Manuel E. Yepe
ALAI AMLATINA, 08/01/2016.- Economistas estadounidenses de diversa
orientación política han estado opinando en estos días acerca del
nuevo libro de Robert Reich titulado Salvando al capitalismo: para
los muchos, no para los pocos, presentado en la Revista de Libros de
Nueva York el 17 de diciembre de 2015.
Para Paul Krugman fue gratificante constatar la sinceridad
descarnada que expresa el título de libro de Reich porque “salvar el
capitalismo” implica que el capitalismo está contra las cuerdas, o
sea, en peligro de extinción, “consideración en la que creo, saludo
y comparto”.
El marxista Zoltan Zigedy señala que Robert Reich, Paul
Krugman y Joseph Stiglitz comparten altos logros en la economía
académica y constituyen un triunvirato intelectual no marxista bien
informando. Aunque ellos no estén de acuerdo en todo, comparten un
conjunto básico de creencias en la viabilidad del capitalismo y su
necesidad de reforma. No obstante es raro ver a algunos sugiriendo
manifiestamente la urgencia de salvar el orden burgués.
La urgencia deriva del espectacular aumento de la desigualdad
económica en los principales países capitalistas, particularmente en
Estados Unidos. Krugman confiesa que la desigualdad era una cuestión
que Reich y él "empezaron a tomar en serio" ya hace veinticinco
años. “Pero creo que es justo decir que no tomamos en serio ese
crecimiento de la desigualdad como una característica estructural
del capitalismo hasta que apareció el importante trabajo de Thomas
Piketty hace dos años”.
Según Zigedy, los economistas no marxistas Krugman y Reich han
modificado su interpretación de las causas del crecimiento de la
desigualdad durante las últimas décadas. Krugman, afirma Zigedy,
describe un capitalismo desarrollado actual que se asemeja al
capitalismo que los marxistas vienen describiendo desde hace más de
medio siglo.
Hace décadas, los economistas liberales sostenían que el aumento de
la desigualdad era resultado de que había sectores de la clase
obrera que no reunían los requisitos tecnológicos o carecían de las
habilidades exigidas por el "cambio tecnológico basado en la
habilidad" (SBTC, por sus siglas en inglés). La educación era vista
por ellos como el gran nivelador, estabilizador de la riqueza y el
avance de los atrasados. Pero con la actual ruptura de la
correlación ente nivel de educación y compensación, todos rechazan
el SBTC como explicación adecuada y clave para detener el
crecimiento de la desigualdad. El aumento del número de graduados
universitarios abrumados de deudas rompió esa ilusión. Así, Krugman
sustituye la explicación tecnológica para el crecimiento de la
desigualdad, por algo que es eje central del estudio de Reich, el
poderío monopólico. Es la concentración del poder económico en manos
de pocos jugadores corporativos lo que lleva al aumento de la
desigualdad económica. Según Krugman y Reich: "... es evidente que
nuestra economía se asienta mucho más en los monopolios y
oligopolios que en la competencia atomística."
Zigady pregunta ¿Por qué Reich y Krugman tardaron tanto tiempo en
llegar en esta consideración a la que Lenin arribó hace más de cien
años? Escritores marxistas como Paul Baran y Paul Sweezy dedicaron
hace casi cincuenta años un influyente libro al capitalismo
monopolista.
Así, los economistas no marxistas y sus aliados políticos hasta hace
poco desdeñaban el concepto de poder de monopolio, que los marxistas
han hecho pieza central de sus análisis.
Pero Krugman y Reich revelan otros acoplamientos cruciales: entre
el poder político y el poder económico (poder monopólico) y los del
mercado con el poder político. Ellos observan que el poder
monopólico es sostenido, protegido y ampliado por actores políticos,
así como que los actores políticos son seleccionados, alimentados y
guiados por el poder de monopolio. Esto crea un preocupante problema
para aquellos que buscan la reforma del capitalismo.
En palabras de Krugman, la conclusión a que llega Reich es que la
creciente riqueza en el segmento poblacional superior incrementa su
influencia política mediante contribuciones de campaña, cabildeo y
recompensas. La influencia política, a su vez, sirve para reescribir
las reglas del juego en la sociedad. El resultado es una especie de
espiral, el círculo vicioso de la oligarquía.
Para los marxistas, la concentración engendra necesariamente
capitalismo de monopolio, que posteriormente se funde con el Estado,
creando una síntesis que convierte a las normas del Estado en
policías en el terreno económico encargados de maximizar la
viabilidad y el éxito del capital monopolista.
Nada demuestra mejor ese maridaje que los rescates de las
mega-corporaciones ("supuestamente demasiado grandes para quebrar")
ante las crisis y el evidente incremento del dominio del capital
monopolista en el sistema político de dos partidos que rige en
Estados Unidos.
- Manuel E. Yepe, http://manuelyepe.wordpress.com/
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sábado, 9 de enero de 2016
Lo que depara el capitalismo para el futuro
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