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Jesús González Pazos 07/08/2020

Sin embargo, los
pueblos indígenas no son fantasmas. Por el contrario, hoy suman unos
400 millones de personas. Un poco más del 5% de la población mundial,
aunque al mismo tiempo engrosen en un 15% las cifras globales del
empobrecimiento. Y a pesar de ello, en sus escasos territorios (11%) han
sabido conservar el 80% de biodiversidad del planeta. Esto cuando la
crisis climática que ya nos afecta pone en cuestión y evidencia de forma
radical que el modelo de desarrollo en el capitalismo no solo es
inviable sino peligroso para la propia existencia humana y del planeta.
Creemos por ello, que merece la pena que el mundo se pare por un día a
pensar en la enorme riqueza de conocimientos, manejo de la naturaleza,
culturas, formas de vida que estos pueblos aportan al planeta, pero
también reflexionar sobre la sistemática violación de derechos en que
viven, la cual se produce no solo un día sino los 365 del año hasta
acumular décadas y siglos de todo tipo de injusticias, persecuciones y
muertes. Y ahora, todo esto se agrava con la incidencia de la pandemia
de la COVID-19 que les está golpeando de forma brutal ante la dejación y
abandono, consciente en muchos casos, de diferentes gobiernos.
El
pasado mes de mayo más de 45 organizaciones, coordinadoras y redes de
cooperación del estado español hicimos público un documento bajo el
título “Pandemia, Derechos y Pueblos Indígenas”. En el mismo
expresábamos nuestra preocupación por la afección de esta epidemia en
América Latina, con especial referencia a los pueblos indígenas. Nos
hacíamos eco de las noticias que llegan diariamente a través de los
medios de comunicación y de las propias organizaciones indígenas. Unas y
otras reafirman el hecho innegable de que el coronavirus está poniendo
en riesgo ya no solo la vida de las personas sino, en algunos casos, la
propia existencia de diferentes pueblos en ese continente.
Es bien
sabido que hoy toda América se ha convertido en el epicentro de la
pandemia a nivel mundial y, dentro de la misma, por ejemplo, en la
cuenca amazónica, la enfermedad está totalmente descontrolada.
Insistíamos
en un hecho que el propio sistema internacional reconoce desde hace
décadas, aunque lo incumple de manera sistemática. Como pueblos poseen
derechos individuales y derechos colectivos y esta es una premisa que
debería marcar la visión y relación con ellos también al momento de
enfrentar la actual pandemia. Los unos y los otros no pueden quedar
postergados o sustituidos por medidas urgentes de simple ayuda
humanitaria, a las que se está empezando a reducir la cooperación.
La
solidaridad no es efectiva si no va recargada, avalada, por el marco del
ejercicio de los derechos que como pueblos les corresponden. En las
últimas décadas, como sujetos políticos, los pueblos indígenas han
alcanzado importantes avances ante las diferentes sociedades y frente a
las instituciones estatales e internacionales respecto al reconocimiento
de sus derechos. Avances constitucionales, desarrollos legislativos,
instrumentos internacionales de derechos humanos, estrategias
específicas de cooperación, son prueba de ello. Pero señalábamos también
que la gravedad de estos tiempos pone en cuestión todos esos avances si
no se articulan las políticas y medidas necesarias para hacer efectivos
esos derechos conseguidos y enfrentar la amenaza de la pandemia. Se ha
asumido en gran medida la consigna de no dejar a nadie atrás, pero
esperamos que esa decisión incluya no solo a las personas sino también a
sus derechos; éstos no pueden quedar relegados en un segundo plano.
No
haremos un repaso de la situación de América Latina, pero sí queremos
subrayar que se trata de una de las regiones del mundo con los mayores
niveles de desigualdad e injusticia social, los cuales se ven ahora
acrecentados por la pandemia. En ese escenario los pueblos indígenas
están siendo doblemente afectados, incluso con crecientes muestras de
racismo y machismo por parte de determinadas élites y autoridades, como
ejemplifica el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que acaba de ser
denunciado ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya por crímenes
de lesa humanidad y genocidio por su negligencia consciente ante la
pandemia y la crisis sanitaria. O la inacción absoluta del gobierno
colombiano pese a saber que el confinamiento de la población, indígena
en particular, está poniendo a sus liderazgos en la mira de los actores
armados. O el abandono del gobierno golpista de Bolivia que, causando
una subida incontrolada de contagios, usa la pandemia y su incidencia
como nuevo pretexto para retrasar, una vez más, las elecciones y
mantenerse en el poder hasta conseguir el desmantelamiento de los
grandes avances en derechos y condiciones de vida de los últimos catorce
años.
Frente a toda esta
situación, hay que reiterar el convencimiento práctico, normativo y de
derecho de que hay que redoblar el trabajo de forma especial por las
demandas de estos pueblos. Práctico, porque hay que ir más allá de las
palabras y son muchos los años de cooperación y solidaridad que nos
muestran que este es el camino; normativo, porque así lo reconocen los
instrumentos internacionales de derechos y estrategias de acción y
cooperación. De derecho, evidentemente, porque como sujetos políticos,
los pueblos indígenas deben ser los protagonistas de su presente y su
futuro. En suma, menos declaraciones y más acciones reales en la defensa
y ejercicio de los derechos.
Y
el escenario en el que nos coloca a unos y a otros la pandemia solo nos
reafirma en todo lo anteriormente señalado, así como en la urgencia de
su abordaje. No puede ser que un día internacional de los pueblos
indígenas pase con alguna declaración o referencia perdida en la vida
política de este planeta. Hay responsabilidades diversas y múltiples. De
los pueblos indígenas, por dar continuidad a la lucha de décadas por
hacer efectivos sus derechos. De la solidaridad internacional por seguir
apoyando, difundiendo y fortaleciendo sus luchas. De empresas
transnacionales y oligarquías una retirada de proyectos que esquilman y
destruyen los territorios hasta su destrucción, provocando nuevas
realidades en la profundización de la crisis climática. De las
instituciones, sociedades y clase política por hacer efectivo el respeto
a los derechos de estos pueblos y a los de la naturaleza, y por
supuesto dentro de éstos, por el derecho a definir su presente y su
futuro desde y en sus propios territorios. Recordemos nuevamente un dato
esencial: han sabido conservar mejor que el sistema capitalista
dominante el 80% de la biodiversidad del mundo, luego igual el mundo que
se dice desarrollado en este ámbito tiene mucho que aprender y poco que
enseñar.
2020/08/04
Jesús González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe
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