Honduras: El falso dilema entre macroeconomía y microeconomía
Redacción CRITERIO / Agosto 3,2019
Por: Hugo Noé Pino Ha sido usual, en los últimos años,
escuchar sobre la situación macroeconómica anda bien, pero que la
microeconomía está mal. En una concepción académica simplificada, la
macroeconomía se refiere al estudio de los agregados económicos como
producción, precios, empleo, etc. La microeconomía se refiere al
análisis de la empresa, comportamiento del consumidor, precios
individuales, estructuras de mercado, etc. En términos de conversación diaria las
acepciones son similares. La población percibe que, pese a los números
positivos que los funcionarios públicos repiten constantemente a nivel
macro, la situación del ciudadano común y corriente no es buena. ¿A qué
se refieren los indicadores macros? Bueno, principalmente se habla de
tasas de crecimiento, índice de inflación, déficit de la cuenta
corriente de la balanza de pagos y nivel de reservas internacionales.
Cuando estos indicadores son positivos, la economía anda bien y se
destaca que hay estabilidad económica con crecimiento.
la situación más de cerca. La
mayor parte de los textos de Macroeconomía comienzan con la discusión de
tres indicadores fundamentales de la actividad económica: el Producto
Interno Bruto (PIB), su determinación y crecimiento; el nivel de precios
(inflación) y el empleo. El crecimiento económico sostenido y
sostenible, con bajas tasas de inflación y generación de empleo son los
objetivos simultáneos de la política económica. El sueño de los
economistas, diríamos. El crecimiento económico permite ampliar la
capacidad productiva de un país y sienta las bases para un crecimiento
posterior a través de acumulación de capital físico. La estabilidad de
precios permite establecer un horizonte adecuado para los actores
económicos, entre ellos inversionistas y consumidores, motivando la
inversión y el consumo.
El empleo, por su parte, brinda a las
familias, los ingresos necesarios para acceder al mercado a comprar los
bienes y servicios que necesitan. En otras palabras, la macroeconomía no
puede estar bien si no es capaz de generar empleos en la cantidad y
calidad que la población lo necesita. Cantidad, que permita la reducción
gradual de los altos niveles de desempleo que arrastra el país y que
deja a 6 de cada 10 hondureños sin un ingreso que satisfaga sus
necesidades básicas. Calidad, porque deben de ser empleos de ocho horas
con beneficios, o sea empleos dignos como lo pregona la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). Pese a esta vinculación clara, cuando
se refieren a la situación económica del país, los burócratas nacionales
e internacionales solamente se refiere a los primeros dos temas, es
decir, a la estabilidad económica. Nadie discute la necesidad de tener
estabilidad económica, lo que se cuestiona es que se considere como fin y
no como medio. Esto hace que se hable de políticas económica e
indicadores como si las personas no existieran. Los “desechables” como
señala un amigo.
El crecimiento económico tampoco es un
fin en sí mismo, es un medio. Dependerá mucho de su tipo y ritmo de
crecimiento para decir que puede conducir a mejores niveles de vida de
la población. Un crecimiento de la producción basada en actividades de
bienes o servicios que generan muy poco empleo conducirá sin ninguna
duda a ensanchar el desempleo. Eso sucede cuando el crecimiento lo
lidera sectores como el financiero, telecomunicaciones, energía y
comercio, como es el caso de Honduras. En este sentido, el crecimiento
puede ser 3% o 4% y no habrá forma que el país mejore.
Por el lado de la demanda agregada, la
situación es también problemática. El crecimiento del consumo, con base
en las remesas familiares, impulsan el crecimiento. También lo hace la
inversión pública, pero a través de la entrega de bienes públicos por 20
o 30 en años en concesiones denominadas alianzas público-privadas.
Estas últimas tienen limitaciones en el tiempo y cuando no se supervisan
bien, como ocurre en Honduras, terminan representando una carga a los
contribuyentes.
De ahí la importancia de la inversión
privada. No obstante, la inversión privada doméstica y extrajera denota
muy poco dinamismo. En otras palabras, la acumulación de capital físico
que permita impulsar en forma sostenida el crecimiento se queda atrás.
Esto se explica porque el país no es atractivo a la inversión
extranjera, y muy poco a la inversión nacional. La falta de mano de obra
calificada, la inseguridad jurídica, la violencia, la ingobernabilidad
son factores que desincentivan la inversión.
La pregunta que contestar es,
entonces, ¿está el país en la dirección correcta? De acuerdo con
recientes encuestas cerca de 86% de la población hondureña piensa que
no. Un gobierno ilegal, ilegítimo y con credibilidad mínima,
difícilmente conducirá al país por el rumbo correcto. El futuro
promisorio que algunos miran, o quieren forzadamente ver, no está
respaldado por las evidencias y por eso tienen que repetir, una y otra
vez, promesas que llevan una década de incumplimiento.
Por: Redacción CRITERIO
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