De acuerdo con los
teóricos de la derecha hondureña, el panorama político actual está dividido en
dos tendencias: los buenos, ellos; los malos, todos los demás. De un lado los
sensatos y ponderados, del otro los populistas. Los salvadores acá (vaya
salvadores: ya tuvimos suficiente con los Micheletis y los Romeo Vásquez) y los
que llevarán a la ruina a Honduras (entiéndase a los capitalistas que roban al
fisco y a la nación).
En base a esa teoría Juan Orlando es el único capaz de
gobernar a este país, pues su casta ya lo ha mangoneado con excelentes
resultado durante casi doscientos años; ahí tienen los altos niveles de
educación del país, la gran seguridad de que gozan los hondureños, el alto
poder adquisitivo de todos los catrachos para vestir, adquirir una casa digna (hablo
de digna no de los cuchitriles que propone Ricardo Álvarez), los excelentes
servicios de salud, los excelentes negocios que con las propiedades del pueblo
han hecho nuestros mandatarios, el alto nivel de la escolaridad de nuestros
niños y jóvenes, el alto nivel de nutrición de nuestros niños, las amplias
posibilidades, para todos, de tener un pie aquí y el otro en Gringolandia, con
doble nacionalidad y pasaporte por si las moscas (solo que Orlando y su clan lo
hacen vía aérea y el resto de los mortales catrachos vía mojados y esperanzados
en la reforma migratoria), la poderosa y estable moneda desplumada que
tenemos..
Y paro de contar todas estas maravillas.
Para matizar más el
asunto, todo lo que dice y promete Juan Orlando –el uso de los fondos públicos
y del Congreso para su campaña electoral, las promesas del cielo para los
hambrientos y olvidados campesinos e indígenas del Departamento de Lempira -el
más atrasado del país-, la violación flagrante de las leyes que él mismo
aprueba en el Congreso,
el reparto sectario -con bandera de la estrella solitaria- del cemento que se compró con los fondos del pueblo,
el reparto sectario -con bandera de la estrella solitaria- del cemento que se compró con los fondos del pueblo,
el reparto de
los medicamentos de los centros de salud en la campaña proselitista de las
primarias, la tolerancia con que enfrenta la justicia los casos como el de Tito
Guillén (su comportamiento fue recibido con aplausos azules en el Congreso),…-,
decía que todo esto, para los del lado de Juan Orlando, no tiene trascendencia;
al fin y al cabo se siente ungido por curas y pastores que no conciben espacios
en el cielo para los pobres, para mantener a los hondureños en el martirio que
ellos llaman, eufemísticamente, democracia.
Para colmar la taza,
se han apoderado, los juanorlandistas, de los planteamientos y de los análisis
que Doña Xiomara ha presentado a los catrachos para superar la crisis, en un
ambiente de convivencia pacífica entre hermanos que queremos el desarrollo del
país y de todos los hondureños. Muy a pesar de estos plagios, Juan Orlando es un
intelectual y Doña Xiomara una pobre ama de casa, como si para gobernar se
requiriera talento científico. Para gobernar se requiere únicamente sentido
común, las minucias técnicas están a cargo de los especialistas que para eso
los contrata el gobierno. Y ese sentido común lo tiene más que sobrado Doña
Xiomara, quien se ha ganado, con valentía y espíritu de solidaridad con el
pueblo, la candidatura y, también, ganará, sin dudas, la primera magistratura.
Por ese plagio es que
los nacionalistas hablan de miles de maravillas y prometen el cielo y la tierra,
las mismas que en boca de Doña Xiomara son propuestas populistas. Claro hay una
diáfana diferencia: los partidarios de Doña Xiomara se mueven por amor a la
patria y no esperan más que su férrea voluntad de cumplir con sus promesas; los
juanorlandistas -muchos son de metirijillas porque protegen sus chambas y me
parece bien, pues en la vida papo no hay que ser- sin embargo van a las citas
cachurecas en busca de lo que les puedan dar: un almuercito, una bolsa de
cemento, una bolsa de medicamentos robados, un “raite” en camión o en un destartale de bus, o un bono miserable…
Sin embargo lo que
Honduras pide a gritos es un cambio definitivo de las reglas del juego, una
vuelta de la tortilla para que los olvidados de siempre, los que nunca contaron
en las grandes decisiones que condujeron a la traición a Honduras, a su venta,
a su alquiler, a las ofertas de un país al mejor postor. Justamente eso es lo
que ha sabido interpretar Doña Xiomara y por eso mismo su propuesta fundamental
es la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. ¿Para qué? Para
refundar a Honduras, para concederles a los olvidados de siempre la parte de
Honduras que legítimamente les corresponde, para permitirles a los descamisados
y olvidados indios ser parte de la patria, junto con todos los hondureños, y
decidir todos la suerte de Honduras; para que quienes nos gobiernan no sigan
creyendo que pueden conducir a Honduras a donde les plazca sin el permiso de
sus legítimos dueños: los hondureños-. Ahí radica la diferencia esencial que
los hondureños ya han comprendido cabalmente. No se equivoquen.
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