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Foto G. Trucchi | Rel-UITA |
Por Giorgio Trucchi | Rel-UITA
La
comunidad garífuna de Nueva Armenia, a pocos kilómetros de La Ceiba, en
el litoral caribeño de Honduras, está luchando valientemente contra la
expansión de la palma africana. Desalojos, detenciones y juicios
amañados no han podido detener el proceso de recuperación de sus
territorios ancestrales. -Galería fotográfica
En la
década de los años 20 del siglo pasado, la población garífuna fue
desplazada del territorio de Armenia por la transnacional Standard Fruit Company, y fue relocalizada en la margen izquierda del río Papaloteca.
Cuando,
al inicio del nuevo siglo, se le venció la concesión otorgada por el
Estado hondureño, la compañía frutera norteamericana retornó las tierras
a la municipalidad de Jutiapa, desoyendo los incesantes reclamos del
pueblo garífuna sobre sus tierras ancestrales.
“Paulatinamente
y de forma amañada, la municipalidad fue repartiendo nuestras tierras a
pequeños grupos de supuestos campesinos, que comenzaron a talar árboles
para sembrar palma africana”, dijo Félix Valentín, directivo de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH).
El
proceso de despojo fue intensificándose con el pasar de los meses,
profundizando aún más el acaparamiento de tierras y la siembra de palma
africana.
Arrinconado
y cercado, el pueblo garífuna inició un intenso proceso de recuperación
de sus tierras ancestrales, exponiéndose a la reacción violenta y
represiva de los productores palmeros, protegidos por las autoridades
locales y nacionales.
Violencia y represión
Impunidad germen de expansión palmera
Impunidad germen de expansión palmera
“El 8
de agosto pasado, un fuerte contingente de policías entró al campamento
situado en el territorio recuperado de Nueva Armenia y detuvo a 40
personas. Los uniformados montaron a los compañeros garífunas en varias
patrullas y los llevaron a Jutiapa, reteniéndolos arbitrariamente por
más de 8 horas”, explicó Valentín.
Según la OFRANEH, varias personas vinculadas a los productores palmeros aprovecharon de la situación para quemar 11 casas y todos sus enseres.
Actualmente,
unos 80 miembros de la comunidad fueron demandados por “usurpación de
tierra”. Sobre varios de ellos pende orden de captura, mientras a otros
otorgaron medidas sustitutivas a la privación de la libertad,
prohibiéndoles acercarse a la zona del conflicto.
“Nos
acusan de estar usurpando tierras que son del pueblo garífuna, pero son
ellos los usurpadores. No queremos palma africana, sino continuar a
cultivar nuestra propia comida en el territorio que nos pertenece”, dijo
a La Rel, Carolina Castillo, habitante de Nueva Armenia y miembro de la OFRANEH.
Carolina
asegura que la palma africana trajo bienestar y desarrollo solamente
para los empresarios palmeros, dejando a la población de Nueva Armenia
en pobreza y zozobra.
Pese a
la demanda judicial que está enfrentando, la combativa garífuna dice
estar dispuesta a enfrentar cualquier tipo de amenaza.
“Tengo
60 años y no le tengo miedo a la muerte. La palma nos trajo solamente
destrucción, contaminación y violencia. Vamos a seguir defendiendo el
legítimo derecho del pueblo garífuna a vivir en sus tierras. ¡Ya no
queremos saber nada de palma africana!”, sentenció.
Solidaridad y compromiso
El pueblo garífuna no está solo
El pueblo garífuna no está solo
En el marco del Foro-Taller “Agrocombustibles, palma africana y sus efectos sobre la soberanía alimentaria”,
que se realizó el 9 de septiembre pasado en La Ceiba, las redes
internacionales Alianza Biodiversidad, Amigos de la Tierra América
Latina y el Caribe (ATALC), Red Latinoamericana contra los monocultivos de árboles (RECOMA) y Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), acompañadas por la Rel-UITA y
la Plataforma de Movimientos Sociales y Populares de Honduras,
visitaron la comunidad garífuna en resistencia de Nueva Armenia.
“Estamos
aquí para respaldar su lucha y el derecho a vivir en sus territorios
ancestrales, que fueron usurpados por la expansión del monocultivo de
palma africana. Cuenten con nosotros y nosotras, con nuestra
solidaridad, con nuestro compromiso”, dijo Lizzie Díaz, integrante del Secretariado Internacional del WRM.
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