de seguridad, del cual hay que protegerse.
Y que esta
realidad de los migrantes se ponga a la par de la política de seguridad
de lucha contra el narcotráfico que tan intensamente se impulsa en
nuestro país.
Todavía
más preocupante que las élites empresariales y políticas de Honduras,
El Salvador y Guatemala aprovechen la crisis migratoria creada en gran
parte por sus erradas políticas a lo largo de las últimas tres décadas
para que el gobierno de los Estados Unidos les suelte millonadas para
potenciar sus inversiones en menoscabo de la mediana, pequeña y
microempresa y para que se construya la infraestructura que las
multinacionales necesitan para transportar sus productos que proceden
primordialmente de la industria minera extractivista y en general de la
explotación con escaso control de los bienes naturales.
¿Acaso
se puede confiar en una Alianza para la prosperidad cuya implementación
recae en los mismos sectores que tienen una alta cuota de
responsabilidad en el deterioro, en la corrupción, impunidad y en la
violencia en Honduras? ¿Qué signos de cambio han mostrado como para
confiar en ellos? ¿Se puede confiar en un plan como el millonario que se
quiere aprobar sin la presencia decisiva de los migrantes, en cuyo
nombre y sufrimiento se puso en marcha dicho plan? ¿Acaso se puede
confiar en un plan que se formuló a espaldas de la sociedad, en oficinas
de organismos multilaterales y que tiene como eje la inversión de
capitales pero no tiene claridad de responder al cincuenta por ciento de
desempleados y la necesidad de reactivar el campo en base a una fuerte
reforma agraria y no solo en inversión en la agroindustria?
Son
muchas dudas, muchas preguntas, muchísimas preocupaciones, ¿qué dice la
población migrante? ¿De estas cumbres como la que se celebra en Tela,
acaso salen acuerdos para escuchar a las víctimas y a quienes trabajan
directamente con ellas, no solo para salir en los medios, dar limosnas o
para campañas políticas?
El
deterioro hondureño y del triángulo norte de Centroamérica es un asunto
de profunda crisis de humanidad y el resultado de políticas erradas y
centradas en ganancias para unas pocas personas. Este deterioro no se
resuelve solo con dólares, por muchos que sean, ni se resuelve con
proyectos económicos conducidos por las élites. Este deterioro no se
resuelve con políticas asistencialistas ni priorizando la seguridad
basada en militares. Este deterioro exige transformaciones profundas,
nuevos liderazgos y un protagonismo directo de los migrantes y de los
sectores de la mediana, pequeña y microempresa, así como de los sectores
de la sociedad civil.
O
la Alianza para la prosperidad se abre a todos los sectores,
especialmente los más afectados por las políticas económicas productoras
de desigualdad, o las millonadas de dólares harán más fuertes y
poderosos a los actuales corruptos e impunes que residen en los
gobiernos y en las altas élites empresariales. Ese panorama es para
ponernos a temblar porque en nombre de los pobres se haría más fuertes a
los grandes ricos. Y la esperanza de los dólares hace que mucha gente
se quede viendo solo una parte de este plan, y no acabe de ver bien el
peligro que acecha. Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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