La coordinadora de la Organización Fraternal Negra Hondureña, Miriam Miranda. /
Tres años han pasado ya desde que se perpetrara el asesinato de la activista del movimiento ecologista Berta Cáceres, consumando
las amenazas que el Gobierno hondureño dirigía contra ella desde muchos
años atrás. Tres años en los que los defensores del medio ambiente
siguen denunciando la hostilidad y la persecuciñón que sufren por parte
del Ejecutivo.
¿Nada ha cambiado en este tiempo?
El asesinato de Berta Cáceres nos enseñó de lo que son capaces un
sistema y un gobierno a los que no les importa nada. Hay una constante y
creciente criminalización y judicialización de los defensores y las
defensoras, que se ha agudizado más en los últimos años. Hoy en Honduras
por defender el medio ambiente te convierten en terrorista y en enemigo
público. El caso de Berta demuestra hasta qué punto somos desechables
para el Estado. Eso es lo que más duele.
¿Qué relación guarda el golpe de Estado del 2009 con la situación de los defensores del medio ambiente en Honduras?
No se puede hablar de lo que pasa en Honduras si no analizamos
cómo, con el golpe, el país se convirtió en un laboratorio político que
entregó sus recursos después de destruir su propia institucionalidad.
Casi el 70% del territorio ha sido ofrecido a inversionistas. No solo
para minería y proyectos hidroeléctricos. Las zonas especiales de
desarrollo o ciudades modelo, pero también los megaproyectos turísticos
que afectan, entre otros, al pueblo garífuna [grupo étnico descendiente
de africanos y aborígenes caribes y arahuacos], se han convertido en una
forma más expedita de entregar la soberanía. Lo que está pasando en
Honduras es la máxima expresión de un modelo capitalista voraz por los
recursos naturales que requiere estados fallidos e instituciones
desmanteladas para imponerse.
¿Cuáles son los impactos de estos proyectos sobre las comunidades, además del medioambiental?
Hay una ruptura del tejido social. Muchas comunidades son
militarizadas. Se impone el terror y el desplazamiento. La gente ya no
puede producir, la fuerza laboral ,y con ella, la cultura, el futuro, se
va para no volver. Es lo que está pasando con la emigración masiva de
Honduras. La gente no se va solamente por la violencia de las maras.
Sin embargo, desde el Gobierno se alega que estos grandes
proyectos traen desarrollo a las comunidades y que estas los aceptan de
buen grado.
En muchos países se está manipulando la consulta que de acuerdo al
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo debe
realizarse a las comunidades afectadas por megaproyectos: llegan a un
territorio, presentan cualquier cosa, sacan un listado de asistentes y
dicen que ya consultaron. En toda América Latina se da una combinación
estratégica de los estados para despojar a las comunidades de sus
recursos, y si la gente se opone, sucede lo peor, como el asesinato de
Berta Cáceres y el de muchos defensores en Colombia, Guatemala, Brasil y
otros países.
Usted dice que hay que dejar de contar muertos.
Debe de haber una apuesta por trabajar sobre la razón de estos
asesinatos y no solo por reaccionar a posteriori. Algunas nos estamos
atreviendo a cuestionar a las instituciones y organizaciones que nos
acompañan: deben dar ese otro paso y actuar en la raíz del problema.
Apoyar las luchas de las comunidades no es fácil. Tenemos que apostar
para que haya cambios estructurales; por ejemplo, para que las empresas
que hacen tanto daño en nuestros países rindan cuentas en el Norte.
Muchas se visten de verde en Europa mientras violentan derechos en el
Sur.
¿Es demasiado tarde?
Es posible que sea demasiado tarde, pero como dijimos en Honduras con el huracán Mitch:
La tierra se movió y dijo "yo estoy aquí, préstenme atención". Tiene
que haber una corresponsabilidad en la búsqueda de la solución, porque
el problema también afecta al Norte, tenemos un solo planeta. Yo tengo
esperanza en el clima. Los seres humanos no queremos cambiar, pero el
clima nos va a obligar a hacerlo. Cuando tú hablas con los bancos, con
los que toman grandes decisiones, te das cuenta de que viven en una
burbuja. Han construido un mundo a su alrededor, pero cuando se vengan
abajo esos edificios, su dinero no va a servir de nada. Nos llegó la
hora, yo no sé por qué no queremos entenderlo.
domingo, 21 de julio de 2019
"En Honduras, por defender el medio ambiente te convierten en terrorista". La coordinadora de la Organización Fraternal Negra Hondureña denuncia la impune especulación con los recursos naturales del país
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