Tegucigalpa.-
La defensora pública Iris Argueta, es una de tantas mujeres asesinadas
en Honduras sin importar posición social, profesión, raza o religión.
Ella, como muchas otras féminas, han sido asesinadas en este país en
medio de una espiral de violencia en donde las cifras ya no son tan
relevantes porque la muerte no distingue ni número ni edades: igual se
las lleva.
Pero
también violaron y mataron a una fémina en Choloma, en marzo de este
año, luego de quemarle su vivienda, reporta la prensa hondureña y el
Centro de Derechos de Mujeres (CDM), en un informe de su Observatorio de
Derechos Humanos de las Mujeres.
El país pinta muertes de mujeres
Choloma,
Cortés, Tegucigalpa, San Pedro Sula, Olancho, Colón, son sitios desde
donde se reportan muchas muertes violentas de mujeres, que de acuerdo al
abogado José Manuel López, un defensor público, serán una estadística
más en este país en donde la inseguridad desafía constantemente al
Estado.
En
un ejercicio de auditoría social, el CDM señala que tiene casi dos
décadas de recopilar información sobre violencia contra las mujeres y
más de 10 años de darle especial interés a las muertes violentas contra
las mujeres, con el fin de demandar a las autoridades y a los entes
responsables, un acceso real a la justicia para las mujeres.
Pero
“fuimos las mismas organizaciones de mujeres las que sacamos del
espacio de lo privado ese problema de enorme magnitud en el país”,
recuerda.
La
violencia doméstica se instaló como delito en las agendas informativas y
políticas del país para de repente aparecer otra modalidad de agresión a
las féminas en la figura de muertes violentas, muchas de ellas bajo la
modalidad del sicariato.
Así,
desde el 2010 al 2013, la prensa hondureña ha publicado entre el 65 y
el 70 por ciento de las muertes violentas de mujeres, pero en los sitios
en donde no tienen corresponsales, este tipo de crímenes no se
registra, por lo que se produce un subregistro que apenas da indicios de
lo mal que anda el país en cuanto a los femicidios.
Los subregistro que no cuentan
La
Secretaría de Seguridad registra hasta junio de este año, un total de
219 asesinatos de mujeres, pero la cifra sería de 264 según los
registros del CDM. A medida que transcurre el tiempo y mientras se
debate quién oculta o no información, los femicidios siguen su ruta
ascendente en el país.
Las muertes violentas de mujeres, junto a la de los abogados,
operadores de justicia, defensores humanitarios, periodistas y
comunicadores rurales tienen un hilo en común que es indivisible: la
impunidad.
Muchos de estos casos siguen sin ser investigados, con expedientes iniciales o a medias, pero sin sentencias contundentes.
Los
operadores de justicia se han estremecido por los crímenes de las
fiscales de San Pedro Sula y la defensora pública en Olancho. Tambien en
los barrios marginales de las grandes ciudades y en el área rural, las
familias también se estremecen cuando sus hijas, amigas o parientes,
jóvenes en su mayoría, aparecen muertas violentamente.
En
la colonia Miraflores, de la capital, una jovencita fue encontrada
muerta, atada de pies y manos, en una de sus calles, sin que hayan
registros de los móviles y el por qué la fueron a tirar ahí. Testigos
aseveran que fue lanzada desde un taxi en marcha.
Los
registros de los diarios impresos y digitales informan de una muerte de
una fémina por aquí, otra por allá, mientras las organizaciones civiles
humanitarias hacen esfuerzos desde una especie de Tribunal Popular para
castigar la impunidad y recordar que los femicidios y muertes violentas
son también una agenda pendiente en materia de seguridad.
La
hipótesis más fuerte de las autoridades policiales cuando de muerte de
mujeres comunes, se trata, es que “andaba en malos pasos” o era parte de
“mulas” ligadas a las bandas de criminalidad organizada. Mucho estigma
que ante la ausencia de investigación queda colocado en el imaginario
colectivo en una nación donde la indefensión es tan cierta como los más
de doscientas crímenes violentos contra las mujeres.
¿Quién
será la próxima? No se sabe con certeza. Igual las matan. Las
autoridades buscan en los recovecos de las leyes enviar mensajes fuertes
de castigo. Los expertos dicen que se debe usar una mano inteligente.
Por
ahora las mujeres siguen colocadas como víctimas de la violencia en la
figura de las operadoras de justicia, pero pronto serán sustituidas por
víctimas comunes, en su mayoría jóvenes asesinadas por sicariato, arma
de fuego o arma blanca. Eso dicen las estadísticas.
http://www.proceso.hn/component/k2/item/90123-no-importa-cu%C3%A1ntas-igual-las-matan.html
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