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Foto de:Jorge Mamani- (ABI) |
El
proceso de cambio en Bolivia consolida su avance con los resultados de
las elecciones del 12 de octubre y Evo Morales se convertirá en el
Presidente que más tiempo ha gobernado Bolivia. Ni un solo reproche a un
Presidente forjado en las luchas antiimperialistas, anticoloniales y
anticapitalistas que en la noche del triunfo electoral tiene la humildad
de dedicar la victoria a un Fidel que seguro estaba viendo el discurso
con una sonrisa en los labios y un Chávez que estaba muy presente en
todos los que celebramos la victoria en la Plaza Murillo.
Ante
la falta de datos oficiales por parte del Tribunal Supremo Electoral,
las dos principales y más fiables
encuestadoras otorgan al Movimiento Al Socialismo en torno al 60% de
los votos, porcentaje que quizás se pueda ver incrementado en un par de
puntos debido a que las encuestas en boca de urna no recogen tan
exhaustivamente el voto rural (favorable a Evo) y en principio el voto
en el exterior también debería ser favorable e incrementar el apoyo
final al MAS-IPSP.
En
cualquier caso y más allá de la cifra final, lo que parece claro es que
tras más de 8 años de gobierno el hecho de superar el porcentaje con el
que se ganó en 2005 y acercarse al que permitió la victoria en 2009
(64%) implica no solo que el temible desgaste del poder no afecta
demasiado sino un mérito tremendo para Evo Morales.
De la redistribución de la riqueza a la
redistribución del voto
A
nivel territorial ese porcentaje superior al 60% se traduce en la
victoria en 8 de los 9 departamentos de Bolivia. Se sigue resistiendo
Beni en un resultado influido también por ser el lugar de procedencia de
Ernesto Suarez, candidato a Vicepresidente de Samuel Doria Medina y ex
Gobernador de este departamento amazónico.
En
el otro lado de la balanza se debe colocar la victoria del MAS, por
primera vez, en Santa Cruz donde en 2002 Evo candidato presidencial
obtenía el 3% de los votos y durante muchos años ni siquiera podía
aterrizar en esa ciudad, para obtener en este 2014 prácticamente el 50%
de los votos.
Sin
embargo,
en la medida en que no se ha incrementado el porcentaje de voto
respecto de las anteriores elecciones, un incremento en Santa Cruz y en
el resto de departamentos de la Media Luna (excepto el Beni) implica un
descenso en los departamentos del Altiplano y Cochabamba. Pareciera que
el voto se mantiene pero se redistribuye territorialmente, y esto
significa un descenso del voto del núcleo duro del proceso de cambio en
beneficio de un aumento de un voto “blando” como puede ser el momentáneo
pero magnífico resultado en Santa Cruz.
Mientras tanto, en el desierto opositor
Es
de destacar el hundimiento del MSM rozando el 3% de los votos y a punto
de perder la sigla, sin ningún tipo de proyección nacional y solamente
manteniéndose con el voto de un
sector de la clase media urbana de La Paz.
A
su vez, Samuel Doria Medina se posiciona como el líder de la oposición
con en torno al 24% de los votos, lo cual dice mucho de qué tipo de
oposición existe en Bolivia, donde un ex Ministro del neoliberalismo y
dueño de los Burger King de Bolivia es el referente de la derecha
boliviana, al que le acompaña lo más rancio de la clase política
encarnada en Tuto Quiroga, que suma entre el 9 y 10% de los votos.
Lo
preocupante de este escenario es que con la política de construcción de
hegemonía puesta en marcha para derrotar e incorporar al adversario no
se ha logrado disminuir el voto duro de la derecha boliviana que se
mantiene, al igual que en anteriores elecciones, rondando el 35%. Y si
la oposición
hubiese dejado de lado sus egos y jugado con más inteligencia
presentando un candidato único, este porcentaje se hubiese incrementado
imposibilitando con certeza la obtención de los 2/3 por parte del MAS.
Horizontes
El
proceso de cambio boliviano avanza por la senda de la irreversibilidad
en muchos ámbitos, y uno de ellos es de la ampliación de los límites de
la democracia que en estas elecciones ha posibilitado que las y los
migrantes bolivianos en 33 países donde Bolivia tiene un consulado o
embajada hayan podido ejercer su derecho al voto después de años de
neoliberalismo en que sus derechos civiles y políticos fueron
pisoteados. Un primer horizonte que se le abre al proceso de cambio es
el de dar un paso más y poner en marcha un Plan
Retorno para que la comunidad migrante boliviana pueda regresar a
Bolivia a seguir aportando económicamente al país pero esta vez ya desde
Bolivia.
Un
segundo horizonte en el corto-medio plazo es el de las elecciones
municipales y departamentales que se celebrarán en torno a marzo del
2015. Si bien el MAS gana ahora por la fragmentación de la oposición, no
lo tendrá tan fácil en las próximas elecciones. Y a eso se le une el
debate en torno a las candidaturas y los candidatos/as. El porcentaje de
voto obtenido en estas elecciones es muy similar a la intención de voto
que ya existía en los meses previos a este 12 de octubre y no parece
que el haber incorporado candidatos invitados por fuera del MAS que van
desde la izquierda lightberal a la derecha reciclada haya sumado. Hay
sumas que restan, y si bien la ecuación no es lineal, pareciera que lo
que en un lado haya podido sumar, lo ha restado por otro.
El
tercer horizonte en el medio-largo plazo es el del debate en torno a la
reelección. La dispersión opositora garantizaba los 2/3 que permitirían
abrir el debate sobre la reforma constitucional pero el resultado de
este 12 de octubre, en el caso de lograrse los 2/3, siembra cuanto menos
algunas incertidumbres en torno a las posibilidades de éxito para
llevar adelante la reforma que permita la reelección del Presidente Evo
en unas elecciones en 2019 a las que la Constitución actual ya no le
permite presentarse.
Estos
tres horizontes se entrelazan y nos llevan a la conclusión de que la
única manera de sostener el proceso
de cambio boliviano es profundizando y radicalizándolo. La tentación de
instalarse en posiciones pragmáticas para mantener lo conseguido y
dedicarse solo a la gestión va a ser grande, pero estos resultados y los
matices y diferentes capas de análisis que deben hacerse más allá de
este simple y apresurado primer balance, tienen que partir de la base de
que siendo la gestión importantísima, solo sirve si es bajo el
horizonte de la profundización y radicalización del proceso de cambio.
Finalmente,
siendo la victoria de Evo Morales importantísima para todo América
Latina, como lo demuestra la presencia de numerosas delegaciones de
partidos de izquierda como acompañantes internacionales del MAS en este
proceso electoral, este avance que significa garantizar la continuidad
del proceso de cambio debe venir acompañada el 26 de octubre de los
triunfos del PT en Brasil y el Frente Amplio en Uruguay, fundamentales
para continuar el proceso de integración política y económica de Nuestra
América. Como suele recordarnos el Presidente Evo, o nos unimos o nos
hundimos.
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