
Aunque durante cien años el tradicionalismo
partidarista aportó alguna estabilidad aparente y ciertas épocas de calma
política, su conducta cívica acabó degenerando y transformándose más bien en
obstáculo para la participación ciudadana, ya que los partidos asumieron el
papel de interlocutores e intérpretes universales y exclusivos de la sociedad,
creando condiciones propicias para su impunidad y corrupción. Esas engañosas
condiciones institucionales y políticas se agotaron y estallaron con el golpe
de Estado de 2009, cuando en vez de desaparecer ––y a causa de la ineficiencia
y escasa visión de líderes y dirigentes comunales–– se reificaron y prosiguen
siendo hoy motivo de contradicción, confrontación y polarización de la
sociedad, algo que se superará sólo cuando el país, por consenso o por fuerza,
genere nuevas formas de convivencia, que es decir de un moderno pacto social.
Ética:
la más natural ideología
La corrupción monstruosa que hizo colapsar
al Instituto de Seguridad Social ––y que no es única pues falta aún la
revelación de similares sucesos en otras instituciones estatales capturadas por
el conservadurismo–– ha disparado hoy una nueva contradicción pero también, y
afortunadamente, el despertar de conciencias otrora dormidas, particularmente
de una clase media que, a pesar de ser de las más directamente afectadas, tardó
en reaccionar a tanto escándalo y delito.
Las llamadas a la insubordinación por parte
de los partidos ascendentes, de grupos contestatarios, entes de resistencia y
frentes de contra poder, aun cuando fueran así expresamente formuladas,
resultaron insuficientes para hacer que grandes masas de pueblo se lanzaran a
la protesta. Fue la repugnancia ante tanta inmoralidad la que por fin sembró a
la gente en las calles, lo que prueba, en primera y afortunada instancia, que
las reservas de principios y valores éticos continúan siendo el fundamento
ideológico de la identidad hondureña.
El ciudadano común ––se hace oportuno
retornar al empleo del más digno de los epítetos democráticos: Ciudadano–– el
individuo, pues, no ducho en la política y sus artimañas pasó por intuición
deductiva de defender personas a defender principios comunales, ya que estos
personifican sus derechos, particularmente los otorgados por el Artículo 3 de
la Constitución Política vigente (Título I, Capítulo I).
Tras la usurpación, en 2009, de lo que
había sido la voluntad ciudadana de sufragio, el régimen neoliberal nacionalista
procedió a conculcar los derechos laborales rasgando el espíritu equitativo que
caracterizaba al Código de Trabajo; corrompió el derecho a la tierra por vía de
la emisión de leyes violatorias de los históricos protocolos de etnias y ligas
agrarias; dañó al sano comercio a través de tasas abusivas, cargas impositivas
y militaristas como el Tazón de Seguridad; corrompió el derecho a la superación
personal al privatizar –– con maquillados medios–– la educación pública; alteró
el derecho a la salud alquilando ––y no socializando–– los sistemas de medicina
preventiva y curativa para favorecer a empresas de lucro locales y
transnacionales, así como pone en sumo riesgo el derecho a la libertad
electoral ya que niega la participación colectiva en la dirección del Tribunal
Supremo Electoral, ausencia que debe ser remediada pronto o amenaza el caos.
Aunque no supieran anticiparlo, eso es lo
que las antorchas iluminan. Pancartas y consignas recusan la corrupción y
claman transparencia; repudian los andamiajes construidos para manipular oculta
y aviesamente fondos públicos, acto con que se burla e irrespeta a la población
honesta.
Se viola permanentemente el derecho humano
al agredir y hostigar a periodistas, marchantes, protestantes y huelguistas,
atropellos con largo historial de infamia; al negar el verdadero diálogo ––no
su falsificación, vergonzantemente apoyada por “apóstoles” espirituales y
comarcales de dudoso cuño–– y particularmente cuando se niega el derecho a
disentir y se obstaculiza que el pueblo redacte su biografía política: la de
decidir si un mandatario, jefe de Estado, presidente o mandamás prosiga
ejerciendo el poder a pesar de que más de la mitad de la población lo rechaza y
le resta credibilidad...
Peor aún, el sistema y el régimen niegan el
derecho a la vida pues es ya obvio que las políticas militaristas que adoptara
para combatir la inseguridad fracasaron y que es urgente ingeniar nuevas y
audaces soluciones, particularmente re-educativas. Las estadísticas no mienten.
En cualquier país del mundo ––desarrollado
o no–– un mandatario sometido a tanta ansiedad pública, duda y presunción, cual
las provoca el señor Juan O. Hernández, se sometería a la interpelación
legislativa, renunciaría o convocaría al referéndum revocatorio, pues quien
nada debe nada teme...
Pero en el caso presente es obvio que el
conservadurismo neoliberal no está dispuesto, ni por milímetros, a dejar que el
pueblo exprese su disenso, por lo que este va siendo obligado a la búsqueda de
recursos no usuales, tales como el paro parcial o definitivo, la toma por horas
o continua de espacios estratégicos, a fin de que tuerza su brazo el brazo del
poder mal ejercido. Si hay algo de lo que todo mundo está ahora consciente ––y
es otra luz que las antorchas proporcionan–– es de que la praxis de la
mentalidad cachureca ––o sea conservadora y violadora de derechos––, ya se tiña
como liberal o nacionalista, es la mayor desgracia que puede acontecer a un
país.
País de Indignados, Julio 23, 2015
ISMAEL MORENO, sj ………………………………………………………..DARÍO
EURAQUE
RODOLFO PASTOR FASQUELLE……………….…………………………….VÍCTOR
MEZA
EDUARDO BÄHR…………………………………….…………………….PATRICIA
MURILLO
WILFREDO MÉNDEZ…………………………….………………………….HUGO
NOÉ PINO
HELEN UMAÑA………………………………………………..EFRAÍN
DÍAZ ARRIVILLAGA
MAURICIO TORRES MOLINERO……………………..RAMÓN
ENRIQUE BARRIOS
JULIO ESCOTO
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